Craig Spencer es director de Salud Global en Medicina de Emergencia en el Centro Médico de la Universidad de Columbia en Nueva York. (Craig Spencer).
Craig Spencer es director de Salud Global en Medicina de Emergencia en el Centro Médico de la Universidad de Columbia en Nueva York. (Craig Spencer).
BBC News Mundo

Por casi un año, fue el epicentro global de la .

Las cifras de muertos y nuevos casos de coronavirus en , como aún pasa en la mayoría de países de América Latina, se acumulaban en saldos lamentables que cada día sumaban nuevos récords.

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La realidad allí, sin embargo, es ahora completamente distinta.

Durante los últimos meses, las elevadas dosis de vacunación se han traducido en una disminución notables de contagios y decesos.

Y en consecuencia, por primera vez en más de un año, en casi todo el país han dejado de exigir el uso de mascarillas, se realizan fiestas y conciertos, los restaurantes y aviones están llenos y las salas de covid de los hospitales comienzan a vaciarse o cerrarse.

Pero ¿cómo ha cambiado esto la cotidianeidad para la gente? ¿Cómo están ahora algunos de los que vieron su vida y sus trabajos al límite en los momentos más duros de la pandemia?

En BBC Mundo te contamos las historias de tres de ellos, que, tal vez, podrán ser la de muchos en otros países a medida que avance la vacunación.

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Craig Spencer, médico de emergencia y experto en salud global del Columbia Medical Center en Nueva York

Craig Spencer es director de Salud Global en Medicina de Emergencia en el Centro Médico de la Universidad de Columbia en Nueva York. (Craig Spencer).
Craig Spencer es director de Salud Global en Medicina de Emergencia en el Centro Médico de la Universidad de Columbia en Nueva York. (Craig Spencer).

Soy médico de una sala de emergencias en la ciudad de Nueva York y no he visto a un paciente con covid-19 en más de un mes. No recuerdo cuándo fue la última vez que se me murió un paciente de coronavirus en uno de mis turnos.

Se siente muy bien cuando mi trabajo vuelve a ser lo que era.

Antes de que tuviéramos el primer caso de coronavirus en marzo de 2020 pensábamos que sabíamos qué venía. Habíamos visto lo que estaba pasando en China, lo que estaba pasando en Italia… Y tratamos de prepararnos.

Ahora que miro en perspectiva, no había forma realmente de prepararse para lo que golpearía nuestra sala de emergencia, primero aquí, en Nueva York, y luego por todo el país.

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El 1 de marzo de 2020 recuerdo que había solo un caso y una semana después, casi todos los casos que llegaban eran de coronavirus.

Todavía no teníamos suficientes pruebas para hacer y teníamos esa masa enorme e increíble de pacientes que llegaban minuto a minuto, hora tras hora.

En la mayoría de los casos, en una sala de emergencias, es generalmente raro que alguien se te muera. La mayoría de los días en mi trabajo no tenía que encender un respirador y entubar a un paciente.

Pero durante el coronavirus pasaba cada vez que iba a trabajar. Tenía cinco o seis persona por turnos que morían en la sala de emergencia y no tenías tiempo para procesar porque llegaban tantos pacientes graves que no te podías detener.

Trabajamos para salvar vidas, hacíamos todo lo que podíamos, pero durante aquellas semanas en Nueva York, eran tantos los casos y tal la gravedad de los pacientes que muchas veces nuestros esfuerzos eran en vano.

Para nosotros era muy agotador, tanto física como mentalmente. Y fue así por turnos y turnos durante semanas y semanas. A veces caminaba al trabajo y sentía que caminaba hacia el apocalipsis.

La pandemia destruyó negocios, como teatros y restaurantes, que empleaban aproximadamente a una quinta parte de la fuerza laboral de Nueva York. (Getty Images).
La pandemia destruyó negocios, como teatros y restaurantes, que empleaban aproximadamente a una quinta parte de la fuerza laboral de Nueva York. (Getty Images).

Ahora todo cambió.

Los casos que llegan a la sala de emergencia son más el tipo de cosas que solíamos ver: torceduras de tobillo, derrames cerebrales, infartos cardiacos…

Sé que este no es final del covid, de eso no queda duda. Tendremos más casos y muertes. Hay nuevas cepas... pero nada de lo que vimos el año pasado volverá a ocurrir.

Ahora conocemos mejor la enfermedad, estamos mejor preparados y tenemos las vacunas. Yo también estoy vacunado, por lo que el riesgo para mí es también menor.

¿Que si mi trabajo ahora es más aburrido? Diría que ha vuelto a ser normal, como era antes.

Y eso está bien. Es a lo que estamos acostumbrados. Así es como me gusta.

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Yuan-Qing Yu, violinista de la Orquesta Sinfónica de Chicago y profesora de música de la Northwestern University

Yuan-Qing Yu dirige también una agrupación de música de cámara llamada Civitas Ensemble. (ANNE RYAN/CSO).
Yuan-Qing Yu dirige también una agrupación de música de cámara llamada Civitas Ensemble. (ANNE RYAN/CSO).

Mi nombre es Yuan-Qing Yu. Soy violinista y profesora y mi primer concierto después del coronavirus fue la pasada semana: habían pasado 460 días desde la última vez que había tocado para una audiencia en vivo.

Todavía recuerdo cuando comenzó el confinamiento.

Teníamos un concierto programado para esa noche con un gran programa en la Sinfónica de Chicago. Iba saliendo de la casa cuando un colega me llama y me dice que el concierto había sido cancelado.

Desde entonces mi vida quedó en una pausa, todo lo que hacía, los teatros a los que iba, los eventos en los que participaba, fueron cancelados.

También tuve que sufrir el proceso de pasar a dar clases por internet, de tratar de buscar formas de mantener a mis alumnos pegados a una pantalla.

No fue nada fácil. Pasé varias semanas para ajustarme mentalmente.

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El regreso a la música en vivo fue progresivo. Algunos meses después, pudimos volver a tocar, pero eran conciertos en línea, cada cual desde su casa.

Para finales de año pudimos tocar otra vez todos los músicos juntos, muy distanciados y con mascarilla, pero sin público. Y se sintió bien, porque estaba con mis colegas, pero no tenía la posibilidad de tocar para mi audiencia.

La pasada semana, cuando volví a tocar, fue una ocasión monumental para mí…

Cuando tienes una audiencia al frente no solo te enfocas en la precisión, sino en la energía y la emoción por la naturaleza del concierto en vivo.

Cuando estás tocando frente a un público, como músico sientes la energía de la gente que te está mirando. Incluso si en nuestros conciertos la audiencia solo va a escuchar, los músicos sentimos su presencia, sentimos su respiración, cómo reaccionan ante la intensidad de ciertos movimientos.

La primera vez que ensayamos con la orquesta para ese concierto no fue muy memorable. Pensaba que iba a ser un momento muy dramático después de tanto tiempo...

Fue en realidad algo muy corriente: era un programa que todos conocíamos y no sentí ni pasó nada extraordinario: fue como debió ser, normal, natural.

Pero entonces entendí que ahí estaba pasando algo maravilloso: hacía mucho tiempo que no sabía lo que era sentir algo normal, algo como solía ser.

El momento cumbre para mí fue cuando volvimos a tocar para el público. (ANNE RYAN).
El momento cumbre para mí fue cuando volvimos a tocar para el público. (ANNE RYAN).

El momento cumbre para mí fue cuando volvimos a tocar para el público.

Fue un concierto diferente: aunque se vendieron en una hora todas las entradas, muchos asientos estaban vacíos para permitir la distancia física en la audiencia.

Los músicos estábamos más separados que de costumbre y todos estábamos usando mascarillas. Cuando se apagaron las luces, pasó algo que siempre quedará en mi memoria.

Generalmente, los músicos recibimos aplausos al final de los movimientos o de las piezas, pero ese día, la grabación que generalmente da la bienvenida y pide a la audiencia apagar sus celulares comenzó diciendo: “bienvenidos de vuelta”.

Y la gente comenzó a aplaudir con una emoción increíble.

Fue un momento encantador para mí. Recuerdo que sonreí. Me sentí bienvenida.

Sentí que los que estábamos allí éramos afortunados. Afortunados de estar allí. Afortunados porque a pesar de todo, un año después, estamos vivos.

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Leandro Parreira, sobrecargo para una aerolínea de EE.UU.

Leandro Parreira es originario de Sao Paulo, en Brasil. (LEANDRO PARREIRA).
Leandro Parreira es originario de Sao Paulo, en Brasil. (LEANDRO PARREIRA).

Desde hace 11 años comencé a trabajar como comisario de vuelo en mi país, Brasil, y desde hace tres hice realidad mi sueño de unirme a una de las grandes aerolíneas de EE.UU.

Era una oportunidad tremenda de conocer nuevos lugares, nuevas personas, nuevas culturas, practicar nuevos idiomas, estar cada día en un lugar diferente, con personas diferentes...

Poco más de un año después comenzó la pandemia.

Cuando trabajas en esta industria, sabes que hay una amenaza diaria y atemporal: desde un accidente aéreo a un ataque terrorista, alguna persona o grupo que traten de secuestrar tu avión… Pero nunca imaginas que algo tan pequeño como un virus podrá virar el mundo -y tu trabajo- al revés.

Al inicio de la pandemia, era muy raro volar a nuestros destinos. Los aviones estaban prácticamente vacíos: los pasajeros, que son nuestra razón para trabajar, no estaban a bordo. Muchas veces éramos solo los miembros de la tripulación.

Eso fue solo el principio. Muchos vuelos fueron cancelados, muchos países cerraron sus fronteras y ahí comenzó también el temor de que pudiéramos perder nuestros trabajos.

Yo me quedé sin volar hasta junio pasado. Estuve trabajando de chofer de Uber o Lyft, traté de estudiar para otras cosas… No sabía si podría montarme de nuevo en un avión.

Pero esa mala etapa pasó.

Ya estoy trabajando de nuevo y la gente vuelve a llenar los aviones, viajando de vacaciones y celebrando. Los vuelos y los aeropuertos otra vez están repletos

Se siente tan bien estar volando de nuevo. Me siento libre otra vez. Ahora la pandemia parece haber quedado atrás.

Todavía hay que usar mascarillas en los vuelos y eso es incómodo para todos. Pero después de lo que pasamos, eso es ahora lo menos importante.

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