Hace 22 años, cuando estaba por llegar a su fin el siglo XX, Estados Unidos e Irán ya tenían al mundo en vilo. En realidad, la situación se remontaba a noviembre de 1979, cuando más de 500 militantes de la revolución islámica que protestaban por la protección que EE.UU. le brindaba al derrocado Sha de Irán irrumpieron en la embajada estadounidense en Teherán y tomaron más de 50 rehenes.
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Casi 15 meses duró el cautiverio, lapso en el cual Washington y Teherán rompieron relaciones diplomáticas, las cuales continúan congeladas. Han sido cuatro décadas de escaramuzas y tensiones entre ambas naciones que han trascendido el ámbito del Medio Oriente.
Pero volvamos a 1998, año del Mundial de Fútbol en Francia. El sorteo de la primera fase puso a los dos enemigos acérrimos, EE.UU. e Irán, en el mismo grupo junto con Alemania y Yugoslavia (si bien Yugoslavia se había desmembrado en 1991, las repúblicas de Serbia y Montenegro conformaron la República Federal de Yugoslavia, y con tal nombre participaron en competencias deportivas hasta el 2003).
El morbo se desató de inmediato tras el sorteo. El entonces presidente de la FIFA, Joseph Blatter, torció el gesto por lo que había deparado el azar, ya que aquello iba más allá de lo futbolístico. El presidente de la federación estadounidense bautizó al choque como “la madre de todos los partidos” y las más afiebradas autoridades iraníes empezaron a hablar del partido contra “la gran Bestia”, como llamaban al odiado rival.
La leña al fuego
Khodadad Azizi, delantero de la selección iraní, no tuvo reparos en calentar la previa: “Estados Unidos nos impuso una guerra de ocho años con Irak (1980-88) que costó la vida de medio millón de iraníes. Hay muchas familias de mártires deseando que ganemos. Tenemos esa obligación, es el partido de nuestras vidas”. Como curiosidad, Azizi jugaba entonces en el Colonia alemán y dos años después del Mundial fue contratado por el San José Earthquakes … de Estados Unidos.
Las leyendas urbanas hablan también de que los iraníes enviaron a dos miembros de su cuerpo técnico camuflados entre un grupo de profesionales de lucha libre para espiar los entrenamientos del contrincante y que fue prohibida una visita de cortesía del seleccionador estadounidense.
Lo cierto es que los líderes iraníes enfatizaron que su equipo no iba a ejercer como visitante (así lo señalaba el sorteo) ni que sus jugadores iban a salir detrás del rival y que se acercarían a saludar. Todo gesto tenía relevancia política.
La revista británica FourFourTwo llegó a calificar el choque como “el partido con más carga política de la historia de las Copas del Mundo”.
En los días previos al lance, la televisión francesa emitió la película “No sin mi hija”, filme en el cual una mujer estadounidense escapó de un estereotipado Irán por miedo a que su familia política convirtiera a su hija al Islam, lo cual desató las protestas de la delegación del país asiático.
La lección de diplomacia
Pero a medida que se acercaba el 21 de junio, la fecha del partido, los ánimos se iban moderando, y en ello tuvieron papel clave los mismos actores. Tabaré Ramos, uno de los astros del equipo de las barras y estrellas, no quiso entrar en polémicas: “Esto es un partido, no nos tiene que preocupar nada más. Ni la crisis de los rehenes ni nada. No he escuchado a ninguno de mis compañeros decir que tenemos que ganar con (Bill) Clinton, o cosas así”.
El director técnico iraní, Jalal Talebi, entró en sintonía con el jugador estadounidense: “No soy un político, soy un hombre de deporte, y si bien a veces no pueden separarse ambas cosas te puedo asegurar que no hay problemas. Por favor, no hagan de esto algo más grande, es solo un partido”.
El estadio Gerland, de Lyon, fue el escenario del cotejo. Ambos cuadros llegaron con una derrota a cuestas. Los iraníes habían caído 1-0 ante los yugoslavos y los estadounidenses habían sucumbido 2-0 ante los alemanes.
La corrección y el ‘fair play’ se impusieron de inmediato. Los 22 jugadores intercambiaron flores y banderines y se tomaron una foto todos juntos entremezclados como símbolo de fraternidad.
El partido en sí tuvo sus dosis de emoción, sabedores ambos equipos de que era su oportunidad para sumar puntos en vista del poderío de sus contrincantes europeos. Poco antes de que acabara el primer tiempo Irán abrió el marcador con gol de Hamid Estili. Faltando seis minutos para el final se puso 2 a 0 con tanto de su estrella Mehdi Mahdavikia. Todo parecía consumado, pero de inmediato EE.UU. descontó a través de Brian McBride. Irán se defendió con uñas y dientes y acabó venciendo 2 a 1.
Las celebraciones en Teherán y otras ciudades iraníes fueron apoteósicas, de igual o mayor magnitud que cuando se consiguió la clasificación al Mundial tras eliminar a Australia.
Finalmente, tanto iraníes como estadounidenses quedaron eliminados en primera fase. Pero la buena onda entre las federaciones de ambos países continuó y 18 meses después se pactó un amistoso en California que terminó 1 a 1.
La conclusión perfecta de aquel duelo la hizo Jeff Agoos, defensa de EE.UU. en aquel Mundial y que vistió 134 veces la casaquilla de su país: “En 90 minutos hicimos más por la paz que lo que hicieron los políticos de los dos países en 20 años”.