En algún momento de su adolescencia, mientras olvidaba cómo brillaban sus pelos rubios y lo ajustado que se debía llevar el cinturón negro de Taekwondo, Hayley Arceneaux todavía soñaba con ser astronauta. Su afán por conocer las estrellas se enfrentaba a cada quimioterapia a la que era sometida desde los 10 años.
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