El diputado europeo y expresidente catalán Carles Puigdemont posa durante una sesión de fotos en el Parlamento Europeo en Bruselas. (Foto: Kenzo TRIBOUILLARD / AFP).
El diputado europeo y expresidente catalán Carles Puigdemont posa durante una sesión de fotos en el Parlamento Europeo en Bruselas. (Foto: Kenzo TRIBOUILLARD / AFP).
/ KENZO TRIBOUILLARD
Agencia AFP

Carles Puigdemont era alcalde de Girona cuando se vio catapultado inesperadamente al frente del gobierno catalán, y fue él quien proclamó una independencia de que nunca se materializó.

Nacido en Amer, un pueblo montañoso de 2.200 habitantes a 100 km de Barcelona donde su familia conserva la pastelería de sus padres, Puigdemont, de 58 años, el segundo de ocho hermanos, defiende el independentismo desde hace décadas, cuando este era residual.

“En Cataluña muchos se han hecho independentistas por reacción alérgica a las políticas de Madrid. Pero él no, él siempre ha tenido estas convicciones”, explica su antiguo amigo, el articulista Antoni Puigverd.

Casado con una periodista rumana y padre de dos niñas, Puigdemont era prácticamente desconocido cuando asumió la presidencia regional en enero de 2016, con la única experiencia política de cinco años como alcalde de Girona, un gran feudo independentista, y profesional como director  de un diario regional.

Su rostro llegó a la escena mundial en octubre de 2017.

Puigdemont había llegado inesperadamente a la presidencia del gobierno regional catalán en 2016, desde la alcaldía de Girona, por la renuncia de Artur Mas, después de figurar en puestos lejanos a la cabeza en las listas de las elecciones regionales.

A él le correspondió liderar un movimiento independentista en plena efervescencia que no estaba dispuesto en 2017 a conformarse con menos que la secesión.

Tras proclamarla, y suspenderla en espera de negociaciones, el gobierno español de Mariano Rajoy intervino la administración regional y convocó elecciones autonómicas, invalidando así la tentativa.

Puigdemont se estableció en Bruselas, reclamado por la justicia española, en contraste con sus compañeros de gobierno que acabaron siendo juzgados y condenados, como su vicepresidente Oriol Junqueras, sentenciado a 13 años de cárcel y finalmente indultado en 2021 por el gobierno español de Pedro Sánchez, como el resto de los encausados.

Fuga a Bélgica

Dejó atrás a compañeros suyos en el gobierno, sentados en 2019 en el banquillo de los acusados en un macroproceso en el Tribunal Supremo.

Entre ellos estaba su número dos en el ejecutivo, Oriol Junqueras, a quien, en ausencia del expresidente, la fiscalía identifica como principal responsable de la rebelión.

Numerosos testigos en el proceso, sin embargo, situaron a Puigdemont en la cúspide del operativo como cuando, según varios agentes policiales, decidió mantener el referéndum a pesar de que le advirtieron de posibles disturbios.

Él siguió el juicio a distancia, instalado normalmente en la denominada ‘Casa de la República’, una mansión ubicada en Waterloo, la ciudad belga famosa por la derrota de Napoléon en 1815.

Las comparaciones con Junqueras, con quien mantenía una pugna para liderar el independentismo que se inclinó a favor de éste, cuyo partido ERC ganó las elecciones regionales de 2021, han sido una constante, especialmente desde sus rivales que lo acusan de “prófugo” y “cobarde”.

Pero ni las críticas ni los meses de atención mediática centrada en sus excompañeros consiguieron apartar del todo a Puigdemont y su partido, Junts per Catalunya, necesario para que ERC (Izquierda Republicana de Cataluña) tenga mayoría en el parlamento regional.

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