En la noche del 9 de noviembre de 1989 el muro de Berlín dejó de ser el símbolo de la Guerra Fría, la muralla física que dividía al capitalismo del comunismo. Stefan Herzberg, actual embajador alemán en el Perú, vivía en Japón cuando ocurrieron los hechos, pero como funcionario en Tokio fue testigo de las tensiones con los diplomáticos de Alemania Oriental. Treinta años después señala que la reunificación es un proceso que aún no ha terminado.
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— ¿Cómo se viven ahora las consecuencias de lo que pasó hace 30 años con la caída del muro de Berlín?
La caída del muro significa no solo la unificación de Alemania, sino la unión del continente. Es el acto final de la Guerra Fría y permitió la apertura e integración de países del este de Europa en un proceso orgánico para normalizar el continente. La ampliación de la Unión Europea es resultado del proceso que empezó en ese momento de 1989.
— ¿Qué ha faltado para una integración real y completa de los países del este?
Los países europeos y los alemanes, con el canciller Helmut Kohl a la cabeza, tomaron esta decisión política de la integración. Pero las condiciones no fueron tan perfectas. Económicamente, había muchas diferencias entre los países desarrollados en el oeste y los países que eran comunistas. Pero la integración permitió abrir mercados, el libre flujo de capitales, de personas.
— ¿Los alemanes del este se siguen sintiendo diferentes a los del oeste?
Después de la caída del muro hubo un proceso de casi un año para llegar a un acuerdo sobre cómo unificar a los dos países. Pero la gente en la República Democrática Alemana (RDA) quería una integración rápida a la economía. El resultado fue la integración de la RDA al sistema de la Alemania federal, por lo que todas las leyes del oeste se aplicaron a esta Alemania unificada, y esto tuvo efectos de una conversión de una economía planificada, como era la oriental, a una economía de libre mercado. Pese a que hasta ahora todos los alemanes pagamos un impuesto adicional por la reunificación, las actividades económicas en el este no tienen el mismo nivel que en Alemania occidental.
— Y en el aspecto social y cultural, ¿cómo ha quedado el sentimiento de los alemanes del este?
En este proceso de integración al sistema federal mucha gente se quedó sin trabajo y sintió que perdía algo, su identidad. Es muy difícil llegar a un punto donde todos se sienten como alemanes, porque tras décadas de división no podíamos ajustarnos de un momento a otro a las nuevas reglas sociales, culturales. Por ejemplo, la RDA tenía cunas libres para los niños porque más mujeres trabajaban y tenían ese sistema para que las mamás dejen a sus hijos en las guarderías. En la Alemania unificada no se adoptaron estas leyes de la RDA. Con este ejemplo quiero decir que algunos sintieron que perdieron con la reunificación, y todavía no se sienten parte, y esta es una de las raíces del populismo de derecha que está creciendo. Muchos se han sentido perdedores en el proceso de reunificación.
“La generación que realmente aprovechó la caída del muro son los jóvenes que tienen entre 30 y 40 años”.
Stefan Herzberg
— Pero 30 años después hay una generación de personas que crecieron en una Alemania unificada. ¿Ellos se ajustaron mucho mejor?
La generación que realmente aprovechó la caída del muro son los jóvenes que tienen entre 30 y 40 años. Más problemática es la generación que tuvo su formación en la RDA, que ya trabajaban y que ahora están retirados, pero que fueron despedidos de sus trabajos. Estos son los casos problemáticos.
— ¿Cuáles son las lecciones tras la caída del muro? ¿Qué faltó por aprender?
Para mí es una suerte histórica este proceso de unificación porque la Constitución de Alemania habla de unidad y ese es uno de los retos del país. La otra lección es que este es un proceso de acercamiento y reconciliación, son procesos de largo plazo, duran muchos años y son costosos.
— ¿Dónde estaba usted cuando cayó el muro?
Yo vivía en Bonn, en Alemania Occidental. Los de mi generación no viajamos mucho al este durante la Guerra Fría, con el muro no teníamos mucho interés en viajar ahí, pero sí íbamos a España, Italia. Yo entré al Ministerio de Relaciones Exteriores en 1987, pero me fui a Japón en mayo de 1989, así que vi el proceso de unificación de lejos, por televisión. Nosotros tuvimos que negociar con la embajada de la RDA en Japón para la entrega de bienes y papeles, pero el ministerio en Berlín oriental pidió que manden todos los papeles para destruirlos allá. Por razones políticas, no integramos a ningún funcionario de la RDA en nuestro ministerio, entonces todos perdieron su vida profesional.
— ¿La radicalización de algunos sectores en Alemania es una de las falencias de la reunificación?
Sí. Este grupo de la derecha, Alternativa para Alemania, es más fuerte en el este que en el oeste. Nosotros no queremos muros y queremos defender este sistema de integración. Vivimos la multiculturalidad y rechazamos estas tendencias de aislar o dividir a los alemanes y a los inmigrantes.