El eterno candidato a rey de Portugal espera su ocasión
El eterno candidato a rey de Portugal espera su ocasión
Redacción EC

Sintra, Portugal (EFE). El tiempo pasa y el duque de Braganza, legítimo heredero al trono de sigue disponible, a sus 69 años, ante una eventual oportunidad para ser rey en un país donde el modelo de Estado es una de las pocas cuestiones no sujetas a debate, ni siquiera en época de crisis.

Aunque insiste en que está dispuesto a reinar y en que, en un hipotético referéndum sobre monarquía o república, tendría serias opciones de ganar, está acostumbrado a llevar una vida que él mismo define como cómoda, pero alejada del lujo y la pompa propia del linaje real.

En una entrevista con EFE, Don Eduardo Pío repasa su propia historia, la del rey que pudo ser y no fue, mientras en el país vecino, España, la monarquía sigue vigente y al trono para suceder a su padre. Una responsabilidad "difícil", asegura.

Tras aparcar la auto que conduce, nos recibe en el salón de su finca, situada en el corazón de Sintra, a 30 kilómetros de Lisboa, y que cuenta con una villa grande y decadente acompañada de cuatro hectáreas de jardín, desde donde siguió atento la ceremonia de proclamación real en España por la televisión lusa, que la retransmitió en directo.

¿Envidia quizá? "No, al contrario, creo que está en una posición muy difícil, perdió su libertad en gran parte, siempre tendrá que estar preocupado por su seguridad (...). Y llega en un momento en que la unidad de España está puesta en causa".

No obstante, pese a los inconvenientes inherentes al cargo, se declara dispuesto a seguir los mismos pasos "si así lo quieren los portugueses", convencido de que la monarquía es el mejor sistema para evitar que Europa se convierta en una república federal en la que las naciones pierdan su razón de ser.

Rodeado de retratos de varios de sus antepasados y mientras el suelo de madera cruje bajo sus pies, el duque de Braganza reconoce que el momento en que vio más cerca la posibilidad de erigirse en rey fue en 1974, con el fin del régimen dictatorial de António de Oliveira Salazar y la llegada de la democracia.

"Cuando comenzó la democracia podría haberse hecho un referéndum -sobre el modelo de Jefatura de Estado-", rememora. Él, que era amigo de varios de los militares protagonistas de la Revolución de los Claveles por su pasado como piloto de la Fuerza Aérea, culpa a los comunistas y a la Unión Soviética de intentar imponer entonces una "dictadura marxista" e impedir el debate sobre la monarquía.

Al contrario que el dictador Franco en España con Juan Carlos de Borbón, Salazar no confió en Don Eduardo Pío como sucesor, pese a que permitió el regreso del exilio de la familia real en los 50 y a que tenía una "buena relación" con su tía, Filipa de Braganza.

Aunque lo recuerda como una "persona simpática e interesante" a la hora de entablar conversación y le reconoce varios logros a nivel económico, censura que no fuese capaz de "evolucionar políticamente".

"Salazar quería mantener un equilibrio. Por eso decía a los monárquicos: 'Tengan paciencia, llegará el momento adecuado'. Y a los republicanos: 'No se preocupen, la república no está en causa'. Y así fue manipulando a todos, hasta ser responsable de la situación caótica en la que entramos en 1974", apunta.

En los siguientes 40 años apenas ha habido discusión en Portugal sobre el modelo de Estado.

El Duque de Braganza convoca, cada tres meses, a su "consejo político" para debatir la actualidad, al que acuden desde rectores de universidad hasta ex diputados y sindicalistas, y también todos los años, el 1 de diciembre, dirige un mensaje a la nación.

Reminiscencias todas ellas de un pasado para el que hay que remontarse hasta 1910, cuando Manuel II, primo de su padre, fue depuesto y se instauró la República en suelo luso.

Alto y con un poblado bigote que se ha convertido en su principal seña de identidad, Don Eduardo Pío se declara "moralmente conservador y liberal en la política", además de ser un fervoroso católico.

Padre de tres hijos, no contrajo matrimonio hasta rondar el medio siglo de vida, lo que hizo peligrar la descendencia real.

Acompañado de su perro "Kiko", un enorme pastor transmontano blanco, el Duque de Braganza califica su propiedad de Sintra como su particular "conquista revolucionaria", ya que la compró por cuatro millones de escudos (unos 20.000 euros al cambio) en 1975, cuando el Gobierno nacionalizaba casas sin ocupar, lo que llevó a sus dueños originales a querer desprenderse de ella rápidamente.

Sin ingresos públicos de ningún tipo, vive de las rentas que le producen el alquiler de varios inmuebles en Lisboa y Brasil, y trabaja como "asesor" externo para empresas que quieren exportar, sobre todo a países como Timor Oriental, del que es un gran conocedor y donde viaje con frecuencia.

Recuerda bien las estrecheces pasadas por su familia en el exilio, que contrastan con otros privilegios debidos exclusivamente a su linaje real, como ser ahijado del papa Pío XII.

La memoria le falla sin embargo cuando se le pide confirmar su edad. "¿Si tengo 69 años? Creo que no, nací en 1945, no puede ser... ¿Eso da 69? ¿Ya? Como nunca lo festejo, no hago las cuentas", arguye azorado, prueba de que para él, eterno aspirante al trono de Portugal, el tiempo comienza a pasar demasiado deprisa.

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