La brusca interrupción del suministro de gas ruso a Polonia ha obligado a Varsovia a adelantar sus planes de independencia energética de Moscú y, a pesar de los mensajes tranquilizadores del Gobierno, lo que antes era un plan a largo plazo ahora se ha tornado en emergencia.
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Polonia consume más de 20.000 millones de metros cúbicos de gas al año, de los cuales aproximadamente la mitad provenían hasta ahora de Rusia, según el GUS, el Instituto Estadístico Nacional polaco.
Reconfigurar el sistema de suministro energético de un país de casi 40 millones de habitantes, en un momento en que en muchos hogares polacos aún se precisa de calefacción, es algo imposible de improvisar, pero el fin del suministro ruso es una situación para la que Varsovia se viene preparando desde hace años.
“Nos íbamos a independizar del gas ruso a nuestra manera, y ahora lo tendremos que hacer de cualquier forma”, declaró el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, pocas horas después de que se confirmase el miércoles el corte en el gas ruso.
Morawiecki reiteró además sus referencias al “chantaje” y a la “venganza por las sanciones” del presidente ruso, Vladímir Putin, que había exigido a los clientes extranjeros “hostiles” el abono en rublos de sus importaciones de gas, medida que Polonia rechazó.
Este viernes, desde una estación distribuidora de gas en las afueras de Varsovia, el primer ministro tranquilizó a los polacos y afirmó, desafiante, que el país no sólo tenía sus reservas de gas “al 78 %” de su capacidad, frente al 30 % de media de los otros países de la Unión Europea (UE), sino que esos depósitos se llenarían “hasta el 100 %”.
El primer ministro polaco se ofreció incluso a ayudar a los vecinos checos a alcanzar la independencia energética de Rusia, mediante la venta de gas licuado a Praga y la construcción del gasoducto “Cigüeña 2″.
En línea con la tónica del Gobierno, el analista Robert Tomaszewski, de la consultora Polytika Insight de Varsovia, declaró al diario “Rzeczpospolita " que lo ocurrido con el suministro ruso “era de esperar” y que, al contrario de lo que podría ocurrir en otros países, en Polonia “por ahora no hay riesgos de corte en el servicio”
La tranquilidad con que se afronta el corte de suministro se basa en que este domingo entrará en funcionamiento la conexión con un gasoducto lituano, mientras que para octubre está prevista la inauguración de la “tubería báltica” polaco-noruega, con una capacidad que iguala el volumen que hasta ahora proporcionaba Gazprom.
La terminal de gas natural licuado (GNL) de Świnoujście (norte) cubre desde 2015 una cuarta parte de las necesidades de gas del país.
Según el Gobierno, Polonia dispone en la actualidad de aproximadamente tres cuartas partes de los 23.300 millones de metros cúbicos que es capaz de almacenar, lo que significa que en estos momentos el país tiene asegurado el 85 % de sus necesidades anuales en base a las reservas.
Esta cifra resulta tranquilizadora, teniendo en cuenta los pasos adoptados para diversificar proveedores de cara al futuro.
EL GAS DISPARA LA INFLACIÓN
Sin embargo, un efecto secundario del corte de gas ruso puede ser el incremento de la ya alta inflación (“putinflación”, en palabras de Morawiecki), que esta semana alcanzó el 12,3 % interanual, según el Instituto de Estadística polaco, una cifra que no se alcanzaba desde 1998.
Los millones de clientes polacos de la empresa estatal energética PGNiG recibieron principios de año una información sobre las nuevas tarifas para 2022, con un incremento del 54 % en el caso del gas y un 24 % para la electricidad, y ya se ha anunciado que es más que probable un nuevo reajuste al alza en estos precios.
El contrato que Polonia mantenía con Gazprom databa de 1996 y fue renovado en 2010, no solo por conveniencia logística, sino también por sus precios.
Es de esperar que un cambio en los proveedores repercuta negativamente en el importe que las industrias y consumidores pagan por la energía que consumen, y como consecuencia los precios de bienes y servicios podrían subir.
No obstante, según una encuesta recientemente publicada en la prensa polaca, hasta el 90 % de los polacos se declara dispuesto a afrontar un mayor coste en sus facturas de gas y electricidad a cambio de que Rusia cuente con menos recursos para sostener su guerra contra Ucrania.
“La cuestión no es si esto se acepta o no, la cuestión es hasta dónde somos capaces de soportarlo”, se preguntaba al respecto este viernes Michal Wisniewski, un columnista de la prensa económica.
“El corte de Gazprom nos recuerda que uno debe tener cuidado con sus deseos, porque pueden convertirse en realidad”, concluyó.
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