Dice Ernesto Álvarez en un artículo en el diario “Expreso” que, “en Italia, desgarrada por las equivocadas políticas socialdemócratas, surgió con fuerza la figura de Giorgia Meloni, refrescando el espacio de la derecha, […] fue inmediatamente catalogada de ‘extrema derecha’ para frenar su ascenso, tratando de preservar la desgastada coalición de izquierdas globalistas”.
Antes de las recientes elecciones generales, ¿gobernaba Italia una “coalición de izquierdas globalistas” que impuso “equivocadas políticas socialdemócratas”? Entre el 2018 y el 2021, el primer ministro fue Giuseppe Conte, y entre junio del 2018 y setiembre del 2019 su coalición parlamentaria no incluyó a ningún partido de izquierda: la formaban el inclasificable Movimiento 5 Estrellas (M5E) y La Liga, partido de derecha radical que hoy forma parte de la coalición que dirige Meloni. A esas fuerzas, Conte sumó el respaldo de la principal fuerza de izquierda (el Partido Democrático), solo entre setiembre del 2019 y febrero del 2021. Entre febrero del 2021 y julio del 2022, el primer ministro fue Mario Draghi, cuya coalición parlamentaria incluía, entre otros, a Forza Italia y a La Liga, partidos de derecha hoy aliados de Meloni.
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Las políticas contra las que se quejó la coalición entre el M5E y La Liga y por las que, luego, retiraron su respaldo al gobierno de Draghi, fueron en buena medida políticas de austeridad auspiciadas por instancias de una Unión Europea cuyos principales dirigentes eran entonces Angela Merkel y Emmanuel Macron, ninguno de ellos de izquierda.
Según Álvarez, “la extrema derecha […] parte de los mismos orígenes filosóficos que el colectivismo marxista, […] y es profundamente estatista, aunque utiliza un nacionalismo exacerbado para sustentar su aversión al mercado y a la democracia”. Bajo esa definición habría que suponer que Augusto Pinochet, al no ser estatista, no era de extrema derecha. Salvo, claro, que se recuerden políticas como la intervención de su gobierno para rescatar empresas privadas con fondos públicos. Pero, bajo ese criterio, Ronald Reagan y Donald Trump también calificarían como estatistas.
Por lo demás, una publicación liberal para público empresarial como “The Economist” define así las propuestas de Hermanos de Italia (el partido de Meloni): “Su credo económico es estatista, corporativista y nacionalista. […] llama a volver a nacionalizar empresas. En la retórica de Meloni, la inversión extranjera directa es una amenaza y los mercados de capitales son un semillero de especulación”.
Tampoco queda claro por qué Álvarez cree necesario defender a Giorgia Meloni del cargo de provenir de la “extrema derecha”, dado que fue militante del Movimiento Social Italiano, heredero de la dictadura de Benito Mussolini, a quien solía elogiar en su juventud. Es cierto que luego hizo un ‘mea culpa’ parcial respecto a esas declaraciones, pero sigue manteniendo el lema que acuñara el Partido Nacional Fascista de Il Duce en 1931: “Dios, patria y familia”. Podría argumentarse que ese lema ha sido enarbolado por conservadores que no necesariamente comparten o conocen siquiera ese origen, como el nuevo alcalde de Lima, Rafael López Aliaga. Pero Meloni no solo empleó ese lema, elogió a Mussolini, propuso políticas estatistas o fue militante del Movimiento Social Italiano. Aun hoy, su partido sigue utilizando el símbolo del Movimiento Social Italiano (una flama con los colores de la bandera de Italia).
Tal vez hechos como que Hermanos de Italia solo obtuvo un 26% de los votos, que necesitará forjar alianzas parlamentarias o que preferiría no renunciar a los fondos de recuperación de la Unión Europea (cuyo desembolso exige la adopción previa de ciertas políticas públicas), contribuyan a moderar su gestión gubernamental. Pero el origen político del partido de Meloni está firmemente anclado en la extrema derecha.