El cardenal italiano Giovanni Angelo Becciu acaparó la atención internacional en setiembre del 2020, cuando el papa Francisco lo invitó a renunciar a sus prerrogativas. Era el castigo por estar implicado en desvíos de fondos para sus propios beneficios.
A Becciu se lo acusaba de tomar dinero de la Secretaría de Estado –donde se desempeñó como el “número dos de la poderosa” instancia- para comprar un edificio de lujo en Londres. También se decía que había tomado cientos de millones de euros provenientes de donaciones para invertir en negocios.
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Él, por supuesto, negó los cargos. “No entendí bien por qué el Papa me hizo esto. Quiero saber más porque esta gravedad para mí no está bien”, respondió.
“Mi conciencia está limpia y sé que siempre he actuado en interés de la Santa Sede y nunca en el mío personal. Aquellos que me conocen bien pueden dar fe de eso”.
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A pesar de sus palabras, el proceso continuó. Y, el último jueves 17 Becciu fue interrogado como acusado en un tribunal del Estado de Ciudad del Vaticano.
Los jueces no solo deberán decidir si él estuvo involucrado en compras irregulares, sino también dilucidar si “favoreció a su familia con el envío en tres pagos de 225 mil euros a una cooperativa que daba empleo a personas sin recursos, pero gestionada por su hermano”.
Además, también está en entredicho el “extraño pago de 500 mil euros a una supuesta ‘agente secreta’, teóricamente para liberar a misioneros secuestrados en África”.
Becciu todavía mantiene su discurso: “Me han retratado como un hombre corrupto: con avaricia de dinero, deslealtad al Papa y preocupación únicamente por el bienestar de mi familia”
Según el portal ABC, los abogados del cardenal están tranquilos. Para ellos, “se ha demostrado con la fuerza de la evidencia absoluta, el correcto uso de las sumas gestionadas por la Secretaría de Estado, con el único y exclusivo fin de la caridad”.
Y agregaron: “La sospecha de irregularidades ha sido así eliminada, confirmando la inocencia del cardenal, que él siempre ha mantenido”.
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Un proceso trascendental
“Este juicio, creo yo, es trascendental”, opina el historiador experto en temas religiosos Juan Fonseca. Él plantea dos razones. La primera es el cargo del acusado. “Es la primera vez que un cardenal es sometido a este tipo de procesos judiciales, y no se trata de cualquier persona”.
“Él estaba entre los más poderosos, con un puesto importante en la Secretaría del Estado, la instancia administrativa más influyente en la estructura burocrática del Vaticano”.
En segundo lugar, este proceso da cuenta de que la política del papa Francisco sobre el manejo de los asuntos internos de la Iglesia Católica, está dando “algunos frutos”. “Subrayo ‘algunos’ porque no es suficiente”, anota Fonseca.
“Los dos grandes problemas que ha enfrentado la Iglesia en los últimos años, y que se han evidenciado ante el mundo, son el escándalo de la pederastia clerical, y el descubrimiento de manejos oscuros en las finanzas vaticanas”.
“Este caso muestra que se están tomando medidas muy concretas con respecto a lo segundo”.
Cambio de mirada
Que esté ocurriendo este juicio bien podría ser interpretado como un cambio dentro de la Iglesia Católica. Adrede o no, la institución estaría apostando por reconocer ciertos principios dentro de su estructura longeva.
Fonseca dice: “Por ejemplo, el principio de la transparencia; es decir, que los fondos sean manejados de forma clara. Y, en todo caso, que el dinero tiene que estar sujeto al control de la ley, y que las normas deben aplicarse al margen de quien utilice los recursos”.
También se puede hablar de una apuesta por el manejo moral de los recursos de la Iglesia. “Por muchos años, hubo jerarcas que asumían que podían manejar a su discreción los fondos, que suelen ser aportes de los fieles, y usarlos como si se tratara de una empresa sin rigores éticos”.
Habría que esperar, sostiene Fonseca, que este proceso sea un ejemplo para el resto de integrantes de la burocracia vaticana. Y no solo para ellos, sino para otras instancias subordinadas.
“Me refiero a lo que sucede dentro de las iglesias nacionales, en el manejo de fondos en diócesis o archidiócesis, incluso en parroquias, donde estas malas prácticas suelen ser muy comunes”.
“Pero, al menos desde las normas internas, ya hay algunas medidas que son importantes para dar un buen ejemplo al resto de la Iglesia”.
Los casos que se investigan
Tanto Becciu como otras nueve personas están involucradas en tres casos:
- La compra, con fondos reservados, de un departamento en Londres. Según ABC, en el proceso se habrían involucrado “empleados corruptos” que buscaron saquear “las arcas de la Santa Sede” que finalmente “perdió unos 217 millones de euros”.
- Los tres pagos de 225 mil euros a una cooperativa liderada por el hermano de Becciu.
- El pago de 500 mil euros “a una supuesta ‘agente secreta’, teóricamente para liberar a misioneros secuestrados en África”, y quien gastó el dinero en “productos de lujo”.
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