En un terreno gélido, salpicado de coníferas y abedules, descienden soldados de un vehículo blindado y se hunden en la nieve para dirigirse hacia un bosque cercano. Las maniobras “Winter Camp” de la OTAN en Estonia, a 100 km de la frontera con Rusia, son una dura prueba para sus efectivos.
Previstos desde tiempo atrás, estos ejercicios conjuntos anuales, en los que participan 1.300 soldados británicos, franceses y estonios, se revelan especiales dado que Rusia ha desplegado más de 100.000 efectivos más al sur, en sus límites con Ucrania, en protesta por la presencia militar de la OTAN junto a sus fronteras.
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“Estas maniobras constituyen una ocasión para demostrar nuestra capacidad para trajinar en las condiciones más exigentes, en medio del frío y el bosque. Y también para demostrar que podemos enfrentar cualquier desafío que se nos presente”, explica el teniente coronel Simon Worth, comandante del batallón franco-británico en el marco de los ejercicios de la OTAN en Estonia.
Sobre una superficie blanca que se extiende hasta donde alcanza la vista, “nos cansamos un poco más al marchar, con el peso del chaleco antibalas, la mochila y armamento. Acabo de hundirme casi un metro en la nieve...”, afirma el soldado de primera clase Kibinda, arma en mano.
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Este joven militar es uno de los 300 efectivos franceses que llegaron a Estonia, donde estarán estacionados durante un año, con 12 tanques Leclerc y 8 VBCI (vehículo blindado de combate de infantería), integrados en esta misión de “Presencia Avanzada Reforzada” en los países Bálticos.
El objetivo de su presencia es tranquilizar a las tres ex repúblicas soviéticas muy preocupadas ante la actitud considerada amenazante por parte de Moscú hacia Ucrania.
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“No vinimos aquí para provocar a los rusos. Nuestro despliegue es preventivo, disuasorio y no agresivo”, asevera el coronel Eric Mauger, jefe de los efectivos franceses en Estonia. “Pero estamos preparados y podríamos resistir a la espera de refuerzos”, matiza.
Hielo y pantanos
Con las maniobras “Winter Camp” de la OTAN, en medio de temperaturas de hasta -25ºC, se pone a prueba la resistencia de soldados y los equipamientos en condiciones mucho más extremas que en Francia o el Reino Unido. Y, por completo diferentes al entorno semidesértico en el que operan habitualmente los soldados franceses, en la región africana del Sahel donde están desplegados desde 2013.
“Aquí, la primera gran dificultad es el terreno: como pueden ustedes ver, el clima es particularmente duro y el suelo muy pantanoso, lo que nos impide maniobrar con soltura y corremos el riesgo de empantanarnos”, destaca el capitán Julien, del 5º regimiento de dragones, vestido con uniforme de fajina de invierno.
“Pero esto endurece a nuestras tropas, que en los últimos años se han acostumbrado a operar en Malí o Níger, por lo que cosntituye un valor agregado”, añade.
A centenares de metros, un imponente tanque Leclerc yace al costado de un camino nevado. Los tarugos añadidos a sus orugas no pudieron evitar que saliera de la carretera.
“El frío maltrata un poco a nuestros vehículos. Debemos mantenerlos con sumo cuidado para evitar que se dañen los motores”, explica el teniente coronel Nicolas, comandante segundo del grupo franco-británico.
Por su parte, los estonios también cumplen con su papel.
“Para nosotros, diría, éste es un invierno normal. Aportamos nuestra experiencia sobre el terreno, apoyando al (mantenimiento del) equipamiento que necesitan para protegerse”, señala a la AFP el coronel estonio Andrus Merilo.
Bajo una carpa cubierta con una lona blanca, para camuflarse en la nieve, un soldado británico prepara su té.
“En medio de este clima, lo más peligroso es tener los pies fríos. Es necesario mantener el calor corporal para poder ser operativo”, explica el cabo Liam, quien calza unas botas hasta las rodillas. “Cuando el frío te afecta estando en posición estática, las cosas comienzan a complicarse, y mucho. No obstante, hemos aprendido a adaptarnos”.
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