Una horrible muerte tuvieron los 39 ciudadanos vietnamitas que perecieron en la parte trasera de un remolque en un parque industrial en Essex, a 15 km al este de Londres, en octubre del 2019. La noticia arrojó luz sobre el mundo subterráneo del tráfico y la trata de personas en Reino Unido, informa Cat McShane, periodista de la BBC.
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Ba es pequeño para tener 18 años. Estamos sentados en una cocina bien iluminada, mientras un perro Jack Russell corretea entre nosotros y por debajo de la mesa.
La madre adoptiva de Ba se queja en el fondo, prepara el almuerzo y ocasionalmente interrumpe para aclarar o agregar detalles al relato del viaje del joven desde Vietnam a Reino Unido.
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Ba ha vivido aquí durante casi un año. Se mudó con sus padres adoptivos después de ser encontrado vagando, confundido y asustado, alrededor de una estación de tren en el norte de Inglaterra, solo con la ropa que llevaba puesta.
“Pero ahora te sientes seguro, ¿no?”, le pregunta su madre adoptiva.
Su historia es extraordinaria, pero aún así, típica del creciente número de hombres y mujeres vietnamitas reconocidos como posibles víctimas de la trata de personas en Reino Unido.
Durante varios años, la vietnamitaha sido una de las tres principales nacionalidades de las víctimas de casos esclavitud moderna remitidos a la Agencia Nacional contra el Crimen de Reino Unido.
En el 2018, las autoridades registraron 702 casos de vietnamitas en alguna situación de explotación.
La organización The Salvation Army, que apoya a las víctimas adultas de esclavitud moderna en Reino Unido, dice que el número de vietnamitas que ha atendido se ha más que duplicado en los últimos cinco años.
Se estima que 18.000 personas viajan de Vietnam a Europa cada año.
Secuestro
Ba cree que una pandilla china fue la que lo traficó a Reino Unido.
Fue secuestrado en las calles de la ciudad vietnamita de Ho Chi Minh, vivía de la indigencia, durmiendo cerca de una alcantarilla.
Vendía boletos de lotería para ganar dinero, a veces lo golpeaban y le quitaban sus ingresos.
Un informe de 2017 de Unicef describe la ciudad de Ho Chi Minh como “un lugar de origen, transición y destino de la trata de niños”.
Numerosos menores vietnamitas traficados denunciaron haber sido secuestrados mientras vivían en las calles, según un informe de 2018 de organizaciones benéficas contra la trata de personas.
“Un hombre mayor me dijo que si me iba con él, podría ayudarme a ganar mucho dinero. Pero le dije que no y me puso una bolsa en la cabeza. No podía creer lo que estaba pasando”, dice Ba.
Luego lo metieron en una pequeña furgoneta, atado y con los ojos vendados.
En algún momento, los captores de Ba cambiaron, y dejó de entender el idioma que hablaban.
Cuando finalmente se detuvieron y le quitaron la bolsa de la cabeza, Ba se encontró en un gran almacén vacío y sin ventanas en China, y le dijeron que esperara.
“Sabía que se estaban preparando para enviarme a algún lugar a trabajar”, cuenta.
Agua hirviendo
Durante los meses que Ba estuvo retenido allí, un guardia lo golpeaba regularmente.
“No sé por qué”, dice Ba encogiéndose de hombros, “no había razón”.
Cuando lo atraparon tratando de escapar, su castigo fue mucho peor que patadas y puñetazos: el guardia le echó agua hirviendo sobre su pecho y brazos.
“Fue una agonía. Le gritaba para que se detuviera, pero no hacía caso”, dice.
Ba quedó inconsciente por el dolor. “Me quedé quieto durante días. No podía caminar. Me dolió durante mucho tiempo”, asegura.
Su madre adoptiva agrega que sus cicatrices son un recordatorio permanente de lo que le sucedió.
“Jardinero”
Ba fue trasladado a Reino Unido en una serie de camiones. Recuerda el silencio del contenedor final, donde la carga humana iba escondida entre cajas.
El silencio se rompía solo por el susurro del cartón que se rasgaba, para ser utilizado como aislamiento del frío. Su camiseta de manga larga le ofrecía poca protección.
“Siempre tuve miedo en el viaje y estaba muy cansado. Pero no podía dormir porque estaba muy preocupado. No sabía lo que me estaba pasando. No me dijeron nada sobre a dónde iba”, recuerda.
Ba estaba destinado a trabajar como “jardinero” en el comercio ilegal de marihuana en Reino Unido, que se valora en alrededor de US$3.300 millones al año.
Lo encerraron en una casa abandonada de dos pisos rodeada de bosques, y le dijeron que cuidara las plantas que crecían allí.
Debía encender y apagar las luces sobre las plantas a horas determinadas y regarlas cada ciertas horas.
Pero también fue tratado con violencia. Cuando una planta moría, dejaban a Ba con hambre y un jefe chino lo pateaba, apuntando a las quemaduras en su pecho.
Ba nunca recibió ningún pago por sus labores y tampoco le dijeron que estuviera trabajando para pagar su pasaje a Reino Unido. Era un esclavo.
“¿Cómo resistí? Me decía a mí mismo que siguiera comiendo, que siguiera trabajando y que esperara la oportunidad de escapar”, dice.
Vida británica
Finalmente huyó rompiendo una ventana del techo y saltando al suelo. Luego corrió todo el tiempo que pudo.
“Estaba asustado, deprimido y en pánico. Si me hubieran atrapado, me hubieran golpeado aún más”, dice Ba. Pero tuvo que correr ese riesgo, porque su vida en la granja de cannabis era “insoportable”.
Sin saber en qué dirección dirigirse, siguió el camino de una línea de tren. Solo tenía un paquete de galletas para comer. “Ni siquiera sabía que estaba en Inglaterra”.
La línea de tren, como era de esperar, lo llevó a una estación, y a lo que para él fue un encuentro muy feliz con la policía británica de transporte. “Había pasado mucho tiempo desde que alguien había sido amable conmigo”, dice.
Ahora Ba está adaptado a la vida británica. Recientemente ganó un premio en la universidad por sus calificaciones y celebró su primera Navidad. Nunca había abierto un regalo antes.
La traductora que lo conoció cuando fue puesto bajo custodia policial dice que la transformación es notable. Ella recuerda lo flaco y asustado que estaba.
A Ba le gusta la tranquilidad de la pequeña aldea en la que vive, llena de viejas cabañas de piedra.
Las multitudes lo ponen ansioso. Tiene miedo de ver al hombre que lo mantuvo cautivo en la granja de cannabis y le pateaba el pecho herido.
Esclavitud
El joven no sabe si le permitirán quedarse en Reino Unido. Su última reunión en el Ministerio del Interior para discutir su solicitud de asilo no salió bien.
El funcionario trató de persuadirlo de que si regresaba a Vietnam las autoridades lo ayudarían, algo que Ba considera imposible de creer en ello.
Está seguro de que si regresa, será traficado nuevamente.
Esa es una preocupación compartida por Mimi Vu, experta vietnamita en tráfico de personas.
Vu dice que las personas que han sido traficadas y devueltas corren un grave riesgo de ser traficadas nuevamente, especialmente si sus traficantes afirman que les deben dinero.
Cuando se encontraron los cuerpos de 39 ciudadanos vietnamitas en Essex en 2019, se informó que se trataba de migrantes económicos de algunas de las regiones más pobres de Vietnam, que habían obtenido préstamos de hasta US$39.000 para llegar a Reino Unido.
Habían puesto sus casas como garantía y, de haber sobrevivido, se habrían visto obligados a pagar su pasaje, trabajando ilegalmente en granjas de marihuana, salones de manicura y restaurantes.
Es posible que nunca sepamos lo que les prometieron a esas 39 personas, pero es probable que algunas de ellas hubieran terminado en condiciones de esclavitud.
Explotación sexual de mujeres
Jakub Sobik, de la organización Anti Slavery International, dice que los vietnamitas que han recibido préstamos para pagar su viaje son más vulnerables a ser explotados.
Mientras que los vietnamitas hombres suelen ser desviados a las fábricas de cannabis, las mujeres vietnamitas corren el riesgo de ser explotadas sexualmente.
“Creen que pagan para ser contrabandeados en la búsqueda de una vida mejor, pero terminan siendo víctimas de trata”, señala.
“El hecho de que tengan que esconderse de las autoridades facilita las cosas para los traficantes. Es un delito estar aquí y no pueden arriesgarse a ser deportados a Vietnam debiendo grandes cantidades de dinero”, añade.
Mientras que los hombres suelen ser desviados a las fábricas de cannabis, las mujeres vietnamitas corren el riesgo de ser explotadas sexualmente.
Leí un relato de un niño de 15 años que dijo que mientras trabajaba en una fábrica de marihuana, escuchaba gritos de mujeres. Creía que estaban siendo abusadas sexualmente.
Ba todavía sufre pesadillas y recuerda su época en manos de los traficantes.
Está esperando nerviosamente una decisión sobre si se le otorgará asilo. Pero recientemente comenzó a recibir terapia y, día a día, bajo el cuidado amoroso de sus padres adoptivos, comienza a sentirse más seguro.
El nombre de Ba ha sido cambiado para proteger su identidad.