"La irracional elección del joven e inexperto comediante Volodimir Zelenski, de 41 años, es un suicidio colectivo: la expresión de la desesperanza de un pueblo asqueado de sus políticos". (AFP)
"La irracional elección del joven e inexperto comediante Volodimir Zelenski, de 41 años, es un suicidio colectivo: la expresión de la desesperanza de un pueblo asqueado de sus políticos". (AFP)
Virginia Rosas

El dilema que se vive en -donde un conocido comediante de televisión, , acaba de arrasar en las elecciones presidenciales con una votación sin precedentes en la historia (73,2%)- es que nadie sabe si el electorado, harto de la clase política, votó por él o por Vasil Holoborodko, el personaje que este encarna en un popularísimo programa de televisión: “El Servidor del Pueblo” en el que un profesor de Historia se convierte de pronto y, a pesar suyo, en presidente de su país tras un exabrupto contra la corrupción, proferido en plena clase.

Holoborodko encarna una insolencia reprimida contra la clase política, tras décadas de idealización a figuras providenciales que, supuestamente, llegaban a salvar el país del sistema corrupto enquistado en el poder.

Un diplomático europeo resume con ironía en el diario “Le Monde” el malestar de los electores, “el rechazo contra los políticos es tan grande que, como en la Roma antigua, podrían haber elegido a un caballo”. Zelenski no solamente es un absoluto outsider en política, sino que ha hecho de esta su mayor motivo de burla. Por lo demás, desconoce absolutamente todo de los arcanos de la administración pública. Quería, por ejemplo, abrir sucursales de los ministerios en las principales ciudades. Hasta que le soplaron al oído que eso era imposible de hacer. Y no solo por razones económicas.

Una primavera de esperanza vivió el país en el 2013, con el Euromaidán, como se llamó a una serie de manifestaciones y revueltas que terminaron derrocando al presidente Viktor Yanukovich, del Partido de las Regiones (prorruso). El movimiento se desató cuando, el 20 de noviembre, el gobierno suspendió el Acuerdo de Asociación y el Acuerdo de Libre Comercio con la Unión Europea. En el 2014 el multimillonario Petro Perochenko fue ungido como salvador. Cinco años después apenas obtuvo el 24% de votos frente al comediante.

Ucrania es un país empobrecido, con 44 millones de habitantes y 6 millones que viven en el exterior, con tasas de desempleo tan altas que se calcula que mensualmente unas 100 mil personas lo abandonan para buscar trabajo en el extranjero. Paradojas de la vida, la mayoría (dos millones hasta el momento) emigra a Polonia para reemplazar la mano de obra que dejan libre los polacos que, a su vez, se van a trabajar al Oeste -a los países de la UE- de la que forman parte en calidad de parientes pobres.

Tener como vecino a Rusia, apostando a toda costa a la división y anexión del territorio, no es poca cosa. Desde la invasión y adhesión de la península de Crimea –no reconocidas por la comunidad internacional que le ha aplicado sanciones económicas- las hostilidades no cesan. Como muestra de que no le facilitará las cosas a Zelenski, Vladimir Putin anunciaba, durante la campaña, la prohibición de exportar petróleo a Ucrania e iniciaba el reparto compulsivo de pasaportes rusos en las regiones separatistas.

La irracional elección del joven e inexperto comediante, de 41 años, es un suicidio colectivo: la expresión de la desesperanza de un pueblo asqueado de sus políticos.

¿Podrá la dupla Zelenski/ Holoborodko sobrevivir a las presiones de un sistema que se alimenta de la debilidad del Estado y de sus instituciones? Es poco probable. Mientras tanto, el mundo contempla cómo el país se balancea entre la comedia y la tragedia y espera el final de la función con el corazón en la boca.

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