(Foto: AFP)
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Mario Castro Ganoza

En lo que va del 2017, Corea del Norte ha realizado 16 lanzamientos de misiles balísticos contra las costas japonesas. Una costumbre que el régimen de Pyongyang comenzó en el 2012, año desde el cual ha realizado 82 lanzamientos, a un promedio de 14 por año.

A esta provocación que tuvo su último episodio el pasado jueves, se le suman las seis pruebas nucleares que desde el 2006 ha realizado el belicoso vecino. Sin embargo y a pesar de una amenaza tan evidente como repetitiva, lo cierto es que la población japonesa no se encuentra preparada para hacer frente a una amenaza de esta envergadura, y mucho menos cuenta con infraestructuras diseñadas para soportar un ataque aéreo.

“No sabría que hacer o hacia dónde correr si nos lanzan un misil”; “No creo que podamos protegernos en caso de que Corea del Norte nos ataque con un misil”; “Las autoridades nos dicen que nos tiremos al piso y nos cubramos la cabeza con los brazos, o que busquemos un edificio de concreto donde ingresar, ¿pero eso realmente nos protegerá?”, son algunas de las dudas de la población que los medios locales han recogido en los últimos días.

Conocido por ser un país con una profunda cultura de la prevención, la ignorancia de la ciudadanía sobre cómo reaccionar ante un ataque aéreo y el letargo de las autoridades para capacitarlas, puede tener su origen en la poca credibilidad que siempre han tenido las amenazas lanzadas por el régimen norcoreano, país que según los analistas internacionales carece de la tecnología bélica suficiente como para desarrollar armas de gran poderío, más allá de las convencionales. Bravuconadas que ahora pueden convertirse en realidad.

Sin embargo y ante la escalada de lanzamientos registrados durante todo el 2016 y principios de este año, en abril pasado y por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, el gobierno decidió instruir a su población sobre cómo responder ante la eventualidad de un ataque enemigo.

Luego de más de 70 años de paz, la ciudadanía despertó a la posibilidad de verse atacada, y si bien no entró en pánico sí se puso manos a la obra. La muestra más clara fueron las visitas registradas en la página web de Defensa Civil, las cuales saltaron de 400 mil a 5,7 millones en un mes. Mientras esto sucedía a nivel digital, las poblaciones de la costa noroeste del país ubicadas frente a Corea del Norte comenzaron a realizar simulacros de ataques aéreos, y más de 40 cadenas de televisión y 70 periódicos en todo el país iniciaron una campaña que culminó a fines de julio pasado, para instruir a la población sobre las medidas que debía tomar en caso de ser atacada con misiles.

Adicionalmente, el gobierno potenció un sistema de alarma temprana conectado a todos los teléfonos celulares, el cual se activó el pasado 29 de agosto a las 05:58 horas cuando Corea del Norte realizó su penúltimo lanzamiento, despertando y poniendo en estado de alerta a 12 prefecturas ubicadas en el norte del país.

Un sistema que si bien demostró que funciona a la perfección, puede resultar completamente inútil debido al factor tiempo. Un misil disparado por Corea del Norte se demora de 10 a 11 minutos en alcanzar cualquier punto del territorio japonés, y solo puede ser detectado de cuatro a cinco minutos después de haber sido lanzado, lo cual le daría a los japoneses un máximo de seis minutos para ponerse a buen recaudo, tres a cuatro veces menos tiempo que el que se demoran las olas de un tsunami en alcanzar la costa.

--- Coartada perfecta ---

Todas estas campañas y sistemas de prevención ante las amenazas del régimen norcoreano, que en junio pasado prometió "reducir a cenizas el archipiélago japonés”, no hacen más que brindarle sustento a la intención del primer ministro Shinzo Abe de modificar la Constitución pacifista del país, ya que siempre ha puesto como argumento para ello el crecimiento de China y la amenaza de Corea del Norte.

Lo que exactamente propone el mandatario, es modificar el artículo número 9 de la Carta Magna que le impide a Japón realizar operaciones militares en el extranjero, a menos que estas no sean estrictamente para defenderse de un ataque. De hecho, Abe pretende otorgarle a Japón el derecho a la “defensa colectiva”, que no es otra cosa que la posibilidad de ayudar militarmente a un aliado incluso si el territorio japonés no es atacado.

Aunque la coalición conformada por el gobernante Partido Liberal Democrático (PLD) y el grupo budista Nuevo Komeito tiene el control de la Cámara Alta y de la Cámara Baja de la Dieta, reformar la Constitución requiere de un referéndum popular, un terreno en el que Abe se enfrentaría a una cerrada negativa de gran parte de la población, en su mayoría personas mayores que conocen las atrocidades que sufrió el país durante la Segunda Guerra Mundial, motivo por el cual no piensan renunciar a su pacifismo.

Sin embargo, la escalada norcoreana que nuevamente cierne sobre Japón la posibilidad de una amenaza nuclear, puede hacer cambiar a muchos de opinión y darle al primer ministro, el impulso que necesita para cumplir con el ala dura de su partido, derechistas que ven con buenos ojos un Japón militarizado.

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