Este año se cumple una década desde que México involucrara a sus Fuerzas Armadas en la guerra contra el crimen organizado. Una estrategia que ha reconfigurado el narcotráfico y que ha arrojado resultados positivos como la captura, dos veces, del capo Joaquín El Chapo Guzmán. Y también ha mostrado el lado más espantoso de la complicidad entre la autoridad y los malos, como sucedió con la desaparición de 43 estudiantes a manos de una policía municipal que trabajaba bajo las órdenes de los criminales.
Para entender la dimensión del problema habría que repasar algo de la historia reciente del narcotráfico en México.
En los años 80, la gran mafia era el cártel de Guadalajara, comandado por Miguel Ángel Félix Gallardo, ‘El Padrino’.
El 8 de abril de 1989 ‘El Padrino’ fue detenido y tiempo después el cártel de Guadalajara se dividió en el de Tijuana, con los hermanos Arellano Félix a la cabeza, y el de Sinaloa, comandado por Héctor Luis Palma (‘El Guero’), Adrián Gómez González, Ismael ‘El Mayo’ Zambada y El Chapo Guzmán.
No pasó mucho tiempo para que esos cárteles se declararan la guerra. Ello dio paso a una fragmentación, que derivó en el surgimiento de nuevas organizaciones delictivas.
Si bien estas mafias tenían a su disposición pistoleros para sus ajustes de cuentas, el primer gran brazo armado de una organización criminal surge a finales de los años 90 con Los Zetas, el ejército de gatilleros del cártel del Golfo.
Consciente de las muchas traiciones que se dan en las mafias, Osiel Cárdenas Guillén, el cabecilla del cártel del Golfo, decidió formar su esquema de seguridad con personas ajenas a su organización.
Para ello, contactó a su amigo Arturo Guzmán Decena, miembro del ejército de México, para que lo ayudara a buscar gente dispuesta a unírsele. Este convenció a militares de las fuerzas especiales del ejército para que desertaran y formaran el cuerpo de seguridad de Osiel. Así nacieron Los Zetas.
El sanguinario grupo Los Zetas (Reuters)
El cártel del Golfo también se convirtió en un ejemplo de cómo la fragmentación de las mafias disparó la violencia. Tras la captura de Osiel y su posterior extradición a EE.UU., Los Zetas declararon la guerra al cártel del Golfo, lo cual desató una de las disputas más sangrientas.
Osiel Cárdenas Gullén cuando fue extraditado a Estados Unidos (EFE)
Como el del Golfo, las demás organizaciones formaron sus propios ejércitos de sicarios. El cártel más poderoso, el de Sinaloa, tenía a Gente Nueva como su brazo armado (hoy son al menos 10). Mientras que el cártel de Juárez formó La Línea.
Otro caso es el del cártel de los hermanos Beltrán Leyva, que se encargó de reclutar a pandilleros centroamericanos para que integraran su escuadrón de la muerte.
En general, de acuerdo con un análisis del proyecto de periodismo NarcoData, desarrollado por Animal Político y Poderopedia, al final del gobierno de Vicente Fox (2000-2006) había tres ejércitos de sicarios, mientras que cuando acabó la Presidencia de Felipe Calderón (2006-2012), quien involucró a las Fuerzas Armadas en la guerra contra el narcotráfico, ese número creció a 59. Ahora, con Enrique Peña Nieto a la cabeza del gobierno, entre el 2012 y el 2014 el número de ejércitos de gatilleros bajó a 43.
Un análisis de la organización Insight Crime concluye que la guerra de los cárteles y la captura o muerte de sus jefes han dado paso a que los “hombres de negocios” hayan sido reemplazados por sujetos que tienen como prioridad la violencia.
Ello ha llevado al nacimiento de pequeños pero muy violentos cárteles, como Guerreros Unidos (responsables de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa), Los Rojos, o el cártel Jalisco Nueva Generación (que en poco tiempo se hizo poderoso y ya es una amenaza para las organizaciones que estaban consolidadas).
El cártel pequeño Guerreros Unidos está implicado en la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa (AFP).
Y estas pequeñas organizaciones ya no solo trafican droga, también se dedican al secuestro, la extorsión, la minería ilegal, el robo de combustible, el negocio de la piratería, el tráfico de inmigrantes, entre otros delitos.
Además, existe un problema fundamental que no ha sido resuelto aún: el de la complicidad entre las policías municipales y los criminales. El Gobierno central se ha propuesto eliminarlas para que los nuevos cuerpos de seguridad dependan de un mando único en cada uno de los 32 estados. Pero de un total de 1.800 municipios del país, solo el 17% se ha sumado a este mando único.
Una de las últimas autoridades que dijo públicamente que su municipio, Temixco, se uniría al mando único fue la joven alcaldesa Gisela Mota. Los Rojos, el pequeño cártel, la asesinaron al día siguiente de asumir el cargo.
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“El narco ha dejado de ser una amenaza para el Estado”
Alejandro Hope, experto en temas de seguridad y ex agente del Centro de Inteligencia e Investigación Nacional de México, asegura que en estos 10 años el panorama del crimen organizado ha cambiado radicalmente.
“Hace 10 años el crimen organizado y el narcotráfico eran términos intercambiables. Hoy hay una simbiosis. Los delincuentes ya no solo se dedican a traficar droga, también han incursionado en el robo, el secuestro y la extorsión”, dice Hope a El Comercio.
Otro cambio fundamental, asegura, es que el narcotráfico ya no está dominado por unas cuantas bandas, sino que hay una gran pluralidad de organizaciones emergentes.
“Tienden a ser mucho más pequeñas y menos sofisticadas que los grandes cárteles y se dedican más a la explotación de economías locales que a participar en el mercado internacional de drogas”, puntualiza.
“Hace 10 años el riesgo era que estas grandes bandas del narcotráfico capturaran el Estado. Hoy estas y las bandas emergentes ya no tienen la capacidad para hacerlo, pero sí pueden ser una amenaza para los poderes locales y para la vida, la libertad y el patrimonio de millones de mexicanos”, indica.
En cuanto a la captura de El Chapo Guzmán, Hope sostiene que es un hito importante, y en la medida en que sea extraditado a EE.UU. puede marcar una suerte de fin de época. “Se cerraría la era de los cárteles y los capos”.
Gisela Mota, la alcaldesa que estuvo un día en el cargo. (Reuters)
#KatedelCastillo celebró la fuga de #ElChapoGuzman en julio, según SMS https://t.co/AfIUhCeMGC pic.twitter.com/rHvnTKMPog
— Mundo El Comercio (@Mundo_ECpe) enero 17, 2016
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