Colombia: El difícil reto de la reconciliación
Colombia: El difícil reto de la reconciliación

Después de 52 años de guerra que deja más de 220 mil muertos, 7 millones de desplazados, 6 millones de hectáreas despojadas, 33 mil secuestrados y 87 mil desapariciones forzadas, ¿es posible la reconciliación?

La pregunta se convierte en el mayor dilema para los colombianos, luego de que el pasado miércoles se acordara la paz con las FARC.

La Primera Gran Encuesta sobre Reconciliación en Colombia realizada el mes pasado por el Centro Nacional de Consultoría y la Corporación Reconciliación Colombia buscó conocer cómo sería el escenario de reencuentro entre población desmovilizada y civiles.

De 977 personas que fueron consultadas en 43 municipios del país –incluyendo zonas donde el conflicto ha sido más intenso–, el 33% asoció la reconciliación con la tolerancia, el 25% con el perdón, el 19% con el respeto, el 11% con la confianza y el 10% con la convivencia.

La Fundación Ideas para la Paz y la Fundación para la Reconciliación, en conjunto con la firma Cifras & Conceptos, aplicaron una encuesta a 3.848 personas en las cinco principales ciudades del país. En ella el 82% de los colombianos cree que el perdón es indispensable para el logro de la paz y el 60% dice que estaría dispuesto a perdonar a la guerrilla.

“Si me encuentro en la calle con ‘Joaquín Gómez’ [comandante de las FARC], ¿qué va a pasar si él me abre los brazos? Pues yo lo abrazo, obvio, y eso es Colombia, somos una familia”, dijo hace unas semanas en un foro Ingrid Betancourt, quien estuvo secuestrada durante seis años.


 
—Perdón y estigmatización—

“Una cosa es finalizar el conflicto y otra la reconciliación”, dijo en el  mismo foro el ex diputado Sigifredo López, quien fue rehén de las FARC por más de siete años. Y tiene razón.

“En el fondo  esta discusión se trata sobre qué tan dispuestos están los colombianos a perdonar,” dice a El Comercio la socióloga Camila Urrego. “No es sencillo superar sentimientos como el odio, el rencor o la venganza, para encontrar la reconciliación. La guerra tiene unas emociones y la paz tiene otras. Hay que estar dispuesto a retirar emociones dolorosas, hay que empezar a curar los miedos”.

Y esto, a pesar de lo que digan las encuestas, no se percibe en el diario vivir. “Miles de personas manifiestan que pueden perdonar, pero se oponen a que las FARC, culpables de masacres, secuestros, reclutamiento de niños y otros graves delitos, no paguen ni un solo día de cárcel. Estas personas se indignan porque los guerrilleros van a recibir estudio y facilidades económicas. Hay un doble sentimiento”, explica Urrego.

Otra dificultad es la estigmatización. “No va a ser tan fácil. Muchos colombianos todavía no están preparados para convivir con los miembros de las FARC que se desmovilicen, para que sus hijos estudien con los hijos de quienes han sido protagonistas de la guerra, para que sean sus compañeros de trabajo”, dice María Isabel Barón, de la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR).

De esto da fe Juan, un ex paramilitar que se desmovilizó en el 2003 y que se acogió al programa de reinserción. “No me daban trabajo si sabían que había sido combatiente o me despedían cuando se enteraban. Por eso el único trabajo que me quedó fue la calle [de vendedor ambulante]”.


 
—Carrera contra el tiempo—

El presidente Juan Manuel Santos ha enfilado todas las baterías a defender el acuerdo. Una prueba del esfuerzo que, desde sus espacios, cada uno realiza por un futuro en convivencia pacífica son las recientes declaraciones del comandante del Ejército, general Alberto Mejía: “Nosotros tendremos la misión de proteger a las FARC en estas áreas [de concentración]. No es una humillación. Es un Ejército que entiende que está al servicio de los intereses de la nación”. 

De aquí al plebiscito del 2 de octubre, los colombianos van a tener que evaluar las 297 páginas del pacto –escritas en un lenguaje engorroso– para tomar una decisión. La última encuesta de Datexco muestra un 32,1% a favor del Sí, por la paz, mientras el No obtuvo un 29,9%, y la abstención alcanza un 26,9 %. Solo si el acuerdo es aprobado por 4,4 millones de votos será sometido a una votación final en el Congreso, donde la oposición uribista no supera el 20%. Pero si gana el No, el panorama es incierto, todo podría volver a empezar de cero.

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