A las 10:30 de la mañana del domingo 4 de diciembre, Rafael Uribe Noguera pidió un domicilio a una tienda del sector. Ordenó un encendedor, un paquete de cigarrillos y un frasco de aceite de cocina, que recibió en la puerta del apartamento 603 del edificio Equus 66.
El aceite resultó ser el mismo hallado en el cuerpo de la niña Yuliana Samboní, la víctima del crimen que tiene hoy a Uribe Noguera a punto de recibir 60 años de cárcel por los delitos de feminicidio, violación y secuestro.
Hasta ese detalle llega la investigación de la Fiscalía, que en tiempo récord, apenas 12 días, logró reconstruir la ruta del asesino, ponerlo en la cárcel y llevarlo a juicio.
El escrito de acusación, de 38 páginas y conocido por EL TIEMPO, revela, basado en las cámaras de seguridad del sector, que transcurrió una hora desde la llegada del domicilio, cuando Rafael Uribe Noguera decidió caminar hasta su otro apartamento, en el edificio Equus 64, y allí estuvo unos 20 minutos, mientras se cambiaba de ropa. De nuevo a pie, volvió al sitio del crimen.
La Fiscalía logró establecer que el primer lugar al que Uribe Noguera intentó llevar a su víctima fue el Equus 64. De allí salió a las 9 de la mañana en la camioneta en la que secuestró a la niña 12 minutos después. Y allí regresó, según las cámaras, media hora después.
“El vehículo ingresa al parqueadero pero no desciende del vehículo, tardando algunos minutos para volver a salir de ese lugar –dice la acusación– (...) Según el portero del edificio, el señor (Uribe) empieza a pitar en repetidas ocasiones y sale nuevamente de manera apresurada y extraña, indicándole al portero que le abriera rápidamente la puerta. De los videos registrados por las cámaras de seguridad de dicho edificio se puede observar que el acusado lleva dentro del rodante a la niña”.
A las 9:40 estaba en el otro edificio, el Equus 66. Según el portero del lugar Fernando Merchán, quien apareció muerto el viernes de la semana pasada y quien fue señalado por la Fiscalía de encubrir el crimen, Rafael Uribe Noguera decidió no parquear en su lugar asignado. “Dijo el portero que Uribe Noguera nunca había parqueado allí, y aclaró que en el sótano no hay cámaras pero existe un ascensor que sube directamente a los apartamentos de los propietarios”.
Lo que ocurrió allí se relata así en el documento: “Rafael Uribe Noguera acabó con la vida de la niña Yuliana Samboní el 4 de diciembre del 2016, una menor víctima de desplazamiento forzado, de tan solo siete años de edad, que residía en una zona marginal de la ciudad de Bogotá, condición que fue aprovechada por el autor para perpetrar el crimen. Haciendo uso de su poder, de su fuerza y superioridad, sustrajo a la niña, desplazándola hasta un apartamento de su propiedad, donde horas más tarde fuera hallada muerta por estrangulamiento y sofocación”.
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—Las pruebas lo condenan—
El cadáver fue hallado a las 9:25 de la noche por el Gaula de la Policía, que había sido alertado poco antes por el abogado Francisco Uribe Noguera, hermano del acusado. Estaba desnudo, escondido en la maquinaria del jacuzzi del segundo piso del apartamento 603 del Edificio Equus 66.
En el cuerpo de la niña se encontró un lazo rematado con un moño. Ese hecho y el uso del aceite llevan a la Fiscalía a señalar que el asesino instrumentalizó a su víctima en una especie de ritual macabro, que dicen los investigadores, pudo haber perpetrado en ocasiones anteriores.
“En la escena se evidencia además la presencia de ropa interior femenina diferente a las prendas de la menor”, dice el documento.
Por las versiones de los testigos, tanto en el humilde barrio Bosque Calderón, donde vivía la niña con sus padres desplazados, como de vecinos del barrio Chapinero Alto, donde ocurrieron los hechos, las autoridades consideran que el criminal “identificó, asedió y estudió previamente a su víctima, a quien logró agredir con posterioridad, ejerciendo su superioridad y dominación”.
Ese es el fundamento del cargo por feminicidio, que la legislación colombiana castiga hasta con 50 años. El concurso con los otros delitos, todos cometidos además contra una menor de edad, hacen prever que al final del juicio, que arranca en enero próximo, Rafael Uribe Noguera escuchará en su contra una de las condenas más altas impuestas por la justicia colombiana.
La Fiscalía, además, señala que la privilegiada posición del asesino y la condición de la víctima de desplazada por la violencia representan un agravante en el crimen.
A Uribe Noguera –que ya admitió su responsabilidad en el crimen, pero cuya confesión no fue tenida en cuenta por los fiscales, y tampoco le representará beneficio penal– lo hunden los videos, las declaraciones de más de 20 testigos y, sobre todo, las pruebas biológicas, que fueron concluyentes: “Fue el perpetrador de estos hechos, pues así lo acredita el informe pericial fundado en el ADN encontrado en el cuerpo de la menor, que corresponde con el del acusado”, dice la acusación. Y agrega que “las evidencias lo ubican con la camioneta cuando sustrae a la niña, luego entrando al edificio y al apartamento donde fue hallado el cadáver”.
En este documento, la Fiscalía no menciona la supuesta manipulación de la escena del crimen por la que llamó a declarar a Francisco y Catalina Uribe, hermanos de Rafael Uribe. Fuentes de la investigación señalan que los videos y las declaraciones de varios testigos, así como los dictámenes finales de Medicina Legal, han planteado dudas sobre la hipótesis de la alteración de las evidencias.
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—La versión de la familia—
Francisco y Catalina Uribe Noguera aseguraron en la Fiscalía que nunca vieron el cuerpo de la niña Yuliana ni ocultaron información a las autoridades.
Francisco sostuvo durante el interrogatorio en el ente acusador que los agentes del Gaula le dijeron que el hombre que estaba conduciendo el vehículo en el que fue secuestrada la menor tenía el cabello largo y por eso descartó que se tratara de su hermano Rafael.
Igualmente detalló cómo llegó al apartamento en el que hasta hace poco vivía su hermano y luego de golpear por un largo tiempo ingresó por una terraza. Después le abrió la puerta a Catalina, que se encontraba afuera.
Esa versión ya fue confirmada por los videos de seguridad.
En el sitio, según la declaración, vieron aceite, licor y colillas de cigarrillos, pero nunca a la niña.
Antes de subir al 603, Francisco había visto en el carro de su hermano un zapato de niña. El abogado dijo a las autoridades que cuando interrogó a su hermano, este dio respuestas confusas y luego le sobrevino una crisis, por lo que decidieron llevarlo a una clínica.
Según el relato, solo cuando iban en un taxi, y luego de dejar a Catalina en la calle 72, Rafael Uribe le confesó a su hermano que había asesinado a la niña porque se había resistido al ataque sexual. Entonces llamó al Gaula, con el que ya había estado en contacto. La Fiscalía investiga por qué no avisó a las autoridades cuando encontró el vehículo y luego a su hermano.
La defensa de Francisco y Catalina afirmó que sus clientes han colaborado con la investigación y que lo seguirán haciendo.
Fuente: El Tiempo, GDA
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