Brasilia. [AP]. Después de meses en que el presidente Jair Bolsonaro restó importancia al COVID-19 e ignoró las recomendaciones de distanciamiento social y uso de mascarilla, ambas medidas para contener la propagación del coronavirus se convirtieron esta semana en parte de su enclaustramiento en la residencia oficial en la capital brasileña.
Bolsonaro, de 65 años, anunció el martes haber dado positivo al virus y experimentado fiebre, dolores y malestar. Canceló un viaje que tenía previsto para el estado nororiental de Piauí, y todas las reuniones que sostuvo a lo largo de la semana fueron mediante videollamadas.
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Una de ellas fue con el exlegislador Roberto Jefferson, presidente del partido conservador PTB. Jefferson afirmó a The Associated Press que acudió al Palacio de Planalto, donde se sentó frente a una enorme televisión en que pudo ver a Bolsonaro en una oficina improvisada en su residencia.
“Encontré al presidente bien, sonrojado, dispuesto. En muy buena salud”, dijo Jefferson el sábado. “Solo lo ví toser una vez, cuando hice una broma”.
Desde su diagnóstico, Bolsonaro ha sostenido reuniones virtuales casi a diario con Jorge Oliveira, secretario general de gobierno, para firmar documentos oficiales. Según la oficina de Oliveira, se creó un protocolo para que el trabajo pueda realizarse digitalmente.
De esta forma Bolsonaro entrevistó a candidatos a encabezar el ministerio de educación, indicó el mandatario el jueves en su página de Facebook. Al día siguiente, Bolsonaro nombró al cargo a Milton Ribeiro, exdecano adjunto de la Universidad Mackenzie en Sao Paulo, que predica en la iglesia presbiteriana en Santos, en las afueras de la metrópolis.
Sólo un reducido número de sus colaboradores que se contagiaron antes del nuevo coronavirus pudieron tener en la semana estrecho contacto con Bolsonaro, reveló el martes uno de ellos. La persona declinó identificarse porque no estaba autorizada a hacer declaraciones a la prensa.
Bolsonaro también pasó tiempo por las tardes frente al palacio con fotoperiodistas a una distancia de unos 366 metros (400 yardas), en el otro lado de un jardín. El mandatario se reunía con con sus simpatizantes en ese jardín hasta que lo diagnosticaron, pero ya no lo hace.
La nueva rutina marca un cambio radical para Bolsonaro, que durante meses asistió a actos con sus seguidores, dirigiéndose a panaderías y camiones de alimentos para andar entre la gente. A veces declinó usar mascarilla.
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