El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, buscó este sábado un hueco en la tierra natal de su principal rival, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, favorito para las elecciones de octubre y quien regresó en las últimas horas en campaña a la ciudad donde pasó 580 días en prisión.
A menos de 20 días para los comicios, los dos principales candidatos de las elecciones de octubre centraron sus respectivas agendas en las regiones donde enfrentan más resistencia por parte de los electores: Bolsonaro en el noreste y Lula, en el sur.
El capitán de la reserva del Ejército hizo campaña en Garanhuns, una ciudad de 140.000 habitantes en el estado de Pernambuco, donde lideró una marcha de evangélicos, una de sus principales bases electorales de cara a las elecciones del 2 de octubre.
Bolsonaro volvió a enarbolar sus principales banderas (“Dios, patria, familia y libertad”) y reforzó sus valores conservadores.
“Dicen que el Estado es laico, pero el presidente de la República cree en Dios, defiende la familia brasileña, defiende la vida desde su concepción”, resaltó el jefe de Estado, sin citar el nombre de Lula en su discurso.
El líder de la ultraderecha brasileña intenta ganar músculo en el noreste, un importante feudo de la izquierda y donde el antiguo sindicalista lidera con alrededor del 60 % de las intenciones de voto, frente al 22 % de Bolsonaro.
El expresidente brasileño, quien gobernó Brasil entre 2003 y 2010, se consagró en esta región de población mayoritariamente pobre con el impulso de programas de transferencia de renta como el “Bolsa Familia”, el cual Bolsonaro rebautizó durante su Gobierno como “Auxilio Brasil” con la intención de desvincularlo del extornero mecánico.
Bolsonaro, poco antes de la campaña, promovió un aumento del 50 % en el valor de dicho subsidio. Para burlar la ley electoral, que prohíbe la concesión de nuevas ayudas sociales en años electorales, el oficialismo tuvo que aprobar una enmienda constitucional y declarar el estado de emergencia, amparándose en la alta inflación.
La medida le ha otorgado a Bolsonaro una tímida mejora de la intención de voto en la población con renta de hasta 2 salarios mínimos, pero sigue siendo insuficiente para conquistar el apoyo mayoritario de esta franja del electorado, en la que Lula lidera con el 52 % de las intenciones de voto.
LULA VUELVE A CURITIBA, CIUDAD DE SU ENCARCELAMIENTO
Lula, por su parte, prosiguió este sábado su gira por el sur de Brasil, fortín del bolsonarismo, y encabezó un acto en Curitiba, la capital del estado de Paraná.
Allí, Lula pasó encarcelado 580 días en la sede de la Policía Federal por una serie de condenas por corrupción que le impidieron ser candidato en las elecciones de 2018, las cuales ganó Bolsonaro en la segunda vuelta tras vencer a Fernando Haddad, delfín político del líder del PT.
Las condenas, sin embargo, fueron anuladas por un error procesal, mientras que el juez que promovió sus causas, Sergio Moro, -más tarde nombrado ministro por Bolsonaro-, fue considerado “parcial” por la Corte Suprema.
La anulación de los procesos permitió a Lula recuperar sus derechos políticos y ser candidato en las elecciones de este año, para las cuales tiene una intención de voto del 45 %, frente al 33 % del capitán de la reserva del Ejército, un nostálgico de la dictadura militar.
Lula expresó este sábado su agradecimiento a la ciudad en la que pasó 1 año y 7 meses encarcelado y recordó que fue allí, todavía estando entre rejas, donde conoció a su tercera esposa, la socióloga Rosangela “Jana” Lula Silva, con quien contrajo matrimonio el pasado mayo.
“Hay gente que piensa que odio Curitiba porque estuve preso aquí. La cárcel me hizo amar Curitiba, porque fue aquí donde conocí a Janja y decidimos casarnos. Tengo mucho cariño por los hombres y mujeres de esta ciudad, de este estado, que pasaron 580 días pidiendo mi libertad”, resaltó.
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