“La victoria de Gustavo Petro nos dice que el país está polarizado”, sostiene el analista colombiano Carlos Arias. Su argumento: los poco más de 700 mil votos de diferencia que el último domingo le dieron al exguerrillero del M-19 la presidencia de Colombia. “Aunque es suficiente, la diferencia no es sustancial”.
Basta con recordar la última elección presidencial: en el 2018, Iván Duque superó a Petro por cerca de 1′870.000 votos. “Ahora él ganó, pero no con una victoria aplastante que le diera la legitimidad frente a los colombianos. Lo que tiene que hacer es recomponer el tejido social en diferentes niveles, tanto político como mediático, para poder tener margen para gobernar”, agrega el también docente de la maestría en Comunicación Política de la Universidad Externado de Colombia.
Pero ha empezado con mal pie, sostiene Arias.
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Durante su discurso de victoria, Gustavo Petro se dirigió a Francisco Barbosa, fiscal general de la Nación, y a Margarita Cabello Blanco, procuradora general de la Nación. El pedido: liberar a los jóvenes que participaron de las protestas en los últimos dos años y restituir a los alcaldes que incumplieron con el mandato de no hacer política durante las elecciones. “Ya no es momento de odios”, argumentó el presidente electo.
Arias comenta: “Involucrarse en ese tipo de decisiones de organismos de control no está dentro del fuero del mandatario. Ese tipo de situaciones le harán perder legitimidad y se le complicará llevar a cabo sus reformas”.
“Hoy por hoy, él no tiene cómo cumplir con las reformas ofrecidas porque, a pesar de que tiene un partido con un buen número de congresistas y varios del Partido Verde le mostraron su apoyo en la segunda vuelta, le falta otro tipo de mayorías en las comisiones constitucionales que se encargan de las reformas de salud, pensional, educativa y mineroenergética”.
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La agencia EFE recuerda los problemas de Petro cuando fue alcalde de Bogotá, entre el 2012 y 2015. Entonces, el “concejo de la ciudad” hundió “muchas de sus iniciativas”. En esta nueva realidad, dice Arias, lo que debe hacer es “alinear y consolidar una bancada fuerte en el Congreso que le permita gobernar y cumplir con sus promesas”.
Por su lado, Nadia Pérez Guevara, investigadora del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, sostiene que Gustavo Petro se ha preparado para esta situación. “Después de muchos años, él entendió cómo funciona el sistema, lo que da cuenta de su madurez como político. En el 2010, postuló con el Polo Democrático Alternativo, que logró un mínimo de senadores y congresistas, y algo similar pasó en el 2018 con el partido Colombia Humana. Esta vez, el primer paso de su campaña fue construir el Acuerdo Nacional, un pacto histórico con el que buscaba tener una fuerte presencia en el Congreso”.
Si bien no tiene la mayoría, sí tendría la capacidad suficiente para negociar.
“Y tras su derrota, Rodolfo Hernández, quien ocupa una curul, dijo que no iba a ejercer la oposición y que trabajaría en lo que pudiese con el Gobierno. Seguramente, la bandera de la oposición quedará en el uribismo”.
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Los empresarios y las FF.AA.
Al ser un candidato de izquierda, Gustavo Petro generó cierto temor. No estaba de más preguntarse si el giro hacia ese lado sería por completo. Por lo pronto, él ha declarado lo siguiente:
“Fue una campaña de mentiras y miedo: que íbamos a expropiar a los colombianos, que íbamos a destruir la propiedad privada (...) nosotros vamos a desarrollar el capitalismo en Colombia. No porque lo adoremos, sino porque tenemos primero que superar la premodernidad”.
Nadia Pérez anota que, “si bien Petro logró recoger el descontento social, sobre todo de las zonas periféricas del país”, su principal reto será cumplir con ellos “sin ir en detrimento de la productividad del país”. “Y lo que ha dicho es que sí van a ser capitalistas, pero no como es ahora. Si bien reconocen la importancia del empresariado para llevar a cabo las reformas y alcanzar cierto bienestar social, está en contra de la economía de estilo tradicional oligárquico hacendatario. Él quiere ser un reformista”.
“Durante su discurso de victoria, Petro cogió el brazo de su vicepresidenta Francia Márquez, quien es mucho más de izquierda que él, y dijo que iban a ser capitalistas a pesar de que no les gustara el capitalismo”.
Pero quizás uno de los asuntos a los que más se le debería prestar atención es a su relación con las Fuerzas Armadas. Según Pérez, fue el uribismo el que empezó a hablar de Gustavo Petro como un exguerrillero, una discusión que “no se dio en las anteriores campañas presidenciales”. A priori, espera la especialista, esto no debería generar mayores problemas porque Petro ya ha ostentado cargos públicos.
“El proceso del M-19 tuvo como consecuencia la exitosa Constitución del 91. Es tanto así que muchos exguerrilleros se incorporaron a la vida civil y política, por eso es que nunca estuvo en la agenda poner en duda el acuerdo de paz”.
Si a eso se le suma, dice Pérez, “el carácter civilista de las FF.AA., que en parte explicaría que no hayan golpes de Estado en Colombia”, no debería haber mayores inconvenientes. “Además que, la semana pasada, Petro se reunió con algunos generales en retiro que fueron parte la Operación Jaque, la cual liberó a Ingrid Betancourt, y le dieron su apoyo”.
“Teniendo en cuenta que Petro querrá hacer cumplir el acuerdo de paz, seguramente recorrerá la misma senda de Juan Manuel Santos, que es, por decirlo de alguna forma, la de la ‘desderechización’ de las fuerzas militares, con el objetivo de darles un papel más social”.
“Recordemos que durante el proceso de desmovilización de la guerrilla vimos cómo el ejército brindaba seguridad a las zonas de reincorporación. Habló de la despolitización, de la resignificación del rol de los militares y del fortalecimiento de los derechos humanos”.