Por primera vez en 15 años, la sensación general en Uruguay es que el país está muy cerca de cambiar de rumbo. Después de tres gobiernos consecutivos del Frente Amplio, la coalición de izquierda que llevó al poder a Tabaré Vásquez y José Mujica, los uruguayos parecen haberse decantado por la reconfiguración política y se aprestan a elegir mañana, en segunda vuelta, a un presidente con un proyecto ubicado mucho más a la derecha.
Las principales encuestadoras dan como claro favorito al abogado Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional (PN, centroderecha), con una ventaja de entre 5 y 8 puntos sobre el ingeniero sindicalista Daniel Martínez, el candidato del oficialista Frente Amplio (FA, izquierda).
►Tabaré Vázquez confía “en la inteligencia del pueblo” de Uruguay con vistas a las elecciones
►Uruguay denuncia en la ONU intento de aterrorizar y asfixiar a Venezuela
“Puede llegar a ser una elección reñida si el número alto de personas que señalan que van a votar en blanco o que están indecisas [entre 4% y 6%] votan por el Frente Amplio, pero la idea que está instalada en la población es que va a ganar la coalición opositora, que va a haber un cambio de partido de gobierno”, dice a El Comercio el periodista argentino Mauricio Rabuffetti, corresponsal de la agencia France-Presse en Uruguay.
Aunque Lacalle Pou, de 46 años, y Martínez, de 62, representan a dos corrientes ideológicas opuestas y tienen perfiles y propuestas marcadamente diferentes, los analistas coinciden en que el deseo de cambio en el electorado obedece más a los errores del Frente Amplio que a las virtudes de la oposición.
“El Frente Amplio ha tenido 15 años de ejercicio del poder y eso ha provocado un enorme desgaste, pero además la situación económica no es la mejor. La inseguridad es un fracaso estrepitoso del gobierno y, por sobre todas las cosas, creo que el FA no ha sabido escuchar las demandas de una parte de la población que está dispuesta a votar por otros partidos. Eso le dificultó mantener los votos que tuvo en la última elección”, apunta Rabuffetti.
Las deudas de la izquierda
Aunque el país con la sociedad más igualitaria y democrática de Latinoamérica se ha mantenido como un oasis de calma frente a la convulsión en la región, lo cierto es que los motivos del descontento de los uruguayos no son pocos. La principal preocupación es la inseguridad: la tasa de homicidios se ha disparado 45% entre el 2017 y el 2018, un nivel récord. También hay enojo por las pobres mejoras en educación y por una economía estancada. Pese a que el país lleva 15 años de crecimiento económico sostenido, tiene un fuerte desempleo de 9,5% y un déficit fiscal del 4,9%.
La disconformidad y el desencanto de la gente quedaron en evidencia en la primera vuelta, en la que el FA obtuvo una votación bastante por debajo de sus expectativas con un 8% de caída respecto a las elecciones pasadas. El resultado constituyó un golpe inmediato: aun si gana en los comicios de mañana, el FA gobernará no solamente en minoría parlamentaria por primera vez, sino que no tendrá socios a la hora de votar proyectos de ley.
Estrategias y dudas
Tras la primera vuelta, el FA echó mano a su vieja guardia y anunció al exmandatario José Mujica, de 84 años, y al ministro de Economía, Danilo Astori, de 79, como ministros de un eventual gobierno de Martínez, exalcalde de Montevideo, que no ha logrado ser visto como un líder real del partido. Pese a los esfuerzos, las divisiones dentro de la coalición de izquierda fundada en 1971 no se pudieron ocultar. El propio Mujica dijo días atrás que “si Martínez estuvo solo [en esta campaña], fue por sus convicciones”.
Por su lado, Lacalle Pou, que no logró ganar la presidencia en el 2014, apostó por una “coalición multicolor” de cinco partidos de varios tintes políticos, entre los que están los tradicionales Nacional y Colorado. También ha prometido no subir los impuestos y declarar formalmente la emergencia nacional en seguridad pública.
Sin embargo, el historiador y politólogo uruguayo Gerardo Caetano advierte a este Diario que hay una pieza de la estrategia de Lacalle Pou que plantea un escenario complejo. Aunque el candidato del Partido Nacional partió con una propuesta centrista, el reto electoral hizo que incluyera en su “coalición multicolor” al partido ultraderechista Cabildo Abierto. “Con ello, es un perfil más a la derecha de lo previsto inicialmente. Esto genera incertidumbre y ciertas dudas respecto al futuro gobierno”, afirma Caetano.
ENTREVISTA
“Va a haber un giro en la postura respecto a Venezuela”
Gerardo Caetano, historiador y politólogo uruguayo
—¿Por qué le ha sido difícil al Frente Amplio convencer a los electores al final de la campaña?
El FA ha gobernado 15 años con mayoría legislativa propia, eso es mucho tiempo. Su último gobierno, la segunda presidencia de Tabaré Vásquez, ha recibido una señal de desaprobación importante en la primera vuelta. Pese a eso alcanzó cerca del 40% del electorado, lo que lo convierte en la primera fuerza política del país por quinta elección consecutiva. Pero hoy se está enfrentando a un arco opositor que, aunque es muy fragmentado, coincide en una confrontación muy fuerte contra el gobierno.
—¿Falló Daniel Martínez al tratar de capitalizar el apoyo de la izquierda?
Martínez no tiene ni el respaldo ni el carisma de los grandes líderes del FA de los últimos 15 años. Uno podría decir que el desempeño de Martínez en la campaña no ha sido óptimo. Él es un gestor exitoso, mucho más que un candidato carismático. De todas maneras creo que, más que eso, el FA está pagando por problemas que en los últimos años han generado un desencanto considerable de sus adherentes.
—¿Qué cambios se esperan en política exterior en un gobierno de Lacalle Pou?
No cabe duda de que si gana la oposición, va a haber un giro muy fuerte en la postura uruguaya respecto a Venezuela, que no ha sido una postura promadurista, pero ha evitado coincidir con buena parte de América Latina. También se perfila que va a ser un gobierno mucho más aperturista en términos de negociación comercial internacional.
—¿Se reconfigurarían las alianzas con sus socios del Atlántico, Brasil y Argentina?
Las diferencias entre Jair Bolsonaro y Alberto Fernández plantean serias dudas respecto al futuro político del Mercosur, que yo creo que finalmente van a sedimentarse. En el caso uruguayo, eso no ocurre porque gane Lacalle Pou o Martínez los vínculos con esos presidentes, vecinos ideológicos diferentes, serán normales. En eso la política exterior uruguaya es muy sólida, consistente, no privilegia los vínculos ideológicos entre los gobiernos.