El 4 de abril de 1980, la Embajada del Perú en La Habana fue invadida por más de 10.000 cubanos que querían irse de la isla. Ernesto Pinto-Bazurco Rittler era el embajador y decidió acogerlos. Negoció directamente con Fidel Castro hasta la madrugada del 5 de abril y consiguió salvoconductos para que estos pudieran salir del país. El diplomático contará detalles no conocidos de las negociaciones en el libro “Diplomacia y libertad”, que está próximo a ser publicado. Conversamos con él y nos narró pasajes inéditos de la situación.
► —¿Por qué decide acoger a los cubanos que entraron en la embajada?
Primero, porque no le tenía miedo al régimen. En segundo lugar, porque actué de acuerdo con mis convicciones y con los intereses del Perú. En la Constitución del 79 el Perú se obligaba a dar asilo y protección.
► —¿Cuánta gente entró?
Había un antecedente que se conoce poco. Antes del 4 de abril de 1980 ya habíamos dado protección a 34 personas. El 4 de abril de 1980 ingresaron 10.834 personas. Para tener una visión de cómo era la situación, había cinco personas por metro cuadrado. Ello era una señal de que había una enorme presión social y una enorme necesidad por salir del país.
► —Usted negoció directamente con Fidel Castro. ¿A qué se enfrenta uno cuando está con él?
A una persona inteligente con poder, con capacidad de decisión. Una de las circunstancias más difíciles fue cuando Castro, luego de plantearle el asunto desde el punto de vista jurídico, me dijo: “Bueno, pero hay una diferencia bien grande, yo sé matar, tú no”. Ese era el poder real.
► —¿Qué le contestó?
Me quedé muy conmovido con esa frase y después de unas horas volví a retomar la negociación y se me ocurrió la respuesta. Le dije: “Mire, matar es muy fácil, hasta los animales matan, pero mantener a una persona con vida es mucho más complicado”.
► —¿Qué exigía Castro?
La exigencia era entregar a algunos. Curiosamente, la exigencia era más de su entorno. En las dictaduras son los entornos los que quieren ser fuertes, hacen méritos. Yo los escuchaba con paciencia, pero ya nos habíamos entendido con Castro. Le dije: “Mire, este no es problema mío, ni del Perú, yo me voy mañana y ustedes se quedan con el problema, acá hay que tratar de solucionar”.
La segunda tanda de negociaciones curiosamente fue en el auto de Castro. Él apareció solo, entonces la cosa fue mucho más fácil, entendió las cosas desde el punto de vista político y jurídico. Lo más interesante del diálogo es parte de un libro que voy a publicar en estos días.
► —Pero comparta un adelanto.
Una de las cosas que me dijeron es que yo no estaba en la capacidad física ni económica de alimentar a las 10.000 personas. Nosotros repartimos agua y puse de mi bolsillo para comprar galletas. Les pregunté a los cubanos si querían libertad o comer y les expliqué que si se arman carpas se quedarían dos años. Ese fue uno de los instrumentos de presión que tuve con Castro. “Yo no tengo cómo alimentar a la gente –le dije–, esto se tiene que solucionar hoy, porque si no vas a ser responsable de que la gente se muera”.
► —Usted no sabía que Castro iba a llegar en la madrugada.
No. Yo lo estaba buscando. La escena fue dramática, porque se apagaron todas las luces del sector. Pensé en dos posibilidades: o venía la fuerza a atacar o venía Castro. Estaba preparado para lo peor, pero vino lo mejor. Cuando se acercó sigiloso para que no lo vieran, lo invité a pasar, pero no aceptó. “Más seguro es mi auto”, dijo. Nos fuimos a dar vueltas en el malecón. Fue una conversación seria, profunda, por momentos dramática. Pero se solucionó porque hubo la garantía de que a esta gente no le iba a pasar nada.
► —¿Qué pensó cuando Castro dijo el que quiera irse que se vaya?
Era parte también de nuestra conversación. Yo le dije: “Mira, es conveniente para Cuba que dejes ir a los que no estén de acuerdo con el Gobierno”.
► —¿Qué categoría jurídica tuvieron las personas?
Es un tema complejo. Algunos calificaban para asilados, otros para refugiados. Pero para evitar complicaciones parte de la negociación con Castro fue calificarlos como ingresantes.
► —Cada uno salía con salvoconducto.
Así es. Menos tres personas que habían sido sindicadas de haber cometido delitos mayores y que se quedaron hasta nueve años en la embajada.
► — ¿Cuál fue el destino final de ellos?
Lograron salir de Cuba. Uno de ellos era un policía de tránsito que se llamaba Ángel Gálvez. Ingresó a la embajada simulando que traía una correspondencia y no salió. Entonces, el gobierno lo calificó como desertor y miembro del Ministerio del Interior y le correspondía la pena de muerte. No calificaba para el salvoconducto.
► —¿Y los otros dos?
Uno fue el chofer del autobús que estrellaron contra la embajada para ingresar. A él lo habían acusado de ser el responsable indirecto de la muerte de uno de los custodios que falleció cerca del lugar. La otra persona se quedó por miedo. Posiblemente, era un agente del Ministerio del Interior.
► —Y después cómo fue su relación con Castro.
Siempre fue muy profesional. El gran problema es que Castro estaba acostumbrado a dos tipos de persona: los que lo adulaban y los que le tenían miedo. Yo ni lo adulé ni le tuve miedo.
► —¿Se lo volvió a encontrar?
No. He mantenido cierta distancia sobre el tema porque me había comprometido a no difundir las cosas hasta la muerte de Castro. Ahora que eso pasó, voy a publicar el libro. Lo sucedido es la acción más importante que tuvo la diplomacia peruana en favor de los derechos humanos.
►—¿Qué piensa que pueda pasar en Cuba ahora que falleció Castro?
Pueden suceder muchas cosas... La familia Castro es la que gobierna, pero no tiene una línea de sucesión vertical sino horizontal. Uno de los secretos mejor guardados tiene que ver con los hijos de Fidel. Va a ser muy importante ver quién está cerca de sus cenizas durante los funerales. Posiblemente, ya llegaron a un acuerdo.
► —Uno de los hijos podría ser entonces el sucesor de Raúl Castro.
Tendrían que salir primero del anonimato. Si no se ha definido la sucesión vertical, hay espacios electorales. La pregunta es, después de 60 años en el poder, varias generaciones que nacen, se educan, conviven con el castrismo, ¿va a haber un cambio de orientación política o no? Habría que preguntárselo al pueblo.
► —¿La gente ya está cansada en Cuba?
La gente no ha sido educada en democracia. Hay un fenómeno distinto a lo que sucedió en la República Democrática Alemana cuando cayó el muro, donde todos se integraron porque no había generaciones educadas en ese sistema. En la medida en que los cubanos no conozcan otra cosa hay posibilidades de que incluso en elecciones libres opten por el continuismo. Siempre la clave es si les va bien o no. En Cuba las necesidades básicas están resueltas: el sistema de salud es muy bueno, la educación es buena, pero el precio es la libertad. Creo que el pueblo lo va a definir.