Por: Mirelis Morales Tovar (@mi_mo_to)
La fijación por la política le viene a Miguel Pizarro por herencia. Su abuelo fue un exiliado de la dictadura de Augusto Pinochet. Su mamá fue secretaria de la fracción parlamentaria de izquierda y jefa de la Secretaría del Senado en Venezuela. Su padre vivió en la clandestinidad por ser guerrillero y supo lo que es estar preso por pensar diferente.
De modo que él estaba signado a ser un político. A los 18 años encabezó el movimiento estudiantil que se oponía a la reforma constitucional que proponía Hugo Chávez. A los 21 se convirtió en el parlamentario suplente más joven en ser electo. Y en el 2015 ganó una curul en la Asamblea Nacional. Hoy está al frente de las manifestaciones que exigen cambios al primer mandatario Nicolás Maduro.
—¿Qué aprendió de sus padres en cuanto al quehacer político?
Crecí en una casa donde la política era parte del día a día. Y de esa crianza tengo dos grandes aprendizajes. Uno, que nada hay más poderoso que la paz. Cuando pones en una balanza las experiencias de mi familia, te das cuenta de que la política es un oficio que se confronta con la violencia. Lo segundo tiene que ver con la formación social y la sensibilidad por el otro, es decir, la necesidad de entender la política como servicio.
—¿En qué se diferenció su infancia de la de otros niños?
A los 12 años me regalaron el libro “¿Qué hacer?”, de Lenin por mi cumpleaños [risas]. Pero no lo entendí hasta los 18 [risas]. Tuve una crianza rodeada de muchas anécdotas. De conocer otra versión de la historia de Venezuela, no la que te enseñan en la escuela. Aparte, empecé en la política muy joven. Estudié en un colegio privado subvencionado que separaba a los que habían pagado de los que no en los exámenes finales. Y allí tuve mi primera experiencia de activismo político, evitando la segregación.
—¿En qué siente que ha cambiado usted tras su paso de dirigente estudiantil a diputado?
Creo que uno tiene un sentido de la responsabilidad más profundo, un sentido de la importancia de lo que uno decide, de la responsabilidad que uno tiene de cara a la política, al país, a la historia.
—¿Cuál cree que ha sido el aporte de su generación a la forma de hacer política en Venezuela?
Nosotros no vemos la política como un asunto de élite. Para nosotros la política es algo cotidiano. Entramos a la política por algo parecido a lo que decía [José Ignacio] Cabrujas: “La política se metió con nosotros”. Creo que también hay otros cambios más superficiales que tienen que ver con cómo asumimos el rol de la protesta y de la política, el rol del discurso. Incluso, la estética. Yo tengo tatuajes, barba, me corto poco el pelo [risas]. Y si tú miras eso 20 años atrás, era impensable que alguien como yo pudiera ser diputado.
—¿Sintió prejuicios cuando entró a la política?
Primero demostré que tenía cerebro y después que tenía tatuajes [risas]. Eso hizo más fácil el proceso de ganarme el respeto. Tuve la oportunidad de ser electo diputado a los 21 años, el más joven de la bancada parlamentaria. Y debo agradecer a este oficio haber tenido la oportunidad de, a mi corta edad, asumir responsabilidades en campañas presidenciales con [Henrique] Capriles, el rol de liderar el movimiento estudiantil y de ser diputado del tercer barrio más grande de América Latina.
—¿Cuál cree que es el sentir en los barrios?
Descontento, rabia, impotencia, frustración. Los sectores populares creyeron en un proyecto político que al cabo del tiempo se convirtió en una estafa. Creo que esa rabia y frustración, que durante un tiempo fueron paralizantes, hoy se han convertido en un motor de transformaciones, que en el fondo tiene la esperanza de que esto no va a ser para siempre.
—¿Cuál es su balance de estos 45 días de protestas?
Venezuela venía de una depresión muy profunda luego del secuestro del referéndum revocatorio. Hoy existe una mayoría convencida de que es capaz de transformar la realidad. Pero este saldo va acompañado de la muerte de chamos (jóvenes) y de represión. El pueblo ha metabolizado esa tragedia en ganas de luchar. Se ha derrotado el miedo.
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Ficha del entrevistado
Miguel Pizarro
Nací hace 29 años en Petare (Caracas), el tercer barrio más grande de Latinoamérica. Soy fanático de los tatuajes, tengo más de 40. Me gusta el punk rock. Incluso fui baterista de una banda. Soy coherente con lo que pienso aunque sea impopular.
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