Algunas mujeres llegaban con una almohada escondida en sus vestidos, simulando estar embarazadas, y se marchaban con bebés en brazos, después del debido pago.
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La dirección donde nacieron los bebés era casi siempre la misma. Y ese es uno de los hechos que intrigan y unen a al menos 44 argentinos que buscan a sus padres biológicos.
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Fueron bebés nacidos entre 1956 y 1980 y portan los nombres de las mismas parteras en sus partidas de nacimiento.
Ahora, los argentinos Mónica Sznaidman, Ricardo Blanco, Daniela Hinsch, los mellizos (separados al nacer) Jorge Elkin y Ricardo David Luján, y otros están en contacto permanente, intercambiando información y apoyo.
Tienen un mismo objetivo: descubrir quiénes fueron sus padres biológicos, en qué fecha exacta nacieron, por qué fueron dados a padres adoptivos y por qué incluso en el caso de gemelos fueron separados y se falsificó su certificado de nacimiento.
“Nos trataron como mercancía”, dice Mónica Sznaidman en una entrevista telefónica.
BBC News Brasil entrevistó a cinco miembros del grupo, que en redes sociales porta el nombre de las parteras, ya fallecidas: “Por nuestra identidad. Parteras F. Ofelia Pintos Lemos - Gregoria Agra”.
Sus integrantes empezaron a hablar en 2015, al principio solo lo hicieron cuatro o cinco de ellos.
Los padres de Mónica Sznaidman, de 53 años, le dijeron que era adoptada. Después de que murieran, ella revisó la fecha de su partida de nacimiento. En sus redes sociales, otras personas empezaron a decirle que tuvieron las mismas parteras y que tenían dudas sobre el proceso de adopción.
Gemelos separados
Uno de los fundadores del grupo, Ricardo Blanco, de 53 años, acudió a un programa de televisión y dijo que estaba buscando sus orígenes y los de su hermano gemelo, que aún no ha aparecido.
“A los 21 años, estaba con algunos amigos cuando vi a una persona como yo. Me quedé en shock. Y pedí a mis padres que me dijeran la verdad. Me confirmaron que era adoptado y que tenía un hermano gemelo. Y le estoy buscando”, dijo Blanco, quien ejerce actualmente de profesor universitario en producción industrial.
Blanco sabe que su padre adoptivo fue a buscarle a un edificio de departamentos de Buenos Aires, que no tenía ninguna clínica u hospital. “Quiero saber la fecha en la que nací, quiero saber cómo me llamaría, saber mi identidad”, dice.
Jorge Elkin, de 44 años y quien vive en Buenos Aires, no sabía que era adoptado pero, entre sospechas por su historia de vida, se acercó a la organización en defensa de los derechos humanos Abuelas de Plaza de Mayo para averiguar si era hijo de uno de los opositores desaparecidos por la dictadura militar (1976-1983).
No lo era. Su hermano mellizo, Ricardo David Luján, que vive en la ciudad de Rosario, se había hecho el mismo examen, por la misma curiosidad. Descubrieron que eran hermanos hace tan solo cinco años, gracias a los responsables del banco de ADN vinculado a la organización.
“Somos muy parecidos. Pero nuestras partidas tienen información diferente. La fecha de nacimiento tienen meses de diferencia y las parteras tampoco son las mismas”, explica Elkin.
El argentino recuerda que cuando estaba enfadado, su madre adoptiva le decía: “Te compré y no te comportás de manera adecuada”. Pero nunca pensó que fuera algo en serio.
Su mellizo dice que “fue una sorpresa” cuando escuchó que tenía un hermano.
“Mi madre adoptiva me contó que mi padre llegó a casa conmigo, un recién nacido, envuelto en una manta. Estaba en las Fuerzas Armadas, como el padre adoptivo de Jorge. Ahora pienso que o nos robaron o nos dieron a familias adoptivas”, dice Ricardo David Luján.
Recientemente, los hermanos descubrieron que una mujer estaba buscando a unos gemelos que, según ella, fueron robados hace 44 años. Ahora se preparan para una prueba de ADN. “Quién sabe, a lo mejor es nuestra madre”, dice Luján.
Vidas en manos de la misma partera
En un país que ha investigado el robo de bebés y niños de perseguidos políticos durante la dictadura, y con 130 de ellos, ahora adultos, con su identidad ya recuperada, era esperable que Elkin y Luján pensaran que eran también víctimas de ese periodo atroz.
Para la fundadora de la Oficina de Derechos Humanos del Registro de Civil de la Ciudad de Buenos Aires, Mercedes Yáñez, la trama de las adopciones ilegales incluye historias de mujeres violadas y menores que fueron forzadas por la familia a dar a luz a los bebés, y a los que rápidamente reemplazaron la identidad cuando fueron entregados a otras personas.
“Creamos un sistema de control de nacimientos mayor, que no existía antes. Lo llamativo de este grupo (los 44) es la cantidad de vidas en manos de la misma red de parteras. Ese grupo puede continuar creciendo”, señala Yáñez.
Mónica Sznaidman dice que, ahora mismo, todo el mundo en el grupo sabe que las partidas de nacimiento fueron falsificadas para que los padres adoptivos aparecieran como los padres biológicos.
“También sabemos que pagaron por nosotros. Mi madre adoptiva me dijo que ella y mi padre adoptivo pagaron por mí, y que el precio fue alto. El argumento [del pago] era legalizar los documentos. Pero era demasiado caro solo para eso. Y algunos de los padres adoptivos contaron que pagaron el equivalente al precio de un departamento”, dice Mónica.
Ella encontró al hijo de una de las parteras, Pintos Lemos, quien dijo que las mujeres “llegaban con una almohada debajo de sus blusas o vestidos, pagaban y se llevaban a uno de los bebés”.
En una entrevista reciente con el periódico La Nación, este hijo de una de las parteras, Ricardo Verry, señaló que la madre “regalaba” a los bebés, pero que sus amigas también parteras los vendían por “US$5.000 o US$10.000 y el precio más alto fue por bebés rubios con ojo azules”.
En España
Desde las islas Canarias, España, Daniela Hinsch, de 51 años, se emocionó varias veces durante la entrevista con BBC News Brasil. Hinsch explicó que descubrió su historia el año pasado cuando escribió el nombre de la partera Gregoria Agra de Pasini en Google.
Hinsch explicó que su madre adoptiva, argentina, viajó a Buenos Aires y volvió a España ocho meses después con ella, recién nacida, en sus brazos.
“Ella dice que pagó en dólares por mí y que debería estar feliz porque tuve la oportunidad de estudiar, o sería pobre. Lo que para mí también es triste es que ella no me hubiera dicho la verdad”, dice.
“No quiero juzgar a nadie. Pero hoy mi hija, de 15 años, tiene una dolencia neurológica genética. Y además de buscar mi identidad, quería saber quiénes son mis padres biológicos por mi hija”.
Para Hinsch, el grupo le hace sentir que no está sola en esta situación.
La psicoanalista Sonia Almada, directora de la ONG Aralma, que lucha contra la violencia infantil y adolescente e investiga (y da visibilidad) a casos como el grupo de “Mónica y los 44” (como se acabaron conociendo), dice que la falta de información veraz sobre una persona genera vacíos y graves problemas en la construcción de la identidad.
“Esa certeza que tenemos, sobre las fechas de nuestros cumpleaños, sobre nuestros orígenes, ellos no la tienen. Y queremos dar visibilidad a un problema que aún existe y que incluye malos tratos infantiles. Y por eso trabajamos principalmente en los barrios vulnerables”, le dice Almada a BBC News Brasil.
Actualmente, Almada está intentando ayudar a una joven de 20 años, Micaela Matteucci, que busca a los dos bebés que tuvo cuando tenía 14 y 16 años. “El sistema social no me informa de dónde están Sofia y Francesca y no las he visto desde noviembre de 2017. Soy una madre, tengo derecho [a saberlo], pero tengo fe en que al menos pueda verlas de nuevo”.
Almada considera que saber qué pasó con las niñas y quién las adoptó es “el derecho de una madre”, así como es “derecho” de Mónica y de los 44 conocer su historia. Por eso, el grupo defiende que exista un banco nacional de ADN, no solo circunscrito al periodo del régimen militar en el país.
“Sería más fácil encontrar a nuestros padres”, defiende Ricardo Blanco.
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