Eran cerca de las 8 de la noche del 2 de abril de este año, cuando se conoció de la muerte de Miller Stiven Falla, la joven promesa del fútbol de Colombia de tan solo 15 años, que fue asesinado por tres ciudadanos extranjeros que, sin mediar palabra, le dispararon en su abdomen en una calle del Tintal, un barrio al sur de Bogotá. Sin embargo, la muerte no solo fue para él, sino para su mejor amiga, quien aseguró que murió en vida cuando esa tarde tuvo que ver cómo la vida del joven se escapaba de sus manos.
A Miller, tres delincuentes lo encontraron a escasas calles de su casa, frente a una avenida principal y concurrida, indefenso y desprevenido, como lo muestran los videos de seguridad donde quedó plasmada su muerte. Los asesinos, dos de ellos ya confesos, lo abordaron, le pidieron su celular y todo lo que llevaba; Miller levantó su camisa para sacar el teléfono, no obstante, los asesinos se intimidaron y le dispararon con ferocidad.
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“Mi hijo se levantó la camisa y en ese momento los extranjeros le dispararon en el abdomen. Murió mirando a una de las amigas que lo acompañaron”, aseguró su padre, Jhon Falla, luego de haber enterrado “al niño de 15 años que se proyectaba como una estrella del fútbol nacional”.
Esa misma noche de abril, como lobos en cacería, los mismos delincuentes salieron a matar de nuevo. Cuatro horas después, muy cerca de la misma calle donde cayó Miller, fue asesinada una nueva víctima. Luis Gustavo Hurtado Vargas, alias Chamo; Giovanni de Jesús Choulo Ochoa, alias ‘Putin’; y Robert Andrés Gaviria, alias Gato, le arrebataron la vida a otro hombre que se negó a entregarles un celular.
Aun con la muerte asegurada, Miller solo pudo decirle a sus amigas, “tranquilas, no pasa nada”, luego de esto, la mirada se le perdió y mientras él se iba la gente llegaba para intentar salvarle la vida. Al deportista lo alcanzaron a llevar a la Clínica del Occidente, pero cuando arribó al lugar ya no tenía signos vitales. “Por qué tan miserables, por qué le tenían que quitar la vida, era solo un niño”, dijo su padre.
Pero si el dolor ya era insoportable, el transcurso de las diligencias judiciales hizo que los padres de Miller desearan haberse ido con él, y aún más cuando se confirmó que los capturados ya tenían anotaciones previas: uno de ellos por hurto calificado y otro por porte de sustancias alucinógenas; y aun así, nada pasaba… Esa era la constante, que nada pasara.
Luego de esto han pasado cuatro meses en lo que la justicia parece no avanzar en el caso. Mientras que Luis Gustavo, alias Chamo y Giovanni de Jesús, alias ‘Putin’, confesaron haber participado del crimen; alias Gato se ha negado a colaborar y sigue defendiendo que él no fue el autor material del disparo que mató a Miller. Por el contrario, ha contado con toda clase de circunstancias para aplazar sus juicios.
El lunes 18 de julio logró, sin mayor esfuerzo, que la jueza que lleva su caso aplazara la audiencia, pues su defensa argumentó que no habían podido tener una entrevista privada y que su defendido no conocía la serie de beneficios que tendría si aceptaba los cargos por los que se le acusa.
Pero más allá del dolor que han vivido sus familiares luego del catastrófico día, ha sido el lento caminar de la justicia lo que ha calado en lo más profundo de los recuerdos de las últimas palabras de Miller, “decía que todo estaba bien, que nada pasaba y empezó a cerrar sus ojitos”, así describió su padre la última vez que lo vieron con vida, y es justo así como ha descrito estos meses. “Nada pasa, aquí nada pasa”.