Punta Arenas. A semanas de jubilarse, el suboficial de la Fuerza Aérea de Chile Santiago Velásquez iba a cumplir su sueño de viajar a la Antártida, pero la caída del avión militar C130 truncó su vida y demostró los riesgos de cruzar una de las rutas más peligrosas del mundo.
Para llegar desde Chile al continente blanco se debe atravesar el Paso Drake, la más austral de las rutas de comunicación entre el océano Pacífico y el Atlántico, con una de las mareas más tormentosas del planeta, que se han convertido en cementerio de más de 10.000 marineros y 800 buques desde el siglo XVII.
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Con 35 años de servicio como conductor al interior de la base aérea de Chabunco, en Punta Arenas, la ciudad conocida como la “puerta de entrada a la Antártida”, pidió como último deseo antes de dejar la FACH conocer la Antártida.
“Siempre fue un sueño para él conocer la Antártida (…) Siempre manifestó ese deseo, era algo que él quería cumplir en algún momento”, dijo José Velásquez, hermano de Santiago.
De 54 años y con fecha de jubilación fijada para marzo, recibió con emoción la invitación para subirse al avión Hércules C130 que partió hacia la Antártida el 9 de diciembre de la base Chabunco, con 38 pasajeros a bordo y que a mitad de camino cayó a las aguas del Paso Drake.
“Santiago no estaba programado para irse ese día lunes. Él me había contado que tenía el viaje para el día martes, pero se dio la casualidad del destino de la vida que ese día hubo cupo y tenía que ocuparlo él, no otro. El destino de la vida se lo llevó, nos lo arrebató”, relata su hermano.
La necesidad del riesgo
El Paso Drake, nombrado en honor a Francis Drake, un navegante inglés que lo cruzó en 1578, es conocido también como mar de Hoces, en alusión al navegante español Francisco de Hoces que llegó a esta zona en el siglo XVI.
De una extensión de 800 kilómetros, sus condiciones climáticas son extremas, con vientos superiores a los 100 kilómetros por hora, olas de hasta 10 metros de altura y una profundidad del océano de cuatro kilómetros, que exigen una gran habilidad a los pilotos de las aeronaves y capitanes de barcos para cruzarlo.
“El riesgo y la necesidad de ir siempre más allá ha sido siempre natural al ser humano. En el caso de la Antártida, primero fue por el deseo de conquistar, luego por los recursos como el pelo del lobo fino antártico, y hoy en día, el gran acicate por seguir volando y cruzando el Mar de Drake, es la ciencia”, explica Marcelo Mayorga, académico en historia de la Universidad de Magallanes.
Las costas del fin del mundo y el propio Paso Drake han sido parte del imaginario colectivo gracias a míticas historias que se narran sobre las fatalidades de los marinos que pasan por lugares como “Bahía Decepción”, “Golfo de Penas” o “Puerto del Hambre”, comentó el escritor y profesor de literatura Oscar Barrientos.
“Toda la compleja geografía de la región de Magallanes como el Cabo de Hornos, el Mar de Drake o el Estrecho de Magallanes sugieren cierta naturaleza catastrófica que puede ser considerada un cementerio de barcos”, aseveró Barrientos.
Continente multicultural
Quienes pasan el rabioso Mar de Drake y alcanzan la Antártida, destacan la multiculturalidad con la que se encuentran en las 65 bases de 30 países que se han instalado en este inhóspito lugar, donde en invierno viven unas 1.000 personas pero en verano la cifra sube a cerca de 5.000.
“Te sorprendes por cómo la base rusa y la base chilena están juntas y parecen un solo poblado. Los países llevan sus propias culturas a sus bases, algunas muy castrenses y otras dedicadas a la ciencia”, cuenta Rafael Cheuquelaf, periodista y músico, quien en 12 años ha viajado siete veces, en avión y barco, entre Punta Arenas y la Antártida.
Durante el siglo XX, países como Estados Unidos, Reino Unido, Chile, Argentina, Brasil, Japón, han intentado exponer su soberanía en la Antártida mediante la instalación de grandes bases pero también con importantes expediciones al interior del continente.
Sin embargo en 1961, 12 países (incluidos Estados Unidos y en ese entonces la Unión Soviética) firmaron el Tratado Antártico que reconoce a este continente como un territorio de interés de toda la humanidad y que exclusivamente debe ser utilizado para fines pacíficos para que no llegue a ser escenario u objeto de discordia internacional.
Fuente: AFP