Sebastián Piñera ha anunciado que revertirá o modificará las emblemáticas reformas promulgadas por Michelle Bachelet en Chile. (Foto: Reuters/Carlos García Rawlins)
Sebastián Piñera ha anunciado que revertirá o modificará las emblemáticas reformas promulgadas por Michelle Bachelet en Chile. (Foto: Reuters/Carlos García Rawlins)
Redacción EC

El candidato presidencial de Vamos, , obtuvo la reelección este domingo apoyándose en una coalición conservadora que abarca desde la derecha liberal hasta el pinochetismo y un discurso que lo presenta como el adalid de la clase media y el artífice de la eficiencia.


Este empresario conservador de 68 años, que en el 2010 se convirtió en el primer político de la derecha chilena en acceder por la vía democrática al poder en medio siglo, logró la reelección con la mira en revertir las reformas de la era Bachelet y situar al país en lo que él considera la senda del crecimiento y el progreso.

En los cuatro años transcurridos desde que concluyó su mandato, la disgregación del sector conservador fue situándole como el líder indiscutible de la derecha.

Piñera ha anunciado que revertirá o modificará las emblemáticas reformas promulgadas por la mandataria socialista en materia tributaria y educativa, y también cambiará la actual ley del aborto, que despenaliza la interrupción del embarazo en determinados supuestos.

Con un programa que prevé un gasto de 14.000 millones de dólares, y que ha sido criticado por los recortes en programas sociales, el ex gobernante promete recuperar el liderazgo y la capacidad de crecimiento, impulsar la creación de puestos de trabajo y reducir la pobreza y las desigualdades.

Y al parecer, los mercados le creen, porque las expectativas de un cambio político han desatado el optimismo de los inversionistas.

La clase empresarial, que perdió la confianza en Michelle Bachelet a causa de la reforma laboral y la subida de los impuestos corporativos, espera ahora que el triunfo del candidato de la derecha impulse la actividad económica en el 2018.

En sintonía con estas expectativas, Piñera ha prometido bajar el impuesto a las empresas, restablecer el rol del sector privado en la educación y canalizar más recursos a los fondos privados de pensiones.

Al igual que en la campaña electoral del 2009, que acabaría llevándole a La Moneda al imponerse por un estrecho margen al candidato de la Concertación, el ex presidente democristiano Eduardo Frei Montalva, este político e inversionista se presenta como el candidato capaz de "sacar a Chile del estancamiento".

Con un discurso dirigido fundamentalmente a la clase media, grupo al que dice pertenecer el 70% de los chilenos aunque el porcentaje real es del 50%, el empresario dueño de un patrimonio familiar de 2.700 millones de dólares según la revista Forbes dice que no promete el paraíso, "porque eso es imposible".

"Pero sí me comprometo a que Chile vuelva a crear muchos y buenos empleos con buenos salarios y buenas pensiones, que vamos a hacer retroceder la delincuencia, el narcotráfico y la pobreza", aseguró en el último cara a cara frente a su oponente, el senador Alejandro Guillier.

Obsesionado por transformar cada propuesta en cifras y convencido de que los reproches al Gobierno son torpedos en la línea de flotación del candidato Alejandro Guillier, Piñera ha dedicado buena parte de su campaña a comparar ventajosamente su administración con la de Bachelet.

Y con didáctico afán ha echado mano de una pizarra plegable para ir comparando por calles y plazas los resultados (escritos en color azul) de su Gobierno con el balance (en color rojo) de la actual mandataria.

Su discurso pretende ser inapelable: 254.000 empleos frente a 96.000, un crecimiento del 5,3% en comparación con el 1,8%, y un aumento de los ingresos del 16 % frente al 0,6%.

Pero su obsesión por la estadística como fórmula infalible para demostrar su superioridad política le ha jugado malas pasadas.

Al final de su administración, Piñera adolecía de falta de trascendencia, bajo reconocimiento y pobre nivel de afectos debido, según analistas como José Joaquín Brunner, a la errada visión de un gobernante "que pretendía vivir de evidencias, estadísticas y razones, pero que no persuadía".

Y es de esa misma carencia de un relato político de la que se resintieron algunos integrantes de su comando electoral cuando los resultados de la primera vuelta le enfrentaron a un escenario tan inesperado como inquietante.

El abanderado de la derecha apenas logró el 36,6% de los votos, cuando algunos portavoces, llevados de la euforia demoscópica, habían hablado incluso de obtener una mayoría absoluta que habría hecho innecesario el balotaje de este domingo.

El afán de atraer a los electores que no votaron por él en la primera vuelta le ha obligado a asumir propuestas ajenas en incluso buscar el apoyo explícito de sus adversarios.

Así el candidato de Chile Vamos no ha tenido reparo alguno en aceptar el respaldo de sus dos principales contrincantes en el sector conservador, el diputado ultraconservador José Antonio Kast, y el senador Manuel Jose Ossandon, estandarte de la llamada "derecha social".

Al 82,18% de mesas escrutadas, la diferencia a favor de Sebastián Piñera era de más de medio millón de votos.

Fuente: EFE/Agencias

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