El 22 de febrero, la policía rescató a más de 200 hombres de unos viñedos en la ciudad de Bento Goncalves, en el sur de Brasil.
Los hombres habían sido utilizados en trabajos forzados y sometidos a violencia física, así como a "condiciones degradantes". Pero el escándalo de los "esclavos del vino" está lejos de ser un caso aislado de la esclavitud moderna en ese país.
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A pesar de una tos persistente, Neco* consideró escapar para ser libre mientras salía de la habitación que compartía con otros 15 colegas para ir a los viñedos para otra agotadora sesión de recolección de uvas.
Pensó que le quedaba suficiente energía para hacerlo, pero finalmente dejó pasar la oportunidad.
"No podía dejar atrás a los muchachos que había traído conmigo", le dijo a la BBC por teléfono desde su casa en la ciudad nororiental de Salvador, todavía tosiendo.
Neco había ayudado a reunir a 47 hombres y juntos emprendieron el viaje en autobús de tres días y 3.000 km entre Salvador y Bento Gonçalves, en el corazón de la región vinícola de Brasil.
A todos se les había prometido alojamiento y comida gratis, y alrededor de US$770 por dos meses de trabajo, un salario decente en un país con un salario mínimo mensual de US$250.
Pero lo que parecía ser una buena oportunidad pronto se volvió al algo mucho más oscuro.
"En cuanto llegamos allí nos enviaron a trabajar, sin tiempo para descansar. Inmediatamente supe que algo andaba mal", cuenta Neco.
Golpes y pistolas eléctricas
Luego vinieron los turnos de 15 horas, la comida escasa y la intimidación.
Los guardias que vigilaban durante la noche el exterior de las viviendas destartaladas de los trabajadores para evitar que se fueran, también allanaban al amanecer las habitaciones abarrotadas para llevarlos a trabajar.
Los trabajadores que dudaban o se quejaban, dice Neco, eran amenazados con palizas y descargas de pistolas eléctricas.
Es por eso que siguió adelante, incluso después de que un resfriado que cogió mientras trabajaba bajo la lluvia se convirtió en una desagradable infección en el pecho.
"Llevaban esas cosas eléctricas que hacen chispa y amenazaban con usarlas para sacudirnos de la cama", explicó.
"Algunos de los hombres decían que 'se morían por usarlas con nosotros' y se reían".
Para Paulo*, otro trabajador, las amenazas se hicieron realidad.
Le contó a la BBC que los guardias le aplicaron dos veces las descargas por 'no levantarse lo suficientemente rápido'.
"Dijeron que nos matarían si hacíamos mucho escándalo por las palizas", señala.
Ambos trabajadores le dijeron a la BBC que habían visto moretones y rasguños en colegas que afirmaron haber sufrido golpes de los guardias, aunque no presenciaron las agresiones.
Otros trabajadores le dijeron a la policía que el castigo corporal era algo común.
Neco, Paulo y los otros 205 trabajadores, todos hombres de entre 18 y 54 años, fueron rescatados por un grupo de agencias policiales el 22 de febrero como víctimas de la esclavitud moderna.
Llevaban tres semanas trabajando de domingo a viernes, sin descanso.
Los trabajadores presentaron quejas similares a la policía, que confiscó pistolas eléctricas y latas de gas pimienta durante la redada.
La operación, que comenzó después de que tres trabajadores huyeran del lugar y alertaran a las autoridades, llegó a los titulares nacionales después de que se revelara que Servicios Fenix, la empresa que había llevado a Neco y su equipo a los viñedos, proporcionaba trabajadores para tres de los mayores productores de vino de Brasil: Aurora, Garibaldi y Saltón.
Las tres empresas emitieron comunicados negando tener conocimiento de la explotación y responsabilizando al contratista.
Aurora fue más allá y publicó una carta abierta pidiendo disculpas a los trabajadores rescatados y al pueblo brasileño por lo que calificó como un "episodio imperdonable".
Las tres empresas también se comprometieron a revisar sus cadenas de suministro.
Servicios Fenix emitió un comunicado anunciando que estaba "investigando las acusaciones" y que tomará "todas las medidas necesarias para abordar cualquier irregularidad".
Los fabricantes de vino también anunciaron el 9 de marzo que habían llegado a un acuerdo con el Ministerio de Trabajo y acordaron pagar el equivalente a US$1,4 millones en multas que incluyen indemnizaciones para los trabajadores explotados.
60.000 esclavos
Pero el "escándalo de los esclavos del vino", como lo ha llamado la prensa local, no es de ninguna manera un hecho raro de la esclavitud moderna en Brasil.
Desde 1995, año en que el gobierno admitió oficialmente la existencia de este tipo de prácticas en su territorio, más de 60.000 personas han sido rescatadas de situaciones similares, según cifras del Ministerio del Trabajo.
Brasil no es el único país que enfrenta el problema: la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estimó que 28 millones de personas en todo el mundo estaban realizaron trabajos forzados en 2021.
Admar Fontes es el coordinador de una agencia gubernamental contra la esclavitud en el estado de Bahía, de donde procedían 194 de los "esclavos del vino".
Él supervisó la operación para que regresaran a sus hogares y dijo que el caso se destaca por algo más que la cantidad de trabajadores explotados.
"Sobre todo, las personas que intimidaron a los trabajadores mostraron, con mucho, la conducta más violenta con la que me he encontrado en los 12 años que he tratado casos de trabajo forzado".
"Las personas responsables de contratar a estos trabajadores actuaron con audacia, como si pudieran tratar a los hombres de manera horrible y salirse con la suya", agregó.
Los trabajadores, señala Fontes, también informaron haber escuchado insultos relacionados con sus orígenes del noreste del país: la región afectada por la pobreza y la sequía que históricamente ha proporcionado mano de obra migrante a gran parte de Brasil.
"Todos los hombres me dijeron que se burlaban de ellos regularmente".
Si bien Fontes señala que la esclavitud moderna es un viejo problema en Brasil, sospecha que las personas que explotan a los trabajadores se han sentido más animadas a hacerlo en los últimos años debido a la recesión económica en Brasil, luego de la pandemia de covid-19 y la guerra en Ucrania.
"Cuando aumenta la vulnerabilidad social, la gente tiende a desesperarse más y acepta cualquier tipo de trabajo", explicó.
Pero Fontes también señala al expresidente de extrema derecha, Jair Bolsonaro, y las varias ocasiones en las que el exlíder criticó los esfuerzos legales para frenar la esclavitud moderna.
Por ejemplo, una propuesta para castigar, con la confiscación de sus activos, a los empleadores que utilizan mano de obra esclava.
Fontes no está solo en esa sospecha.
"La esclavitud moderna en Brasil no comenzó con el presidente Bolsonaro, pero él minimizó el problema públicamente", le dijo a la BBC Italvar Medina, el fiscal de distrito del Ministerio Público de Brasil que supervisa el caso de los "esclavos del vino".
Sesgo racial y educativo
Medina también señaló que la administración de Bolsonaro recortó el presupuesto para las inspecciones contra la esclavitud, que ya han estado afectadas por escasez de personal en los últimos años.
“Dependemos de esas inspecciones para frenar las violaciones”.
Datos del Ministerio del Trabajo muestran que solo dos sectores, la ganadería y la cosecha de caña de azúcar, fueron responsables del 45% de los casos de violaciones a los derechos de los trabajadores entre 1995 y 2022.
Los trabajadores explotados suelen ser negros o mestizos y las víctimas invariablemente tienen un bajo grado de educación formal, lo que los hace vulnerables a ser atraídos con falsas promesas de trabajo. La mayoría son hombres.
Una excepción es Taiane dos Santos, quien a los 17 años se encontró trabajando en una plantación de café de Sao Paulo después de que le prometieran el dinero que, como nueva mamá, necesitaba desesperadamente para alimentar a su bebé.
Taiane soportó 50 días de trabajos forzados sin pago antes de ser rescatada en una redada en junio de 2021.
“Vengo de un pueblo pequeño donde nunca hay suficiente trabajo para todos, por lo que la gente suele viajar para encontrar trabajo temporal”, le dijo a la BBC.
“Pero nadie me dijo nunca que podría terminar prisionera”.
La experiencia llevó a Taiane a ayudar a crear en su ciudad una ONG que trabaja en la educación sobre los derechos de los trabajadores temporales, ayudándolos a identificar posibles esquemas de trabajo esclavo.
“No quiero que nadie vuelva a pasar por eso nunca más”, afirma.
Pasado de esclavitud
La periodista y politóloga Natalia Suzuki explica que la primera línea de defensa contra la explotación es crucial para proteger a los trabajadores.
Está a cargo de una serie de proyectos en la ONG Reporter Brasil que tienen como objetivo capacitar a profesionales como trabajadores sociales y maestros para que eduquen a las potenciales víctimas de la esclavitud moderna.
“El trabajo esclavo está arraigado en los sectores productivos de Brasil y el público en general suele estar insensibilizado al respecto”, explica Suzuki.
“Necesitamos cambiar esta mentalidad, empezando por aquellos que podrían ser víctimas de este tipo de prácticas”.
Sin embargo, es una batalla difícil. Apenas cinco días antes de que el “escándalo de los esclavos del vino” fuera noticia, una inspección del Ministerio del Trabajo encontró a 139 trabajadores en situación de esclavitud moderna en una hacienda de caña de azúcar en Goiás, en la región centro-occidental de Brasil.
El número de personas rescatadas por año va en aumento: solo en 2022, más de 2.500 personas fueron rescatadas. Según el Ministerio de Trabajo, es la cifra más alta desde 2013.
No es raro que los trabajadores rescatados se vean atraídos de nuevo a esquemas de trabajos forzados si su situación financiera no mejora.
Neco, por ejemplo, admite que tal vez tenga que viajar lejos nuevamente en busca de trabajo, a pesar del trauma que experimentó en Bento Goncalves.
“No he tenido un trabajo regular desde la pandemia de covid-19 y necesito alimentar a mis hijos”, indicó.
Admar Fontes, que se mantiene en contacto regular con Neco y los demás trabajadores rescatados, teme que no falten ofertas de empresarios dispuestos a explotar esa desesperación.
“La triste realidad es que Brasil abolió la esclavitud en 1888, pero nunca ha dejado de existir en el país”, afirma.
*Los nombres de los trabajadores fueron cambiados a pedido de ellos.