El ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva fue encarcelado hace nueve días en Curitiba. (Foto: AFP/Nelson Almeida)
El ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva fue encarcelado hace nueve días en Curitiba. (Foto: AFP/Nelson Almeida)
Redacción EC

A punto de cumplir un mes preso por corrupción en Curitiba, el expresidente Luiz Inacio se acostumbra poco a poco a su nueva realidad mientras se hace a la idea de que ya no competirá en las elecciones de octubre para volver a gobernar Brasil . En cambio, en el Partido de los Trabajadores (PT) aún no les cayó la ficha e insisten con su candidatura, en una estrategia que puede perjudicar mucho a la mayor fuerza de izquierda de América Latina.

Pasado mañana se marcará un hito emocional clave para Lula: detenido en la Superintendencia de la Policía Federal, habrá superado los 31 días que pasó encarcelado en 1980, luego de encabezar como líder sindical una serie de huelgas obreras contra la dictadura. Consciente ahora de que está al borde de su ocaso político, el exmandatario pasa las horas casi aislado, entre lecturas de libros, ejercicios físicos, programas de televisión, "baños de sol" y visitas de sus familiares, abogados y correligionarios, más preocupado por su libertad que por volver a comandar el Palacio del Planalto, aunque las encuestas aún lo muestran como el favorito.

A pesar de los esfuerzos de su equipo de defensa por liberarlo, la legislación electoral (ley de ficha limpia) no permite que una persona condenada en segunda instancia sea candidata a un cargo electivo. Y, en el caso de Lula, un tribunal de apelaciones ya ratificó la sentencia del juez Sergio Moro por corrupción y lavado de dinero en el marco de la operación Lava Jato, y le impuso una pena de 12 años y un mes de reclusión. Fue por haber recibido un departamento tríplex de la constructora OAS a cambio de garantizarle a la empresa contratos con Petrobras durante su mandato (2003-2010), aunque el expresidente está también procesado en otras seis causas.

La semana pasada, tras visitar a Lula, el exgobernador de Bahía Jaques Wagner -considerado un eventual reemplazante del exmandatario- causó un cisma en el PT al señalar que el partido debería considerar unirse a otra fuerza de izquierda, el Partido Democrático Laborista (PDT), y aceptar tener un candidato a vicepresidente en la fórmula encabezada por Ciro Gomes, exgobernador de Ceará. De inmediato, la presidenta del PT, la senadora Gleisi Hoffmann, rechazó la idea y subrayó que no hay plan B. "El PT está en un dilema muy serio, dividido entre los radicales exaltados, como Hoffmann, que quieren continuar la 'lucha' a cualquier costo, y los sensatos más pragmáticos, como Wagner, que advierten que si no se busca una alternativa, el resultado electoral será desastroso para el partido", dijo a LA NACION el analista David Fleischer, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Brasilia.

"El cliente"

En tanto, en su sala-celda de 15 m2 en el cuarto piso de la Superintendencia, Lula se debate entre la indignación y una creciente depresión por su aislamiento. "El cliente", como lo apodaron, está en un sector monitoreado por cámaras de seguridad, separado de los otros 22 presos en el edificio. A diario solo están autorizados a lidiar con el expresidente los agentes del Grupo de Intervención Rápida de la Policía Federal que lo vigilan (dos de ellos siempre están apostados en la puerta de su celda, que permanece cerrada pero no trancada), un comisario, el superintendente y un empleado de limpieza.

Puede recibir a sus abogados cuando quiera, pero las visitas de sus familiares, amigos y correligionarios solo pueden ser los jueves en dos turnos de dos horas cada uno. Ya pasaron por allí sus cinco hijos y varios de sus nietos, así como la senadora Hoffmann y el exgobernador Wagnera. La Justicia ha sido muy estricta con las visitas: no se permitió que ingresaran ni la expresidenta Dilma Rousseff , ni el premio Nobel de la Paz argentino Adolfo Pérez Esquivel , ni amigos célebres, como el teólogo Leonardo Boff.

En contraste con otros presos, Lula no tiene horario determinado para despertarse ni para dormir, ni para tomar sus dos horas de "baño de sol" diarias; él avisa cuándo quiere hacerlo. Según informó la revista Veja, suele levantarse a las 7 y desayuna mientras mira el noticiero, antes de ponerse a hacer ejercicios. Hace estiramiento, usa bolsas con libros como pesas para los brazos y camina por la habitación, que además de una cama simple tiene una mesa redonda, cuatro sillas, un armario, una TV plasma, dos pequeñas ventanas con vista al patio interior y un baño contiguo.

Toma un desayuno con café, pan y manteca en su sala-celda y para el almuerzo y cena varía entre ensalada, carne, pollo, arroz y porotos, todo acompañado por agua natural como única bebida. Sin muchas personas con las cuales hablar, Lula pasa la mayor parte del tiempo leyendo los libros que le llevaron, entre ellos, la novela El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, y el estudio histórico La élite del atraso, de Jessé Souza.

De acuerdo con la revista Veja, en conversaciones privadas Lula se ha quejado del liderazgo de Hoffmann en el PT ("Gleisi prometió parar Brasil, pero no cumplió, fue incompetente") y de la debacle a la que llevó el país su sucesora en el poder ("La culpa de que Brasil esté así hoy es de Dilma, que no supo gobernar correctamente").

Aunque a sus interlocutores les asegura que saldrá de prisión "más rápido de lo que se imaginan", sus abogados le expresaron su preocupación por el paso del tiempo y por su posible traslado al Complejo Penal de Pinhais, en las afueras de Curitiba, donde está la mayoría de los presos por el Lava Jato.

Fuente: La Nación, GDA

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