Las recientes escenas en Culiacán, estado de Sinaloa, fueron impactantes incluso para un país endurecido por las imágenes de la guerra contra las drogas.
Decenas de hombres del Cártel de Sinaloa armados cerraron las calles y se enfrentaron en batallas contra las fuerzas de seguridad.
Grandes patrullas de vehículos militares descendieron en el barrio de Tres Ríos.
► Violencia en Culiacán: “Papá, ¿por qué están tirando balazos?” | VIDEO
En el centro del distrito comercial de la ciudad explotaron autos en llamas, se bloquearon carreteras y se disparó armamento pesado a pleno día.
Pronto siguieron imágenes igualmente inquietantes de personas, incluyendo familias con niños, que se refugiaban para protegerse.
"¿Podemos levantarnos ahora?", le preguntó una niña a su padre mientras se acurrucaban detrás de las ruedas de su automóvil. "Todavía no, cariño", respondió el padre con una voz tensa y asustada.
Cuando el humo se dispersó, comenzaron las explicaciones.
Pero el razonamiento inicial del gobierno estatal dejó más preguntas que respuestas.
Hablando en televisión, el secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo, afirmó que la policía había descubierto a Ovidio Guzmán alias “El Ratón”, hijo de “El Chapo”, por casualidad cuando una patrulla fue “agredida” desde una vivienda.
Al entrar a la edificación, la policía identificó a uno de los hombres que estaba ahí como Ovidio Guzmán López, hijo del exjefe del cártel de Sinaloa, que actualmente cumple cadena perpetua más 30 años adicionales de prisión en Estados Unidos.
Sin embargo, eso no parecía coincidir con los informes de testigos oculares y videos de una operación aparentemente coordinada.
Además, Durazo fue deliberadamente ambiguo sobre si todavía tenían o no al hijo de "El Chapo" en sus manos.
Pronto se hizo evidente que no lo tenían. Lo habían dejado escapar.
Fue una gran vergüenza para el gobierno. Habían capturado a uno de los hombres más buscados en México y, superados y abrumados por el cartel, simplemente lo entregaron a sus hombres.
A la mañana siguiente, tanto el gobierno estatal como el federal hicieron control de los daños.
“Esta fue una operación fallida”, admitió Durazo, “una operación apresurada”. La policía había actuado sin órdenes desde arriba y la decisión de liberar a Guzmán solo se tomó para evitar más violencia a la población civil, argumentó.
“No vamos a convertir a México en un cementerio más grande de lo que ya es”, dijo Durazo.
A nivel federal, Durazo contó con otra versión similar.
En su conferencia de prensa diaria, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que no solo estaba al tanto de la decisión de dejar ir al hijo de "El Chapo", sino que lo aprobó.
"No puede valer más la captura de un delincuente que la vida de las personas. Ellos tomaron esa decisión y yo la respaldé", dijo con su tono desafiante característico.
El gobierno señala que varios militares fueron tomados como rehenes por el cartel.
Sin embargo, si alguno de ellos fue asesinado o herido, es otro de los detalles turbios que permanece sin revelar en esta debacle.
De la misma forma, una aparente fuga de prisión también arroja dudas.
En medio de todo el caos y la confusión, decenas de prisioneros en la cárcel de Aguaruto escaparon.
Algunas imágenes de teléfonos móviles captaron a los reos sacando a conductores de sus autos para luego huir en los vehículos.
Con las autoridades estatales sugiriendo que la patrulla policial que detuvo a Guzmán actuó sin instrucciones superiores, el caos en Culiacán podría verse como un fracaso de coordinación del Estado, de planificación o inteligencia.
"Fue un fracaso de todo", dice el profesor Raúl Benítez, experto en seguridad de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Lo que mostró fue el gran poder y control que el Cártel de Sinaloa aún ejerce sobre la ciudad de Culiacán”. Las escenas impactantes entierran la teoría, dice, de que el grupo está “magullado” o destruido después de que “El Chapo” fue encarcelado en los Estados Unidos.
A pesar del caos en Culiacán, el presidente López Obrador insiste en que su enfoque de no violencia hacia las bandas de narcotraficantes sigue siendo el correcto. "No queremos una guerra", dijo.
Tal vez esté en lo correcto, pero el aumento esta semana de la violencia relacionada con las drogas en varios estados de México muestra que todavía están en una guerra.
El pasado lunes, una emboscada a una patrulla policial en Michoacán, en el oeste de México, dejó 13 policías muertos.
Y al día siguiente un aparente enfrentamiento entre miembros del cartel y el ejército dejó otros 14 muertos.
La política de los gobiernos anteriores de guerra total contra los carteles fue errónea, dice el profesor Benítez. Sin embargo, él cree que también lo es la estrategia "suave, suave" del gobierno actual.
Ahora se teme que otros carteles del país hayan aprendido una importante lección de lo que sucedió en Culiacán.
“El cártel del Golfo y el Cártel de Jalisco deben estar contentos”, dijo el profesor Benítez. “Ahora saben qué hacer cuando se atrapa a uno de sus líderes: sacar sus armas más grandes y sembrar el caos y la anarquía”.