CDMX [El Universal/ GDA]. Alegre, sonriente, feliz, rebelde, “muy vaga” y platicadora, es como los vecinos de Fátima la recuerdan. Su asesinato despertó a toda la comunidad de San Sebastián en la alcaldía Xochimilco (Ciudad de México).
Colectivos, organizaciones civiles y gente que no la conocía llegó a su pequeña casa a darle muestras de apoyo a su familia. Unos llegaron con despensas, otros con dinero, el resto, puso sus manos para limpiar el lugar donde sería velada.
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Sacaron la basura, limpiaron la calle frente a su casa, improvisaron una lona. Tuvo que pasar una tragedia así para que se organizaran, para que todos presentaran sus respetos, “el dolor nos unió, me gustaría que desde siempre fuera así y quizá, así se pudiera evitar la tragedia, pero creo que es demasiado tarde, nada de lo que hagamos ahora nos regresará a nuestra Fátima”, comentó Cleotilde, una vecina.
La pequeña vivía con su familia en una condición precaria. Dos adultos y tres niños vivían en un cuarto de no más de 10 metros cuadrados ubicado en la calle María Dolores Obregón.
El trabajo y los quehaceres diarios de los adultos, obligaron a la menor de siete años a crecer prácticamente sola, su compañía siempre eran sus dos perros: Lucky y Spike.
“Ya sabíamos cómo vivían, no nos metíamos con ellos ni les decíamos nada, pero ella era un sol, siempre nos hacía reír, platicaba mucho de las novelas, de cómo le iba en la escuela, de sus amigos del salón. Había días en los que se iba sola a la escuela, todos la conocían, cuando no había qué comer en su casa pasaba y le dábamos con gusto, de todo corazón; siempre pedía comida también para sus perros, era un encanto de niña, no se vale que la hayan matado así”, comenta Margarita, quien vive a escasos 30 metros del domicilio de la niña.
Durante todo el lunes llegaron las manifestaciones de apoyo y colectivos feministas a entregar ayuda, comida, refrescos, sillas.
Las veladoras, colores y globos blancos nunca faltaron. Aproximadamente a las 16:00 horas se presentaron niñas de sexto año de primaria y primero de secundaria y se identificaron como integrantes del Colectivo Violeta. Antes de arribar al domicilio reunieron 6 mil pesos, e íntegros, se los dieron a la familia.
Eran no más de 20 jóvenes que sorprendieron a todos los asistentes, pues llegaron marchando, con sus voces agudas, de niñas, alentando a todas las mujeres “a no dejarse”.
“Fátima, tranquila hermana, aquí está tu manada”, coreaban mientras llegaban a la puerta.
A las seis de la tarde llegó el féretro. Se formó una valla humana para que el pequeño ataúd blanco pasara lentamente, los aplausos y las lágrimas no se hicieron esperar, “Fátima, Fátima, Fátima”, gritaban todos. El llanto de su madre y abuelo se escuchó a lo lejos. “Ya es muy, muy tarde, todos le fallamos a la niña, todos, de nada sirve que estén todos aquí cuando ella nos necesitó, no había nadie”, reclamó Cleotilde, al tiempo que se retiraba del lugar.