Parlamento de Venezuela pide a países vecinos donar medicinas
Parlamento de Venezuela pide a países vecinos donar medicinas
Redacción EC

Zaida Medina de Márquez no sabía que iba a morir tan pronto. Cuando llegó a la por insistencia de su hijo, resignada a no tener atención médica en , los doctores le dieron una esperanza de vida de un mes. El tumor que estaba alojado en su páncreas ya había hecho metástasis en los riñones cuando le hicieron el diagnóstico. Sin embargo, resistió tres meses.

A los 62 años, murió en la camilla de un hospital porteño. Fue el 2 de setiembre pasado. A su lado, tomándole la mano con dulzura, estaba Jorge Márquez, su hijo mayor.

Zaida había llegado sola a Buenos Aires cuando el invierno azotaba la ciudad, a principios de junio pasado. En Venezuela no era sencillo adquirir los insumos para la biopsia que le indicó el oncólogo. Y si por casualidad conseguía la aguja, también era complicado encontrar un patólogo que analizara el examen. La Federación Médica Venezolana calcula que más de 20.000 médicos emigraron a causa de la crisis.

Sus hijos llevaban tres años fuera del país y en casa solo contaba con su marido, Jorge Luis Márquez, de 67 años. Ambos eran ingenieros jubilados y vivían en el hogar familiar en la ciudad de Barquisimeto. En 2014 habían tenido que cerrar el negocio de repuestos de computadoras que tanto les había costado emprender, porque se había vuelto poco rentable debido a la situación económica. Los dos hijos menores se mudaron a Panamá y el mayor, Jorge, a la Argentina.

Fue este último quien se encargó de comprarle un pasaje a Zaida. El recibimiento fue emotivo. Llevaban más de 30 meses sin abrazarse, pero no había tiempo que perder. Del aeropuerto de Ezeiza fueron hasta el Hospital Penna para asistir a una primera consulta. Hasta ese momento, Zaida no tenía idea de la gravedad de lo que tenía.

La familia Medina Márquez ya conocía el rostro de la crisis de salud en Venezuela. Desde hacía dos años, encontrar el medicamento para la diabetes de Zaida era una tarea titánica. Este año se volvió imposible. La Federación Farmacéutica Venezolana calcula que ocho de cada diez fármacos no se encuentran en las farmacias.

El colapso de Venezuela impulsó la emigración de miles de ciudadanos, muchos por temas médicos, y los casos como el de Zaida se repiten. Uno emblemático fue el de una mujer que, con ocho meses de embarazo, viajó 11 días en ómnibus para dar a luz en Córdoba.

Sobran los motivos para la emigración. Pero, para Zaida y para su hijo, una de las principales razones fue el colapso del sistema de salud venezolano. Ningún centro público del país está en condiciones de subvencionar todas las pruebas diagnósticas o de hacerlas de forma gratuita. En muchos laboratorios no hay reactivos, los aparatos están dañados, no hay personal calificado o no hay insumos. El desabastecimiento de material quirúrgico y medicamentos supera el 75%.

No es descabellado afirmar que el drama de un paciente oncológico en el país empieza antes de su diagnóstico. Los médicos que atienden en hospitales públicos remiten a todas las personas a centros y laboratorios privados porque, aunque los exámenes cuesten demasiado, son los únicos que ofrecen el servicio. Una aguja como la que necesitaba Zaida para la biopsia puede costar cerca de 300 dólares, el equivalente a 83 salarios mínimos.

Desde 2012, el Ministerio de Salud no publica las estadísticas en las que se registra la información concerniente a las distintas enfermedades presentes en el país.

Cuando Jorge habla de Venezuela se le nubla la mente. Siente una mezcla de enojo y tristeza. Está convencido de que su país es un enfermo terminal. Dice que allí no hay nada que hacer. Pero no es sólo eso: hasta un moribundo debe tener acceso a unos últimos cuidados que le permitan morir dignamente. Se trata de un tratamiento paliativo, algo que también escasea.

A Jorge le da escalofríos sólo pensar que su madre hubiese atravesado todo el proceso allá. Sabe que ni en Caracas ni en Barquisimeto los medicamentos para reducir el dolor se consiguen con facilidad.

En enero de este año trascendió la tragedia de una chica en el estado de Bolívar cuya familia estuvo hasta el último día de su vida pidiendo morfina para calmar los dolores oncológicos de la pequeña. Los médicos le habían recetado 22 ampollas diarias y sus padres, desesperados, pidieron por todos los medios. Llegaron donaciones con cuentagotas y durante los últimos días las enfermeras se vieron obligadas a reducir las dosis, aunque el tumor en el tórax le había fracturado las costillas y los dolores eran muy intensos. El medicamento llegó un día después de su muerte, el 1° de enero de 2017.

Zaida murió en la cama 303 del Hospital Udaondo, en Buenos Aires, a 7500 kilómetros de su hogar y separada de sus dos hijos menores. La ceremonia de cremación se llevó a cabo como la pidió, sin actos religiosos, pero con un homenaje íntimo.

Fuente: La Nación, GDA

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