Antes de los bombardeos en la Franja de Gaza y el lanzamiento de cohetes contra Israel, estaba claro que la principal preocupación de Joe Biden en política exterior eran China y Rusia. Tras la feroz escalada de 11 días entre Israel y el movimiento islamista Hamas, la administración demócrata ha enviado de gira a su secretario de Estado, Antony Blinken, para mostrar que no descuidarán el Medio Oriente, pero que también habrá un viraje respecto al legado de Donald Trump.
Aunque está claro que Israel seguirá siendo el principal aliado de Estados Unidos -los vetos en el Consejo de Seguridad de la ONU lo demuestran- la visita de Blinken al primer ministro Benjamin Netanyahu y al presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbas, en Cisjordania, intentan colocar a Washington en un papel algo más conciliador y no de apoyo absolutamente incondicional hacia la derecha israelí, como ocurrió en la era Trump.
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Una muestra de ello es la promesa estadounidense de reabrir el consulado que mantenían en Jerusalén, cerrado en la anterior administración y que servía como canal diplomático entre Washington y los palestinos en Cisjordania y la Franja de Gaza.
Esta oficina era autónoma, pero en el 2018 Trump degradó sus operaciones y creó la Unidad de Asuntos Palestinos, que pasó a depender de la autoridad de la embajada estadounidense en Israel, la misma que por órdenes del expresidente se trasladó un año antes desde Tel Aviv a Jerusalén. Según declaró el entonces secretario de Estado, Mike Pompeo, la medida se tomó “para mejorar la eficiencia y eficacia de nuestras operaciones”.
En el 2017, en una decisión inusitada e histórica que fue celebrada con entusiasmo por Netanyahu, Trump reconoció a Jerusalén como la capital de Israel, medida que enfureció a los palestinos, pues para ellos es un asunto sin concluir pues esperan que Jerusalén oriental sea la capital de su futuro Estado. Aunque Blinken no dio una fecha para la reapertura del consulado, Abbas celebró la decisión en la reunión que ambos mantuvieron el martes en Ramala, la capital cisjordana.
Ayuda a los palestinos, pero no a Hamas
En este encuentro en Ramala, que se realizó después del que sostuvo Blinken en Jerusalén con el primer ministro israelí, el secretario de Estado anunció que Washington proporcionaría 75 millones de dólares más en ayuda económica y de desarrollo a los palestinos en el 2021, además de 5,5 millones de dólares en ayuda inmediata para Gaza y 32 millones de dólares a la agencia de ayuda palestina de la ONU.
Sin embargo, Blinken reiteró que se aseguraría que la organización Hamas -considera terrorista por su país- no se beneficiaría de la ayuda humanitaria para Gaza, una tarea harto difícil pues el movimiento islamista controla el enclave y además está en abierta rivalidad con Al Fatah, el partido moderado de Abbas que gobierna con muchas críticas en Cisjordania por parte de los propios palestinos.
Pese a ello, el objetivo de la administración Biden sería reforzar sus lazos con Abbas y la ANP, al que reconoce como único interlocutor válido de los palestinos y que además sí dialoga con Israel.
Ahmed Aboul Gheit, secretario general de la Liga Árabe, comentó que el compromiso de Estados Unidos es clave para la región. “Las dos partes del conflicto son incapaces, por sí mismas, de sentarse en la mesa de negociaciones, y la brecha entre ellas se ha ampliado más que nunca”, dijo el exministro egipcio de Finanzas al diario saudí Asharq Al-Awsat. “Sin una labor efectiva de Estados Unidos, no debemos esperar más que más ciclos de violencia y derramamiento de sangre inocente”.
Por ahora, el cambio de discurso podría ser clave. Por eso, Blinken -que también se ha reunido este miércoles en El Cairo con el Gobierno Egipcio, que sirvió de mediador en el conflicto- expresó que se opone “a cualquier acción unilateral” que dañe las perspectivas de paz, “ya sean actividades de colonias israelíes”, “demoliciones de viviendas” o “anexión de territorios” palestinos por parte de Israel, además de pedir “una vida de dignidad” para palestinos e israelíes.
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