Este martes se cumple el primer mes desde los infames ataques terroristas perpetrados por la milicia palestina Hamás en el suroeste de Israel. Estos atentados, además, llevaron a que el país hebreo le declare la guerra a dicho grupo y lance una masiva contraofensiva sobre la franja de Gaza, el enclave que dicho grupo controla desde el 2007.
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El ataque del 7 de octubre no solo se convirtió en el más letal registrado en Israel desde su fundación en 1948, sino que además asestó un duro golpe contra uno de sus mayores orgullos: sus servicios de Inteligencia y anticipación de riesgos.
En total, unas 1.400 personas murieron a causa del atentado de Hamás, más de 5 mil resultaron heridas y al menos 242 fueron tomadas como rehenes por las células terroristas.
El gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu prometió que la respuesta sería inclemente y definitiva, prometiendo en más de una ocasión que la franja de Gaza no volvería a ser como se conocía.
Desde aquel día, el ejército hebreo no ha parado de bombardear el pequeño enclave palestino. El 20 de octubre, además, lanzó una ofensiva terrestre buscando acabar por completo con la influencia de Hamás sobre el enclave. Esto se ha traducido en la muerte de 10.022 personas en la franja de Gaza, según cifras del Ministerio de Sanidad palestino.
A ellos se suman los más de 25 mil heridos y las 1,5 millones de personas que han tenido que huir de sus casas por temor a los bombardeos.
Desde el inicio de su ofensiva, además, Israel advirtió a los civiles que deberían evacuar hacia el sur del enclave. Miles de ellos, sin embargo, no pudieron hacerlo, ya sea por decisión propia o por amenaza de Hamás, un grupo que también es conocido por haber desarrollado una amplia red de túneles subterráneos y montar sus bases al interior de templos, colegios u hospitales.
“Hoy hay una Gaza al norte y otra Gaza al sur”, afirmó la noche del domingo el principal portavoz militar de Israel, Daniel Hagari, quien explicó que forma parte de una estrategia para sacar a los terroristas de los santuarios humanitarios. El lunes, otro vocero detalló que las fuerzas hebreas han dejado libre una carretera para que continúen las evacuaciones hacia el sur.
Se calcula que todavía hay 400.000 personas en el norte de Gaza, incluida la ciudad que hace de capital de la franja, entre las cuales hay heridos, enfermos y personas vulnerables que no pueden escapar y familiares que no quieren abandonarles.
Al conflicto, además, se han sumado diferentes actores regionales e internacionales que hacen temer que la guerra pueda escalar a niveles globales. Un ejemplo de ello es Hezbolá, la milicia libanesa financiada con Irán que comenzó a disparar misiles contra el norte de Israel.
Estados Unidos, Irán, Siria, Egipto, Jordania y las milicias yemeníes también han participado de alguna forma en el conflicto.
Clima internacional
Consciente del riesgo de escalada en el conflicto, el secretario de Estado estadounidense Antony Blinken no ha dejado de viajar por Medio Oriente y Asia intentando apaciguar las respuestas de los países vecinos sin que eso sea interpretado por su histórico aliado, Israel, como una falta de apoyo.
Este lunes, por ejemplo, concluyó su visita oficial a Turquía donde se reunió con su homólogo Hakan Fidan, a quien le aseguró que su gobierno está en constante diálogo con Israel sobre “pasos” para “reducir las pérdidas civiles” en la guerra.
“Vemos el precio que pagan los civiles inocentes en Gaza; estamos en contacto con Israel. Hemos hablado de pasos para reducir las pérdidas civiles”, dijo Blinken a la prensa en el aeropuerto de Ankara, antes de partir hacia Tokio.
La semana previa, el secretario de Estado había visitado Israel por segunda vez desde que inició el conflicto para luego dirigirse a Jordania, donde se reunió con sus homólogos de Arabia Saudita, Catar, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y del país anfitrión.
Crisis humanitaria
Otra de las preocupaciones que ha acompañado a la guerra fue la negativa -en principio férrea pero que fue cediendo con el paso de los días- de parte de Israel para que ingrese ayuda humanitaria a la franja de Gaza y para que civiles puedan evacuar. En este último punto, cabe resaltar, también influyó la negativa de Egipto de recibir una masiva oleada de palestinos en el Sinaí por temor a que los opositores Hermanos Musulmanes se vean fortalecidos.
El lunes, la ONU advirtió que la situación en el enclave es cada vez más crítica. En ese sentido, las existencias de alimentos esenciales como el arroz, el aceite vegetal y las legumbres, se agotaran en entre uno y tres días, según estimaciones realizadas por el Programa Mundial de Alimentos.
Los suministros de alimentos que han podido entrar desde Egipto son muy escasos en comparación con las necesidades (principalmente alimentos listos para el consumo, como atún enlatado o barritas de dátiles) y se distribuyen en el sur de Gaza, mientras que la harina se destina exclusivamente a las panaderías.
El director de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos en la franja, Thomas White, había advertido el viernes que el ciudadano promedio en Gaza vive actualmente con dos piezas de pan árabe elaborado con la harina que Naciones Unidas había almacenado en la región. El funcionario resaltó, sin embargo, que la preocupación principal ahora está en el agua.
Al respecto, el lunes Lynn Hastings, coordinadora adjunta de la ONU para Oriente Medio y coordinadora humanitaria para los territorios palestinos, alertó que solo una de las tres líneas de suministro de agua desde Israel está operativa.
“Muchas personas dependen de aguas subterráneas salobres o salinas, si es que la tienen”, señaló Hastings.
A un mes de iniciada la guerra, Israel está lejos de cumplir su objetivo de acabar con Hamás, como respuesta a la horrenda acción terrorista perpetrada por ese grupo extremista el 7 de octubre, con el saldo de alrededor de 1,400 muertos israelíes entre civiles y militares y la toma de más de 220 rehenes. El propio Netanyahu advirtió que el conflicto actual sería largo.
Mientras tanto, los bombardeos del Estado judío generan una gran cantidad de muertos entre la población civil de Gaza; ello, más allá de las discrepancias que puedan existir sobre el número exacto de víctimas. El fiscal de la Corte Penal Internacional ha subrayado la posibilidad de que varios de los bombardeos constituyan crímenes de guerra.
En función de lo que ocurra en adelante, podría darse o no una expansión regional de los enfrentamientos; hasta ahora, el Hezbolá libanés e Irán se muestran prudentes, en parte, muy probablemente, por las advertencias de Estados Unidos que ha enviado medios militares a la zona.
En Cisjordania, mientras tanto, la tensión aumenta, en especial por los ataques de colonos judíos a la población palestina.
Por otro lado, el conflicto ha sumido a la administración de Biden en una pesadilla diplomática. La Casa Blanca trata de navegar entre su apoyo a Israel y su necesidad de mostrar que también se preocupa por la suerte de los palestinos. En esa línea, bastante precaria, ha presionado al gobierno de Netanyahu para que autorice el ingreso de ayuda humanitaria al enclave. También ha planteado, en este caso sin éxito, no un cese del fuego, pero sí “pausas humanitarias” en las hostilidades.
Además, el secretario de Estado Antony Blinken ha estado en Jordania y ha señalado que la Autoridad Nacional Palestina tiene un papel que jugar en el post conflicto. Más generalmente, Washington está desempolvando la propuesta de los dos Estados como solución definitiva a la controversia palestino israelí.
Los norteamericanos son muy conscientes de que, si esta vez no se hace justicia a las aspiraciones palestinas, Rusia y China saldrán ganando diplomáticamente, pues podrán reforzar sus dichos ante el llamado “Sur Global” sobre la “doble vara” de Estados Unidos y Occidente en general para medir las violaciones al derecho internacional. La causa de Ucrania se verá ciertamente perjudicada.