“Siria es un país que está creciendo con una generación rota”, dice en diálogo con El Comercio Patricia Rey, jefa de comunicaciones del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). En vísperas de Año Nuevo, la situación humanitaria ha dejado a los niños y a sus padres sin motivos para celebrar porque tienen que buscar alimentos en medio de un país devastado por la guerra.
Organizaciones como el CICR y la Media Luna Roja Árabe Siria (MLRAS) tratan de asistir a las víctimas en las zonas a las que les permiten entrar, donde la comida —cuando se encuentra— está a precios exorbitantes, donde los hospitales son cementerios y los médicos, verdugos involuntarios que deben decidir a qué paciente salvan la vida porque los medicamentos no alcanzan para todos.
El conflicto armado sirio que se inició en marzo de 2011 y hoy tiene escala internacional ha causado entre 300.000 y 400.000 muertos, según datos de la ONU. Con esta realidad se encuentra el CICR, ahora con su principal enfoque en Guta Oriental (este de Damasco, la capital siria), donde alrededor de 400.000 habitantes están atrapados y son asediados desde 2013 por las tropas del régimen de Bashar Al Asad.
¿Cuál es la situación humanitaria en el terreno?
Las necesidades humanitarias en Siria son enormes. No hay alimentos para las personas, hay un déficit de alimentos. Por ejemplo, en Guta Oriental, las personas no tienen acceso a alimentos básicos como el azúcar o el té, o si tienen, estamos hablando de que ahora mismo un kilo de azúcar cuesta 25 dólares comparado a 50 centavos de dólar que solía costar en una situación normal. Igualmente, un paquete de pan cuesta 10 dólares. La gente no tiene acceso a comida. No hay leche. La leche en polvo que usan las madres para alimentar a los bebés está totalmente fuera del alcance. Las tiendas han cerrado. Los precios son carísimos.
¿Cómo ha sido afectada Guta Oriental?
Por el frío, porque ahora mismo tenemos temperaturas en zonas de Siria que están bajo cero, las comunidades no pueden seguir sus actividades agrícolas como solían hacerlo. No hay combustible. No se puede bombear el agua y no se puede tener cultivos de irrigación. Son todas estas las dificultades que vemos en términos de acceso a bienes, de acceso a comida.
- Último bastión de la rebelión cerca de Damasco, Guta forma parte de las cuatro "zonas de distensión" definidas en marzo por Rusia e Irán, aliados del régimen, y por Turquía, que apoya a los rebeldes, para intentar llegar a un alto el fuego en Siria.
- Esta semana culminó la evacuación -pactada entre el régimen y la facción armada Ejército del Islam- de 29 enfermos graves, la mayoría de ellos, niños. Además, evacuaron a algunos prisioneros, según el diario El Mundo. La medida fue ejecutada por el CICR y la MLRAS. Los trasladaron a hospitales de Damasco.
¿Y en cuanto a la atención médica?
Hay una preocupación enorme que es la falta de acceso a asistencia médica. En muchas zonas de Siria los medicamentos están de alguna manera bloqueados y no se puede introducir algunos que son tan claves, por ejemplo, como para enfermedades terminales, para enfermedades crónicas como la hepatitis, como enfermedades de hígado, como el cáncer. Hay gente que está también teniendo enfermedades graves simplemente por falta de medicamentos básicos.
¿Qué alternativas y apoyo encuentran ustedes para atender a estas víctimas?
Nosotros y algunas otras organizaciones humanitarias llevamos años en Siria y hemos incrementado nuestras operaciones desde el inicio del conflicto en 2011. Lamentablemente, la población depende mucho de organizaciones humanitarias. Tienen las casas destrozadas. Un millón y medio de personas han recibido, gracias a nuestro acceso, cuidados de salud. Tenemos clínicas móviles. Sin embargo, queremos resaltar que la ayuda humanitaria no es la solución a este conflicto. El conflicto en Siria necesita una solución política. Necesita que las partes involucradas se pongan de acuerdo y lleguen a una terminación de esta crisis. O, si no es posible, a que se respete por lo menos unas zonas de distención. Que se respete a la población civil como pide el derecho internacional humanitario. Queremos reiterar el pedido a que se nos dé acceso regular sin condiciones a las zonas que están bloqueadas. Como Deir Ezzor, Raqqa, donde no hemos podido acceder por tres años. Nuestra ayuda humanitaria es imparcial, es neutral, no integramos alguna de las partes en el conflicto.
¿Qué tipo de contacto tienen con las partes en conflicto?
Algo muy importante que forma parte de nuestro mandato como CICR es que hablamos con todas las partes en el conflicto. Estamos presentes en el terreno, donde se nos permite entrar. Hablamos con todos los grupos armados, con las fuerzas de seguridad, con el Gobierno sirio. Esa es nuestra labor: intentar entender y explicar la importancia del derecho internacional humanitario y dar acceso a la ayuda. No es fácil. Evidentemente, en un conflicto hay intereses políticos. Sin embargo, intentamos hacer respetar la ayuda humanitaria y que el acceso a la población no esté políticamente condicionado. Al mismo tiempo, CICR no forma parte de las negociaciones políticas. Los Estados que apoyan a las partes e intervienen de alguna manera, deben recordarles que los civiles no se pueden atacar, que los hospitales no se pueden bombardear.
¿Por qué cree que no se llega a un cese del conflicto?
Nosotros como organización humanitaria no hacemos análisis políticos. Lo que sí podemos decir como CICR, es que saludamos y aplaudimos cualquier negociación encaminada a terminar el conflicto. Es tremendamente complejo y las partes tienen intereses. Mientras ellos se encargan de encontrar la solución política, nosotros pedimos que se nos deje hacer el trabajo de ayudar a la población. Ha habido voces acerca del fin del conflicto. Hubo cierto optimismo, se habla de zonas seguras a las que se puede volver. A nosotros, estando en el terreno, nos preocupa que las condiciones de vida son precarias. No hay dónde vivir, ni hospitales.
¿Cómo son estas fechas, de Navidad y Año Nuevo, para los niños sirios?
Los niños son siempre los más afectados por la situación humanitaria y por la guerra. Nosotros vemos en ellos una falta de alimentación básica. La guerra azota a todo lo que es el consumo de bienes. También el frío, que es algo que a menudo no pensamos, está haciendo que enfermedades básicas empeoren mucho más. Eso está llevando a muertes de niños. Hay un tremendo trauma psicológico. Los niños que están viviendo el conflicto en Siria están afectados por todo lo que han visto, que son muertes de amigos y familiares por el fuego cruzado. Igualmente pasa con la educación. Siria es un país que está creciendo con una generación rota, niños que no están yendo a las escuelas. No acceden a educación. Yo creo que la prioridad para las familias es sobrevivir, salir adelante. Están pensando en cómo rehacer sus vidas.
¿Cuál es su expectativa o esperanza respecto de esta generación?
Nosotros no somos una organización que trabaje en desarrollo a largo término. Sin embargo, mirándolo hacia un futuro, esperamos que el sufrimiento cese a corto plazo. Hemos dialogado con madres, padres, niños, médicos frustrados porque tienen que escoger a qué paciente van a atender y a quién van a salvar la vida. Queremos que las partes del conflicto piensen que el sufrimiento humano tiene que terminar ya. A partir de ahí, Siria tendrá que entrar en un proceso de recuperación, de construcción del tejido social de nuevo. Esperamos de verdad que Siria vea la luz al final del túnel y que sea un país de convivencia. Ojalá que un día no sea necesario que nosotros, CICR, estemos en Siria, ni haga falta ayuda humanitaria. Ojalá un día en Siria haya condiciones que le den una vida digna a la población. Mientras tanto, nuestro compromiso es firme. Seguimos incrementando las actividades, seguimos al lado de la población, seguimos haciendo operaciones cruzando la línea de frente, hemos hecho 34 este año.
¿Qué es lo que más los ha marcado?
Lo que nos golpea más es hablar con las madres. La frustración, a veces casi convertida en enfado al no tener nada que darle de comer a sus hijos. Esa historia se repite con diferentes nombres y diferentes rostros, pero esa frustración, el no poder cultivar una patata, la posibilidad de comprar azúcar, eso es lo que más nos ha afectado a mis colegas y a mí. Hay madres que hierven hojas, césped, papel de periódico para darle de comer algo caliente a sus niños. Porque no hay nada que les puedan llevar a la boca. Eso es muy duro de olvidar.
¿Tiene un recuerdo positivo?
Las sonrisas que nosotros vemos en la gente cuando logramos entrar en zonas que han estado bloqueadas por años. Esa bienvenida y el agradecimiento ayuda mucho a saber que nuestra labor humanitaria tiene un sentido y que las poblaciones todavía confían en que estamos comprometidos con otras organizaciones a echarles una mano y satisfacer sus necesidades mientras sea necesario. Eso nos mueve, nos empuja a seguir adelante con nuestra labor en Siria.