(Ilustración: Víctor Aguilar Rua)
(Ilustración: Víctor Aguilar Rua)
Ana Palacio

La semana pasada, los ministros de Relaciones Exteriores de la aprobaron, con poca fanfarria o consultas, la Estrategia de la UE para la Cooperación en el . Es un paso oportuno, que refleja la conciencia de la creciente importancia estratégica de dicha región. Pero, como suele ser el caso con los marcos de la UE, ofrece muchos planes vagos, principios generales y jerga burocrática, y poca claridad estratégica.

El enfoque geoestratégico del mundo en la región del Indo-Pacífico es un fenómeno reciente. Hace apenas unos años, fue Asia, o quizás Asia-Pacífico, lo que consumió la atención del mundo, con el “giro hacia Asia” del expresidente estadounidense Barack Obama como un ejemplo.

Pero el foco en Asia se centró fundamentalmente en China. Y ese país difícilmente está operando exclusivamente dentro de Asia. Tiene ambiciones de gran alcance. Y sus agresivos esfuerzos por hacer valer sus reclamos marítimos han aterrorizado a países desde Australia hasta Filipinas.

China también ha estado provocando a India con usurpaciones en territorio indio en el Himalaya, lo que ocasionalmente ha provocado enfrentamientos militares mortales y sugiere un enfoque de expansión territorial. En respuesta, India ha endurecido su postura hacia China, al tiempo que profundiza su compromiso con el llamado Quad (Australia, India, Japón y Estados Unidos).

Los miembros del Quad tienen un interés común en mantener el Indopacífico “libre y abierto”. Europa comparte ese interés. Y, sin embargo, mientras que el Quad surgió en el 2017, Francia desarrolló algo similar a una estrategia formal del Indopacífico solo en el 2018. Y sus socios europeos, comenzando con Alemania y los Países Bajos, no siguieron su ejemplo hasta el año pasado.

En cuanto al Reino Unido, su estrategia está incorporada en la Revisión Integrada de Seguridad, Defensa, Desarrollo y Política Exterior de reciente publicación, que establece que el Indopacífico tiene importantes implicaciones para la economía, la seguridad nacional y las ambiciones globales del Reino Unido. La Revisión deja en claro que el Reino Unido debe forjar asociaciones en la región que promuevan su interés en todos estos frentes.

Este enfoque contrasta marcadamente con las orientaciones de la UE. Sí, la estrategia de la UE demuestra su reconocimiento de la “creciente importancia” del Indopacífico. Pero mientras que el Reino Unido defiende intereses nacionales que pueden o no superponerse con las prioridades globales, la UE hace hincapié en los objetivos generales, con los que espera que los socios regionales puedan estar de acuerdo.

De hecho, la frase “intereses de la UE” recibe solo tres menciones bastante genéricas en el texto. Lo que ofrece la UE en lugar de prioridades políticas claras es un compromiso vago de “reforzar su papel como socio cooperativo en el Indopacífico” con sus socios regionales en una amplia gama de áreas.

Con este enfoque, la UE espera contribuir a “la estabilidad, la seguridad, la prosperidad y el desarrollo sostenible de la región”. En otras palabras, al más puro estilo de Bruselas, la nueva estrategia de la UE enfatiza el poder blando, al tiempo que agrupa los esfuerzos bilaterales y multilaterales de formas poco claras y potencialmente superpuestas.

Pero, por supuesto, hay un elefante, o mejor dicho, un dragón, en la habitación. El Reino Unido tiene una visión clara de las amenazas que plantea el tipo de autoritarismo de China, aunque también está listo para comerciar y comprometerse más ampliamente con el país. La UE, por el contrario, menciona a China solo en su lista de acuerdos bilaterales. Es un caso clásico de sentar cercas en Europa.

Asimismo, en el único párrafo de la estrategia dedicado a la seguridad, la UE dice: “Los Estados miembros reconocen la importancia de una presencia naval europea significativa en el Indopacífico”. Estas ambiciones nebulosamente definidas contrastan con los claros objetivos navales del Reino Unido.

El único objetivo bien definido de la UE es expandir Crimario, el programa de gestión de crisis e intercambio de información dirigido por Francia para rutas marítimas cruciales, desde el Océano Índico hasta Asia Meridional, Asia Sudoriental y el Pacífico Sur. Es un paso positivo, pero no suficiente.

Los líderes de la UE podrían contrarrestar el argumento de que carecen de una estrategia clara y creíble para el Indopacífico señalando que están enfatizando los principios sobre los actores. Pero, si bien este enfoque es loable no puede hacerse a expensas de la sustancia. Y lo que ha elaborado la UE es un documento lleno de jerga burocrática que deja a uno preguntándose si está verdaderamente comprometida con establecer una presencia en la región.

Pero no se pierde toda esperanza. La nueva estrategia es un primer paso, y en la UE, los primeros pasos a menudo requieren el mayor esfuerzo, incluso si no nos llevan muy lejos.

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