¿Qué relación hay entre crecimiento económico y pobreza? ¿Será cierto que basta con crecer para salir de pobres? Entre los países desarrollados, no son los de mayor crecimiento los que tienen mejores niveles de vida. El Índice de Desarrollo Humano (PNUD) que mide el acceso a la educación, a la salud y el nivel de ingreso es mayor en países como Noruega (0,944), Dinamarca (0,923) y Alemania (0,916). Sin embargo, el crecimiento de su PBI ha sido bajo entre el 2011 y 2015 (1,7%, 0,46% y 1,54%, respectivamente).
Algo similar se observa en el Perú. Cinco de los diez distritos más pobres del país se ubican en La Libertad, pese a que esta región fue la tercera de mayor aporte al PBI después de Lima y Arequipa. Ello no quiere decir que el crecimiento económico no sea necesario, incluso indispensable, solo que no es suficiente.
Un mayor crecimiento –que es el medio no el fin– puede contribuir a disminuir la pobreza de dos maneras: creando más y mejores empleos y permitiendo mayor recaudación para una mayor inversión social por parte del Estado. En cuanto al empleo, el Perú se caracteriza por tener poca gente produciendo mucho (en el sector moderno de la economía; minería, banca, finanzas y seguros) y mucha gente produciendo muy poco (en la pequeña agricultura de la sierra y selva, en el comercio al por menor y en los servicios personales no calificados).
Estas brechas de productividad se explican por la falta de acceso a la tecnología, al crédito, a la infraestructura productiva (carreteras, luz, Internet, etc.) y por los bajos niveles educativos de la fuerza laboral en ese sector. Además, el aumento de jóvenes y mujeres que buscan trabajar es el mayor de nuestra historia; la PEA ha crecido en unas 292.000 personas por año entre el 2004 y el 2013 y se estima un crecimiento continuo en la oferta laboral hasta el 2035.
A mediano plazo, será muy difícil que el sector moderno ofrezca suficientes empleos de calidad a esta explosión de personas que buscan trabajo. Por eso es tan importante que la propuesta de formalización del nuevo gobierno esté acompañada por inversiones productivas en la sierra y selva (agua pero también vialidad, Internet, tecnificación, crédito y diversificación) y de oportunidades de capacitación técnica de corta duración para elevar la productividad en las pymes y aprovechar el bono demográfico (mayor población en edad de trabajar que menores y ancianos) que ya se inició y culminará hacia el 2030.
Solo el crecimiento no asegura una política explícita de empleabilidad y oportunidades para los pobres. En cuanto a la inversión social, el presidente propone una “revolución social” que supone priorizar programas promotores de oportunidades económicas. Ello implica un cambio de rumbo en la política social. Solo el 2,2% de los más de 4.000 millones de soles que invierte el Midis en sus cinco programas está destinado a la inclusión económica con el programa Haku Wiñay.
Se requiere un mayor equilibrio entre programas protectores (regalar pescado), habilitadores (enseñar a pescar) y promotores (enseñar a pescar, procesar y vender pescado). Solo así se logrará la superación sostenible de la pobreza…lo demás es puro cuento.