El Comercio ha venido informando en los últimos días que Abu Bakr al Baghdadi ha tomado el nombre de califa Ibrahim. Este personaje nació en Samarra y estudió Teología en Bagdad. El autotitulado califa intenta ser el gobernante político y religioso supremo de todos los musulmanes existentes en el mundo. Esto implica que los musulmanes deben “rechazar la democracia y otra basura de Occidente”.
Su califato está formado por lo que se conocía como Estado Islámico de Iraq y el Levante y controla áreas territoriales en Iraq y Siria. Crea una situación peligrosa, pues tiene una gran cantidad de combatientes dispuestos a llevar a la práctica la yihad o Guerra Santa contra Occidente. El califa Ibrahim ha señalado que, por el momento, sus dominios se extenderán desde Alepo, en el norte de Siria, hasta la provincia de Diyala, en el este de Iraq.
Cuando muere Mahoma (570-632), fundador del islam, fue designado jefe de la comunidad islámica Abu Bakr, por votación popular realizada en Medina, y recibió el título de ‘khalifa rasúl Allah’, que quiere decir ‘sucesor del mensajero de Dios’. Este título aludía exclusivamente a sus funciones de gobernante, sin que implicara de modo alguno la idea de una inspiración divina como la que había poseído Mahoma. Su sucesor fue Omar, el cual adoptó el título de Amir al-mu minin, o sea ‘comendador de los creyentes’. A partir de ese momento esta tarea espiritual quedó unida a la función de califa.
La sede del califato se instaló al principio en Medina. Ali, el cuarto califa se trasladó a Kufa, en Iraq. Por otra parte Mu’awiya, el primer califa omeya, instaló su capital en Damasco. Los abasíes fundaron Bagdad hasta que Hulagu la saqueó en 1258. Un miembro de la dinastía abasí fue proclamado califa en Egipto. Muy posteriormente los turcos afirmaron que se les había transferido los derechos al califato, quedando en sus manos esta autoridad hasta el 3 de marzo de 1924, en que fue abolida por la Asamblea Nacional Turca. Husayn, rey de Hijaz, reclamó entonces el título de califa, pero en el mismo año fue expulsado de su reino por Ibn Saud. Desde entonces no se había vuelto a plantear ninguna reclamación seria del título y hoy se considera extinguida la autoridad que expresa. Por esta razón lo efectuado por el califa Ibrahim resulta noticia interesante.
No podemos dejar de mencionar que durante la dominación musulmana en España, que duró ocho siglos, además del califa abasí de Bagdad, hubo en Córdoba un califa omeya. Igualmente en Egipto existió durante algún tiempo un tercer califa, el fatimí chiita, a cuyo mandato puso término Saladino (1137-1193), famoso por su gran resistencia a los cruzados y por haber conquistado Jerusalén en 1187.
El califa era jefe de la comunidad para todos los efectos, mas no podía tomar decisiones en materia de fe, de la que era únicamente el defensor oficial. Pero poseía cierta aura mística que hacía que los demás gobernantes islámicos valoraran mucho ser reconocidos por él. A don Nicolás de Piérola, caudillo y gobernante de nuestra patria, lo apodaron ‘Califa’, pues era tanta su prestancia, magnetismo y liderazgo, que propios y extraños decían que no tenía partidarios, sino “creyentes”.