En su coronación en Londres ayer, el rey Carlos III asumió las antiguas responsabilidades de la monarquía británica. El rey no es solo un gobernante. También es una “fuente de honor” encargada de preservar la reverencia que sus súbditos sienten por sus instituciones de gobierno. Una de las formas en que lo hace es literalmente ennobleciendo a los británicos dignos, dándoles derecho a sentarse en la Cámara de los Lores. Históricamente, la membresía en los lores ha sido hereditaria. Hoy en día, los nuevos miembros son “compañeros vitalicios” cuyos títulos no se pueden transmitir. Son nombrados por el rey siguiendo una “lista de honores” de recomendaciones elaboradas por el primer ministro.
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