¿Voucher o gestión?

María Isabel León

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No hay evidencia de que los vouchers funcionen

Carla Gamberini Coz

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“La propuesta podría desfinanciar la educación pública y perjudicar al erario nacional”.

En el país existen más de 65 mil (53 mil públicos y 12 mil privados) que albergan a casi 8,5 millones de niños. La educación estatal atiende al 80% de ellos. Al 2022, la brecha en infraestructura educativa bordeaba los S/100 mil millones. El rendimiento de estudiantes del sector estatal, de acuerdo con la Evaluación Muestral Anual 2022, se ubica por debajo incluso de los colegios privados “de bajo costo”. Un panorama desolador para la formación del futuro capital humano y en que el invierte más del 19% del presupuesto público anual. Ello ha generado el proyecto de ley del congresista Alejandro Cavero que propone otorgar a los padres de familia la decisión directa de recibir y utilizar el dinero asignado por el Estado para la educación de sus hijos a través de un “voucher educativo” con el que puedan pagar mensualmente el colegio privado de su elección, bajo ciertas condiciones y reglas.

Suena muy auspicioso imaginar esta posibilidad de libre elección, pero lo cierto es que la propuesta puede traer bajo el brazo el “riesgo oculto” de desfinanciar peligrosamente la educación pública y terminar perjudicando el erario nacional, subvencionando a personas que no son pobres y que no necesitan esta ayuda. Pretender que estudiantes del sector público migren al sector privado a través de la asignación de significaría un mayor egreso de recursos públicos, pues desinflar, por ejemplo, un aula estatal de 50 alumnos y dejarla con 20, después de la migración de la diferencia de alumnos a colegios privados bajo la utilización del voucher, generaría el mismo gasto estatal para sostener el aula despoblada que si estuviera llena. Se requeriría el mismo número de docentes para atender a 50 o 20 estudiantes dentro del mismo salón. ¿Cómo haríamos para “embutir” a 6,5 millones de niños provenientes de 53 mil locales estatales en 12 mil privados y poblados ya por casi dos millones de estudiantes? La norma propuesta señala que los colegios privados “elegibles” para el uso de este voucher deberán tener cinco años de experiencia previa, por lo que ni la construcción de establecimientos nuevos solucionaría la atención oportuna de los miles de migrantes con voucher en mano.

Más bien, la propuesta del artículo 7 del mismo texto legal resultaría más razonable, al facilitar convenios entre el sector público y el privado (como el caso de los colegios Fe y Alegría). Con esta medida se podrían ir dejando fuera a miles de establecimientos públicos que se caen a pedazos y permitir que sean agentes del sector privado los que brinden el servicio gratuito, financiando infraestructura y gestión pedagógica con el dinero de nuestros impuestos. Sería similar al caso de los hospitales Barton y Kaelin de Essalud; establecimientos públicos en los que se proveen servicios médicos gratuitos a los afiliados bajo la administración de una organización privada más eficiente, productiva y que garantiza médicos directamente contratados y mantenimiento de infraestructura hospitalaria oportuna. Esto no significa “privatizar” los servicios públicos, por cierto, sino garantizar una atención de calidad.

Esta prioridad de atender el servicio estatal gratuito a través de un agente privado, bajo reglas claras y supervisión, podría librar al Estado del peso enorme de mantener sobre sus hombros el clientelismo de los abultados sindicatos magisteriales y recuperar el interés supremo del alumno como eje central de la atención nacional.