“La reelección será un espacio apto solo para la misma clase política que tiene responsabilidad en la situación actual”.
Cualquier discusión política seria sobre la reelección debe reflexionar no solo sobre las bondades del concepto en la teoría, sino traerlo a la realidad de las cosas, con todas las condiciones que ello significa actualmente para el país. Hablar de la reelección en el actual contexto significa también hablar de la bicameralidad y de las contrarreformas políticas que vienen atados a esta.
Aunque cierto sector de entendidos señala como virtudes de la reelección la suma de experiencia y el incentivo para construir carreras políticas, estas expectativas se convierten en elementos perversos si es que, como viene haciendo el Congreso, aprueba normas que permiten perfiles políticos de dudosa credibilidad y, al mismo tiempo, cierra la democracia solo a unos cuantos, que son básicamente los que se encuentran en el Congreso y sus cúpulas partidarias. La reelección congresal en esas condiciones significa perpetuar en el poder a representantes sin legitimidad para la ciudadanía. No es tan simple decirle a la gente que elija bien, cuando el sistema le quita la posibilidad de mejores opciones.
En efecto, no se puede entender esta reelección congresal sin la propuesta de bicameralidad de la que es parte, y que trae cláusulas improvisadas y que instituye por ejemplo un Senado todopoderoso, cuyas excesivas competencias opacan las de los diputados. Acá se puso un candado adicional que demuestra su vocación de monopolizar el poder: para ser senador, de no tener 45 años, se tiene que haber sido congresista. En este caso, la reelección no termina siendo una opción, sino una imposición; peor aún, los reelectos saldrán del Congreso con el más alto desprestigio de la historia reciente. No menos importante es el poco sentido democrático del Legislativo y de quienes ignoran que una propuesta similar fue rechazada hace menos de cinco años en un referéndum.
Tampoco se puede entender esta reelección congresal sin las contrarreformas de la Comisión de Constitución que acaba de eliminar la obligación de primarias abiertas y simultáneas que involucraban a toda la militancia y la ciudadanía en la elección de sus futuros candidatos, y que buscaba evitar así que esta decisión sea solo tomada por las tan cuestionadas cúpulas partidarias. También se viene avanzando en la eliminación de los movimientos regionales para que los partidos nacionales sean los únicos que puedan tener representación, cortando genuinos espacios democráticos al interior del país, y que además deben ser vistos en el curso de la historia. Es decir, esta reelección será un espacio apto solo para la misma clase política decadente que tiene responsabilidad en la situación actual.
Por otra parte, analizar la reelección de gobernadores y alcaldes en este contexto pierde sentido, pues parece un simple intercambio de prebendas para ganar a dichas autoridades a la causa congresal, que no ha considerado el uso de recursos estatales por parte de quienes ostentan el cargo. En suma, la reelección en los términos en los que ha sido concebida resulta hoy una amenaza más para la democracia. Apoyar la reelección congresal con bicameralidad impuesta, en estas condiciones, es avalar a las agrupaciones que niegan la libre participación de la población en reformas fundamentales.
“Contar con autoridades novatas que no conocen cómo invertir o ejecutar su presupuesto tiene un impacto negativo”.
La aprobación en primera votación del retorno a la bicameralidad incluye la restauración de la reelección inmediata, la que será de aplicación para senadores y diputados. Existe un consenso académico y político sobre la importancia de la bicameralidad para la mejora de nuestro sistema democrático; sin embargo, parece que la reelección parlamentaria no es del agrado de ciertos sectores que quizás olvidan la importancia de esta institución.
La reelección parlamentaria no es automática, sino que brinda a la ciudadanía la posibilidad de decidir si reelige o no a sus representantes al Congreso. Contar con este mecanismo supone restaurar el vínculo entre congresistas y electores, pues permite que los ciudadanos premien o castiguen una labor parlamentaria. Sin reelección, el lazo entre los parlamentarios y sus votantes se ve muy debilitado o incluso puede romperse, a tal punto que la ciudadanía no puede exigir una rendición de cuentas a quien recibió su voto. Sin reelección no es posible conseguir una verdadera relación entre representantes y representados.
Contar con parlamentarios experimentados contribuye a la profesionalización del Congreso, lo que no solo disminuye el tiempo de aprendizaje de los nuevos congresistas, sino que impacta en la institucionalización. Así, contar con un número de congresistas con experiencia permite una mayor solidez del Congreso frente a agentes externos que pretendan desestabilizar la labor parlamentaria. Es importante señalar que la labor congresal no es tarea fácil, pues requiere experiencia y dedicación, por lo que resulta conveniente para la institución contar con legisladores aptos para la labor, un aspecto que influye directamente en la dinámica de las cámaras legislativas.
Estos son algunos de los argumentos que permiten afirmar que la restitución de la reelección parlamentaria inmediata, acompañada de la bicameralidad y de algunas reformas electorales, contribuirá con la tan ansiada mejora de nuestro sistema político.
Por otro lado, la Comisión de Constitución ha aprobado un dictamen que restituye la reelección –por un solo período– para gobernadores y alcaldes. El impedimento de la reelección fue aprobado en el 2015, argumentándose que dichas autoridades se veían implicadas en denuncias de corrupción. No obstante, lo cierto es que el Congreso de entonces debió evaluar el impacto que tendría esta reforma para la gestión municipal y regional.
Tal como lo señaló la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política (2019), la reelección inmediata de alcaldes y gobernadores puede permitir la continuidad de buenas gestiones y políticas públicas. Y es que contar con autoridades novatas que no conocen cómo invertir o ejecutar su presupuesto tiene un impacto negativo en la mejora o implementación de los servicios públicos.
Teniendo en cuenta que la tasa de reelección ha sido baja, habilitar la reelección significa que la ciudadanía evalúa la gestión de sus alcaldes y gobernadores, a quienes, finalmente, premia o castiga con su voto. De ser necesario, se debe aprobar reformas que aseguren la idoneidad de estas autoridades.