Según el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), el PBI crecerá en este año en 4,8% o 4,3%, respectivamente. Son cifras inverosímiles. Ni la línea de base del año pasado, ni lo que se espera de la economía internacional, y mucho menos las políticas en marcha sostienen estas proyecciones.
La historia es sencilla. Desde principios del 2015 el crecimiento del PBI está sostenido por la minería. En el 2016, según el BCRP, el PBI del sector minero creció en 22% y el de la minería e hidrocarburos en 17%. Esta última es la tasa más alta desde 1979. No es poca cosa.
El problema es que el crecimiento del PBI minero está agotándose. Según el MEF, en este año crecerá en 7%, en 3% en el 2018 y en 1% en el 2019. Por lo tanto, el crecimiento del PBI debería caer conforme se aproxime el centenario de nuestra independencia.
Sin embargo, el MEF y el BCRP dicen que eso no pasará, porque surgirá un nuevo motor del crecimiento: el sector no primario de la economía, donde están la industria, la construcción y el comercio. El crecimiento de este sector, de 2,5% en el 2016, según el MEF, subirá a 4,1% en el 2017, a 4,8% en el 2018 y a 4,9% en el 2019.
No se puede sustentar esta proyección. Primero, porque actualmente este sector está paralizado. En el 2016 la manufactura no primaria cayó en 2%, la construcción en 3%, las exportaciones no tradicionales en 2%, y las importaciones de insumos y bienes de capital en 5%. Asimismo, el empleo urbano en empresas de más de diez trabajadores casi no ha crecido. Por último, la encuesta mensual del BCRP de noviembre último muestra un deterioro de las expectativas.
Segundo, porque las condiciones internacionales están empeorando. La tibia elevación de nuestros términos de intercambio será opacada por el alza de la tasa de interés internacional impulsada por la Reserva Federal estadounidense. La tasa de interés de los bonos del tesoro norteamericano subió de 1,4% a 2,5% entre agosto y diciembre, y debe seguir subiendo.
Tercero, la política fiscal y la política monetaria serán contractivas. En el caso del MEF, porque ha decidido reducir el déficit fiscal de 3% del PBI en el 2016 a 2,5% en este año. En el caso del BCRP, desde julio del 2011, solo en una cuarta parte de los meses la inflación estuvo dentro del rango meta y la inflación subyacente no ha estado en el rango ni en un solo mes. En consecuencia, el BCRP debería subir la tasa de interés, no bajarla.
La gran esperanza era la política de destrabe, que la actual administración la puso en un pedestal. Esta política parece haber encontrado sus límites naturales, y seguramente se agravará por el “efecto Odebrecht”, que obliga a trabar, y no a destrabar. Eso es lo que pasará, por ejemplo, con el Gasoducto Sur Peruano. Adiós, GSP.
Por todo lo dicho, la economía no crecerá a las tasas esperadas por el BCRP o el MEF.
¿Hay algo que se pueda hacer?
Desde el lado del MEF la vía más expeditiva es poner todas las energías en la dinamización de la inversión pública en todos los ámbitos del gobierno. Un crecimiento de la inversión pública por encima del 10% anual sería la mejor contribución de la política fiscal a la economía.
En el caso de la política monetaria la decisión es más compleja y pasa por la determinación sobre qué hacer con la banda de inflación actual, que frena la opción de una política monetaria expansiva en este año. El punto de partida es responder a la pregunta: ¿tiene sentido mantener una meta de inflación teórica que en la práctica se incumple sistemáticamente? Reconozco mi responsabilidad en no haber propiciado esta discusión, en el directorio del BCRP, oportunamente.
En cualquier caso, lo urgente es sincerar las proyecciones. Nada peor que proyecciones que no son tomadas en cuenta.