Cada año, China quema tanto carbón como el resto del mundo combinado y, desde el 2009, se han vendido más autos en ese país que en cualquier otro. Sus ciudades están asfixiadas por aire envenenado y este ha sido responsable de aproximadamente un millón de muertes prematuras por año. Pero desde el 2014, China ha estado librando una “guerra contra la contaminación”, la cual ya está dando resultados. El año pasado, los niveles de contaminación en Beijing disminuyeron en más del 20% con respecto al año anterior.
El ángulo político de esto es obvio. Los líderes estaban preocupados de que sus ciudadanos simplemente no toleraran el aire tan contaminado. Pero China, al mismo tiempo, ha demostrado menos determinación por disminuir sus emisiones de dióxido de carbono. Un planeta que se calienta, después de todo, no presenta la misma amenaza palpable e inmediata que el aire tóxico.
El año pasado, China produjo el 27% de las emisiones de dióxido de carbono, y se espera que estas aumenten en casi un 5% para fines de este año. Estados Unidos ocupa el segundo lugar en esa lista, al representar el 15% de las emisiones mundiales –aunque China señala que sus emisiones per cápita siguen siendo menos de la mitad que las del país norteamericano–.
Con el desinterés de la administración Trump por enfrentar el cambio climático, el mundo necesita una China más comprometida. Un informe advirtió que si las emisiones de gases de efecto invernadero continúan al ritmo actual, para el año 2040 las costas se inundarán, las sequías se intensificarán y la escasez de alimentos será generalizada. Entonces, el planeta enfrenta un inmenso desafío, más difícil con un presidente estadounidense que cree que los combustibles fósiles impulsarán el regreso de su país a la grandeza.
Afortunadamente, no hay un movimiento que niegue el cambio climático en China. Los líderes políticos y los científicos coinciden en que el planeta se está calentando, que esto se debe a la actividad humana, que China es responsable en gran parte y que el país ya está experimentando sus efectos, incluido el retiro de glaciares en la región de Qinghai-Tíbet y algunas sequías.
Por eso, en los últimos años, China parece estar tomando más en serio esta crisis. Así, ayudó a dar forma al acuerdo climático de París en el 2015 y ayudó a obtener apoyo de los países reticentes. También ha prometido que para el 2030 comenzará a disminuir su uso de carbón, reducir las emisiones de carbono, incrementar las fuentes de energía de combustibles no fósiles y aumentar la cobertura forestal hasta en 247 millones de acres.
Pero China puede hacer más y el planeta depende de ello.
Por un lado, debe dejar de financiar y construir centrales eléctricas de carbón en todo el mundo. Las compañías energéticas chinas están detrás de más de 200 nuevas centrales eléctricas de carbón que están planificadas o en construcción. Una “guerra contra la contaminación” en casa mientras se promueve el uso de carbón en países menos desarrollados hace que China parezca hipócrita, incluso colonial. En su lugar, Beijing puede y debe exportar la tecnología de energía renovable que ha estado desarrollando tan dinámicamente. Con esta energía limpia, los países subdesarrollados podrían superar el modelo que sacrifica el bienestar ambiental por el crecimiento económico.
El país también debe descubrir cómo maximizar su capacidad eólica y solar. Gran parte de esta ahora no se utiliza. En el 2016, por ejemplo, se redujo el 17% de la capacidad eólica total de China, y en algunas provincias esa cifra fue mucho mayor. Gran parte de esto tiene que ver con una red eléctrica inadecuada que no puede transmitir la potencia adicional. El gobierno necesita hacer cumplir su política de otorgar a las fuentes renovables acceso prioritario a la red.
Y, finalmente, Beijing debería establecer el 2030 como el año para terminar la producción y venta de todos los automóviles y camiones a gas y diésel, y reemplazarlos con vehículos eléctricos.
Vivimos en un mundo en el que la desconfianza hacia China está generalizada. Pero en la lucha contra el cambio climático, todos estamos del mismo lado. Deberíamos alentar a China cuando toma medidas a favor del medio ambiente, especialmente cuando la administración Trump se queda al margen.
© The New York Times.
–Glosado y editado–