En las últimas dos semanas, el Gobierno ha tomado medidas firmes y potencialmente muy costosas para sus ciudadanos con el objetivo de detener el avance del coronavirus y sus efectos sobre la salud de la población. Interesa iniciar un diálogo que evalúe estas políticas a la luz de su respaldo científico y las compare con las mejores prácticas en el mundo. Esto no es sencillo, puesto que no hay un conjunto de prácticas de efectividad comprobada para enfrentar esta situación. No obstante, claramente hay casos de éxito frente a los cuales es posible situar las políticas en el país y evaluar qué podemos esperar de ellas.
En efecto, un análisis de la curva de casos confirmados a partir del caso 100 permite identificar dos grupos de países. En un grupo están algunos países asiáticos, como Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y Japón, que han logrado rápidamente controlar el avance de casos y fatalidades, y en otro grupo está la mayoría de países, como China, Irán, Estados Unidos y los territorios europeos, donde el número de casos continúa subiendo aceleradamente. Corea, por ejemplo, había “aplanado la curva” dos semanas después de llegar a los 100 casos, sin las draconianas restricciones chinas y sin costosas cuarentenas generalizadas. ¿Qué han hecho países como Corea para “aplanar la curva”? La respuesta se puede resumir en cuatro puntos: actuar rápidamente, antes de que la crisis explote; aplicar pruebas de manera temprana y masiva; hacer seguimiento, aislamiento y vigilancia a los casos confirmados; llamar al apoyo de la población.
Las políticas en el Perú solo coinciden en el primero y el último. En efecto, el Gobierno Peruano actuó temprano, antes de llegar a los 50 casos, y las frecuentes apariciones del presidente en los medios para informar sobre el estado de la situación son evidencia de una estrategia de comunicación social al respecto. El segundo punto es clave en una estrategia para minimizar los costos del coronavirus, tanto en términos de la salud de los habitantes como en la economía de los hogares, especialmente de los más pobres. Las pruebas proveen la evidencia que es la base para cualquier decisión científica. En cuanto a su aplicación, estamos muy lejos del estándar coreano. De hecho, en un día Corea hace tantas pruebas como nosotros hemos hecho en las últimas tres semanas. En América Latina, Chile es quien mejor viene aplicando este punto: la semana pasada hizo alrededor de 6.000 pruebas cada día y espera llegar a 10.000 diarias en esta semana. En ambos casos la colaboración entre el sector público y el privado ha sido clave; en Corea para producir los instrumentos para hacer pruebas y en ambos para aplicarlos. Declaraciones del ministro de Salud antes de asumir su cargo sugieren poca esperanza en esta dirección. El ahora ministro alabó la estrategia del Gobierno de centralizar las pruebas en hospitales públicos. La consecuencia de no actuar en esta área es que estamos en la oscuridad sobre la evidencia básica para actuar de manera inteligente frente al virus.
El siguiente punto es igualmente crítico. No basta con recoger evidencia, se necesita actuar sobre ella. La tecnología actual permite hacer seguimiento individualizado de los casos de manera relativamente barata. Un software instalable en cualquier celular permite monitorear los movimientos de cada persona diagnosticada. En algunos casos, el aislamiento es obligatorio; y en todos los casos, la información permite diseñar cercos epidemiológicos efectivos. Esto sería particularmente valioso de implementar en casi todas las regiones, donde todavía el número de contagios confirmados es pequeño. Aislando efectivamente estos casos, la contención del virus puede ser muy rápida. Aquí, sin embargo, un joven que había sido diagnosticado con el virus en Lima, aparece de repente en Ica, departiendo con sus amigos, ¡en pleno estado de emergencia! Al momento, no existe ninguna estrategia de monitoreo de los casos que no son suficientemente graves como para ameritar hospitalización.
Una posible justificación del plan vigente es que no tenemos la capacidad de implementar estrategias basadas en evidencia. Si esto es así, las consecuencias serán terribles para la población y para el país, particularmente para la población más pobre. El tamaño del paquete fiscal que anunció la ministra recientemente, 12 puntos porcentuales del PBI, es solamente un reflejo del costoso e insuficiente camino que se ha elegido para salir de esta situación.
No obstante, aún se puede actuar para limitar la extensión del problema. En primer lugar, se requiere acelerar la ejecución de pruebas. En segundo lugar, en regiones fuera de Lima debe implementarse, de inmediato, un seguimiento de cada caso identificado y todos sus contactos en las últimas dos semanas. Este es el grupo prioritario para las pruebas. El aislamiento de los casos que ameriten debe ser el siguiente paso. En tercer lugar, el confinamiento general, aunque sumamente costoso, resulta importante para prevenir el colapso de un sistema de salud muy pobre. Enfermeros atendiendo sin mascarillas y sin cumplir protocolos de aislamiento a pacientes con síntomas, como en el hospital Lazarte de Trujillo, muestran dramáticamente las limitaciones del sistema. La lección para el mediano plazo es muy clara: necesitamos invertir en un sistema de salud con capacidad de respuesta ante epidemias. Uno solo de los 12 puntos del PBI comprometidos puede hacer una gran diferencia, si es usado de manera inteligente.
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