Héctor Villalobos

quiso jugar para todas las tribunas, pero lo único que logró fue anotarse un autogol. Intentó ganar aplausos, pero fueron más los abucheos. Convirtió en críticos a quienes la respaldaban y sus propuestas terminaron siendo refutadas con la misma crudeza tanto por analistas políticos como por constitucionalistas.

¿Cuál es la intención de dar un mensaje a la Nación un domingo en horario estelar para anunciar la presentación de iniciativas de reforma constitucional que ya están previstas en la legislación o que se sabe de antemano que no tendrán respaldo en el ?

Hay quienes pueden defender el discurso argumentando que se trata de una calculadísima jugada de ajedrez político. Tirarle la pelota de la responsabilidad del adelanto electoral a un Parlamento indeciso. Quedar ante la opinión pública como la presidenta desprendida que conmina al Congreso a adelantar las elecciones al 2023 (cuando fue el mismo Ejecutivo el que inicialmente había planteado que sean en el 2024). Pero si esa era la intención, la estrategia falló. Nano Guerra García y los fujimoristas ya habían ganado por puesta de mano. Aunque en ese momento se hallaba en un punto muerto, en el Legislativo ya se había presentado la reconsideración para volver a debatir el adelanto electoral para este año. Boluarte llegó a la estación cuando el tren ya estaba en marcha.

La historia pudo haber sido distinta. Hubo un momento clave la semana pasada que el Ejecutivo no supo aprovechar. Fue cuando trascendió la versión –confirmada luego con el mensaje que dio Boluarte el domingo– de que Palacio alistaba un proyecto de ley para cambiar la fecha del 2024 al 2023. Ese mismo día, miércoles 25, el primer ministro Alberto Otárola y algunos integrantes del Gabinete acudieron al Congreso para reunirse con la Mesa Directiva. Cuando todos pensaban que el presidente del Consejo de Ministros había ido con el proyecto en la mano a poner en aprietos al dubitativo Parlamento, Otárola salió a desinflar las expectativas, señalando que estaba satisfecho con el ‘cronograma’ del Legislativo. Un día después, Fuerza Popular le ganó el vivo a un Gobierno que tenía lista la propuesta, pero que no se atrevió a presentarla.

Tampoco se entiende el cálculo político, si es que existió, en el otro proyecto de reforma mencionado por Boluarte. Anunciar la presentación de un proyecto para que el próximo Congreso analice la reforma total de la Constitución no solo no es suficiente para reconciliarla con las fuerzas de izquierda que la eligieron, sino que, más bien, la distancia de los grupos de derecha que hasta ese momento eran los únicos que la respaldaban. Además, está la incoherencia de presentar un proyecto con carácter de “urgencia”, pero no para que lo vea este, sino recién el próximo Congreso, que nadie sabe cuándo será elegido ni cómo estará compuesto.

Diversos constitucionalistas que fueron consultados por El Comercio han calificado de “inviables” y “redundantes” las iniciativas anunciadas por la presidenta. Y es bastante probable que hayan sido generosos con los adjetivos.

Toda la “firmeza” con tono de ultimátum que quiso transmitir Boluarte en su mensaje terminó por evaporarse el lunes, cuando Otárola declaró a la prensa que el proyecto relacionado a la reforma total de la Constitución no había sido aprobado en el Consejo de Ministros y que era una iniciativa que continuaba siendo debatida. Al final, fue su propio primer ministro el que dejó sin piso a una presidenta que trató de quedar bien con todo el mundo.

Héctor Villalobos es editor de Política