Alfredo Thorne

La se ha vuelto la mayor preocupación. El reciente reporte del INEI sobre la producción nacional confirma que, después de ocho trimestres de expansión desde la recesión del 2020, el PBI ha vuelto a contraerse (0,4% a tasa anual en el primer trimestre y 3,3% si usamos la tasa trimestral anualizada como los países de la OCDE). La evidencia proporcionada por el , en su Reporte de Inflación, muestra que mucho se debe a las protestas en el sur; y el reporte del INEI, al efecto de las lluvias.

La pregunta que muchos nos hacemos es cuánto nos tardará recuperarnos y volver a crecer a tasas por arriba del 4%, como hace unos años. El BCR, en su informe de inflación, ofrece estimados trimestrales ajustados por efectos estacionales que apuntarían a que el rebote sería inmediatamente, en el actual trimestre, cuando el PBI estaría 2% por encima del 4T22, y en el 4T23, cerca del 4%. Aun cuando han revisado a 2,6% su estimado del PBI para el presente año, mantienen su estimado de 3% para el 2024. Nosotros somos menos optimistas y vemos la recuperación recién a partir del segundo semestre y que la economía permanecerá débil en lo que resta del año, creciendo solo 1,5% en el 2023 y 2,8% en el 2024.

Recientemente hemos tenido noticias positivas del exterior que nos dan vientos de cola, al igual que la reactivación de nuevos proyectos mineros, como el de La Granja en Cajamarca. El precio internacional del cobre, aunque ha bajado, permanece en US$3,7 por tonelada; y la demanda por nuestros productos se ha visto dinamizada por el rebote de nuestro principal socio comercial, China, que ha vuelto abrir su economía después de la pandemia. Estimamos que nuestros socios comerciales crecerán al 3%. A pesar de que muchos anticipaban una recesión global, este año tendremos buenas noticias debido a las economías emergentes que compensarán la fuerte desaceleración de las economías desarrolladas, que crecerán, en promedio, al 1,3% este y el siguiente año.

Pero la economía no se puede recuperar solo por demanda externa, y pensamos que la desaceleración interna contrarrestará las buenas noticias externas. Esto se aprecia en la demanda de electricidad desestacionalizada para toda la economía hasta el 7 de mayo, un buen indicador adelantado de nuestra producción nacional; muestra una recuperación en marzo en el cálculo mensual y caídas en abril y a inicios de mayo. El mayor reto será el gasto privado. En nuestros estimados, el consumo privado crecerá solo al 1,8% en el 2023 y la inversión privada caerá 1,8%. Por una parte, está el hecho de que los apoyos al consumo privado que tuvimos el año pasado no se harán presentes este año. Pero más relevante ha sido la destrucción de valor que han generado las protestas en el sur y las lluvias en el norte. No solo es el hecho de que muchos trabajadores y empresas han experimentado una reducción en sus ingresos, sino que la destrucción de sus viviendas y la infraestructura los obliga a ahorrar más para financiar la reconstrucción.

La contracción de la inversión privada se debe mucho a la incertidumbre y la mide el BCR en sus cálculos de expectativas empresariales. Aun cuando se han recuperado en abril, el único subíndice a tres meses que no se recupera es el de la inversión. Para entender la contribución del sector privado, conviene revisar los estimados de ahorro e inversión privados. Según datos del BCR, la tasa de ahorro privado ha caído del 18,7% del PBI en el 2017, cuando empezó la crisis política, al 13,5% del PBI en el 2022; mientras que la de inversión privada se mantuvo en 16,9%. Es el resultado, fundamentalmente, de que las empresas ven altos riesgos para sus inversiones. Si la tasa de inversión converge a la del ahorro, lo que podría suceder si continúa la crisis política, le restaría varios puntos porcentuales al crecimiento de nuestra economía.

Una forma de contrarrestar la desaceleración del gasto privado es con mayor inversión gubernamental: usar la inversión del Gobierno como estímulo –un choque de expectativas– para atraer la inversión privada y, así, compensar el efecto de destrucción sobre el gasto de consumo privado. El Ministerio de Economía y Finanzas parece dispuesto a buscar ese efecto y estima que crecerá 6% este año, muy por encima del 1% del BCR o de nuestro estimado de caída. Más aún, solo ha destinado S/4.000 millones para contrarrestar un costo estimado de las lluvias de entre S/14,2 y S/21,7 mil millones. La diferencia la tendrá que asumir el privado. No se trata de gastar por gastar, la ayuda debería ir focalizada a compensar al privado o a proyectos que induzcan mayor inversión privada, y eso no se está haciendo.

Pero queda la duda de si esto será suficiente como para cambiar las expectativas. John Maynard Keynes les llamaba los “espíritus animales”; es decir, en las decisiones de inversión hay un componente irracional que el Gobierno necesita atacar. Y poco se ha hecho por enfrentar las causas reales de la incertidumbre política. Es probable que los inversionistas estén observando el siguiente proceso electoral para obtener garantías de que el Perú no cambió de rumbo en su manejo económico, y eso nos hará crecer lentamente hasta entonces.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Alfredo Thorne es exministro de Economía y Finanzas