En apenas cinco meses, el Perú será anfitrión de las reuniones anuales del Grupo del Banco Mundial y el FMI del 2015, que congregará a ministros de Economía de todo el mundo y líderes de organizaciones internacionales, corporaciones y sociedad civil. Será una gran oportunidad para que América Latina y el Caribe muestren sus avances sociales y económicos a todo el mundo, así como para destacar cómo puede encarar un crítico problema mundial: mejorar la calidad de la educación juvenil.
Estas reuniones llegan en un momento crítico para el desarrollo de la región. Desde inicios de la década del 2000, el número de personas viviendo en la pobreza extrema en los países latinoamericanos se ha reducido a la mitad. Sin embargo, el 12% aún vive con menos de US$2,50 al día. El coeficiente de Gini de la región, usado para medir la desigualdad, descendió casi 7 puntos porcentuales del 2003 al 2012. Hoy, sin embargo, la disminución de la desigualdad podría estar estancándose. Con un crecimiento que se desacelera, reducir más la pobreza y alcanzar la prosperidad compartida podría ser más difícil.
Está probado que una manera de fomentar efectivamente el crecimiento y abordar la pobreza y la desigualdad es a través de inversiones en capital humano. Estudios muestran que las madres educadas tienen hijos más saludables y que las mujeres con recursos financieros son más propensas a invertir en la generación venidera.
Los gobiernos de América Latina y el Caribe conocen esta situación de primera mano. En los últimos diez años de rápido crecimiento económico, sus inversiones en educación ayudaron a tornar prácticamente universal el acceso a la educación primaria. Pero asistir a la escuela es apenas el primer paso; el siguiente es asegurarse que los alumnos estén aprendiendo.
Lograr una educación de calidad sigue siendo un reto en la región. Los resultados de los exámenes PISA del 2012 mostraron que los alumnos latinoamericanos de 15 años habían adquirido, en promedio, dos años menos de conocimientos que sus contrapartes de los países más ricos.
En la región, los alumnos pobres tienen un desempeño mucho peor que sus contrapartes más acaudaladas y esta brecha comienza a una edad temprana: los niños de 6 años del 25% más pobre de la población en algunas partes de la región tienen dos años y medio de retraso en términos de aprendizaje versus los estudiantes del 25% más rico. El Grupo del Banco Mundial publicó un informe que reveló que la deficiente enseñanza estaba teniendo un impacto sobre los alumnos equivalente a un día menos de clase por semana.
Varios países de la región ya están tomando medidas al respecto. Un gran ejemplo es el Perú, al que visito esta semana y donde trabajé por muchos años como médico, luchando contra la tuberculosis en comunidades pobres.
El Perú recientemente desarrolló nuevos programas para mejorar el desempeño estudiantil en las escuelas primarias del Estado. El Banco Mundial trabaja junto al gobierno para supervisar y contribuir a mejorar los resultados del aprendizaje estudiantil, ayudando a cerrar la brecha de desempeño tanto entre regiones como entre niveles de ingreso. El Perú apoya también a la juventud de las áreas más pobres a acceder a la educación superior al brindar nuevas oportunidades para un mayor aprendizaje.
La calidad educacional es crucial para el crecimiento económico de la región. Aquellas políticas y programas que mejoren el aprendizaje estudiantil generarán puestos de trabajo e incrementarán el ingreso, especialmente entre los pobres y vulnerables. Esto significa que las personas podrán salir de la pobreza extrema por sus propios medios y que muchos más podrán compartir la riqueza recientemente creada.
Los países de América Latina y el Caribe ya registran una notable historia de crecimiento económico y reducción de la pobreza. Ahora que estamos rumbo a las reuniones anuales del 2015, mejorar la calidad de la educación mediante una revolución en el aprendizaje debe convertirse en la nueva lección de la región para el mundo.