George Floyd muere a causa del abuso policial en Minneapolis, Minnesota, en Estados Unidos. Inmediatamente, se generan protestas en todo el país, las cuales tratan de ser aplastadas por el presidente Donald Trump. Al mismo tiempo, los mercados financieros tienen su mayor incremento en meses. ¿Por qué sucede ese divorcio entre los mercados financieros y las protestas por la muerte de George Floyd? ¿Es un patrón que se puede replicar en el Perú?
Según distintos científicos sociales, existen cuatro variables que pueden detonar el inicio de una revolución social: un sorpresivo declive en el desarrollo económico, la ineficacia del Estado en responder a las demandas de la ciudadanía, un régimen no democrático y la debilidad de las instituciones.
En Estados Unidos, con un desempleo cercano al 20%, un presidente que algunos medios como CNN tildan de dictador (Fox News opina lo contrario) y un Estado que parece no estar respondiendo a la muerte de Floyd, uno pudiera concluir que se viene un estallido social. Sin embargo, aunque la muerte de George Floyd ha dejado devastados a los estadounidenses y al mundo entero, los mercados financieros (los cuales tienden a ser un buen termómetro del futuro económico) en Estados Unidos, esos mismos días, subieron casi un 10% y llegaron a récords históricos de valoración.
¿Por qué? Históricamente, los mercados financieros ven más allá de un año. Y confían en que la fortaleza de las instituciones de los mercados desarrollados aguantará el golpe del corto plazo y resolverá este tipo de problemas. Este es un patrón que se ha repetido en otras crisis sociales en Estado Unidos, como la de 1968.
Y, ¿en mercados emergentes como el Perú? Aquí enfrentamos un similar o peor deterioro económico: una contracción que puede llegar al 20% del PBI, combinado con una reciente pérdida del 25% de los empleos (tan solo en Lima). Además, contamos con un factor que nos incrementa el riesgo: instituciones débiles. Así, por ejemplo, el Poder Judicial cuenta con una aprobación de tan solo el 37%, según Ipsos; y el Legislativo, aunque históricamente contaba con una aprobación del 20%, hoy, por la reciente renovación, obtiene un 52% de aprobación. Asimismo, contamos con un presidente bastante popular (80% de aprobación) y una población que culpa a los comerciantes de los grandes mercados mayoristas de que la pandemia continúe.
En síntesis, en el corto plazo no se espera un estallido social, pero la situación sí puede tornarse inestable después de las elecciones del próximo año. En el 2021, aún enfrentaremos un muy alto desempleo. Aunque la reciente encuesta de expectativas del BCRP muestra una mejora, la recuperación de los primeros trimestres del próximo año no será capaz de absorber todos los empleos perdidos en el 2020. Por lo tanto, aún enfrentaremos un escenario de desánimo y malestar.
Si el próximo año escogemos a un gobernante que rápidamente tome medidas impopulares y sin consenso, combinado con un Parlamento que dilata y entrampa las necesarias soluciones a los grandes problemas económicos que enfrentaremos, el estallido social será altamente probable. Por lo tanto, el electorado debe ser más cuidadoso en la elección de sus líderes el próximo año versus los años anteriores. La crisis que enfrentamos será una de las más duras.
Finalmente, los políticos deberán invertir en medidas que procuren ingresos para los hogares más vulnerables de manera sostenible, elevar las expectativas de los inversionistas e invertir agresivamente en fortalecer nuestras instituciones.