A pesar de su juventud, Martin Luther King Jr. comprendió la perspectiva a largo plazo de la historia. No podía haber previsto una multitud blandiendo armas y saqueando el Capitolio, pero podría haber previsto las victorias en las elecciones al Senado de dos jóvenes sureños, Jon Ossoff y Raphael Warnock, este último un predicador carismático y sucesor de su púlpito en la Iglesia Bautista Ebenezer.
King fue un movilizador de votantes tanto como un orador. Ayudó a lanzar una campaña de registro de votantes en Selma, Alabama, a principios de 1965. Cuando un activista de derechos civiles negro de 26 años, Jimmie Lee Jackson, recibió un disparo mortal durante una movilización, King organizó una marcha por el derecho al voto. Cientos de manifestantes fueron detenidos cuando salían de Selma. Policías estatales de Alabama y vigilantes locales los atacaron con garrotes y gas lacrimógeno.
La marcha se reanudó días después con protección federal. Se sostuvo sobre los hombros de una acción de larga data: ya en la década de 1930, Ella Baker trabajaba como organizadora comunitaria en Nueva York. A mediados de la década de 1940 viajaba por el sur reclutando nuevos miembros para grupos antirracistas y registrando votantes. Todos enfrentaron una opresión legalmente permitida. ¿Cómo siguieron siendo patriotas?
En este momento tan oscuro, los estadounidenses deberían mirar estos ejemplos de líderes jóvenes. Este país puede analizar sus tácticas organizativas para ver paso a paso cómo King y sus aliados lograron tanto.
En esta coyuntura, innumerables jóvenes y organizaciones locales están remodelando la igualdad y el poder. Estableciendo un ejemplo nacional, diversas organizaciones antirracistas fueron parte de un esfuerzo que registró aproximadamente 520.000 nuevos votantes.
Para los estadounidenses que votaron por primera vez en este ciclo, Bloody Sunday puede parecer una historia antigua. Pero para otros, viendo cómo los confederados asaltan un edificio federal después de un intento fallido por invalidar los votos en los bastiones de los demócratas negros, Bloody Sunday no parece una historia lejana.
“Verá, creo que, para ser honesta, el movimiento hizo a Martin en lugar de que Martin hiciera al movimiento”, reflexionó Ella Baker a un entrevistador. “Esto no es un descrédito para él. Esto es, para mí, como debería ser”.
Al conmemorar a King, debemos deshacernos del concepto de adorar a individuos y no a la acción ciudadana. Contrariamente a la mitología de la mayoría de las celebraciones de King, su verdadera contribución no fue la de un mesías de los derechos civiles, sino la de un formidable organizador de personas y causas.
–Glosado y editado–
© The New York Times
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