Aún no canta lo que sabe, pero ha bastado la imagen de Alex Saab esposado y vistiendo un overol naranja en una celda de Miami para remecer al chavismo hasta los cimientos. El mismo Nicolás Maduro, acostumbrado a responder con berrinches y cinismo a cualquier acusación contra él y sus secuaces, no pudo ocultar que esta vez el golpe sí le dolió.
Ni el dinero, abogados y respaldo público invertidos por su Gobierno lograron evitar la extradición el último sábado desde Cabo Verde a EE.UU. del millonario empresario colombiano, presunto testaferro del presidente de Venezuela y considerado el gran operador de los negocios oscuros del Ejecutivo.
Pero la pataleta de Maduro no quedó solo en el exabrupto. Su reacción más reveladora fue la suspensión del diálogo con la oposición que se realizaba en México, el mismo con el que el líder chavista buscaba ganar legitimidad. También ordenó devolver a prisión a seis exdirectivos de la compañía venezolana Citgo –filial de la petrolera estatal PDVSA en EE.UU.– y hasta convocó una marcha bajo el lema “Alex Saab, secuestrado por el imperio”.
Tanto respaldo es, cuando menos, sospechoso si se considera que hasta antes de su detención en Cabo Verde, en junio del 2020, el chavismo había hecho lo posible por mantener a Saab en las sombras. Fue recién cuando estuvo preso en el remoto estado africano que Maduro le dio a Saab la nacionalidad venezolana, un título de embajador y lo incluyó como negociador con la oposición.
La vertiginosa y absurda conversión de Saab de empresario colombiano a ilustre diplomático chavista no deja espacio para dudar de su trascendencia para el gobierno de Maduro. EE.UU. acusa a Saab de ocho cargos vinculados a lavado de dinero y del desvío de millones de dólares destinados a comida y ayuda para los venezolanos. El colombiano es considerado pieza clave de una enorme trama de corrupción en el seno del régimen chavista que alcanza a países como Irán, China o Turquía.
“Lo que se espera que Saab confiese incluye relaciones de movimiento de dinero y mercancía probablemente ilegal, de apoyos a grupos ilegales, de trabajo con grupos afines al narcotráfico”, le ha dicho a este Diario José Carrasquero, profesor de Ciencia Política de la Universidad Simón Bolívar de Caracas.
La gran interrogante ahora es si Saab colaborará con la justicia de EE.UU. a cambio de una reducción de condena o irá a un juicio en el que se le podría dar una pena de hasta 30 años de prisión. El colombiano ha dicho, de momento, que no piensa colaborar con Washington, pero resulta poco probable que, finalmente, opte por el silencio. Mientras dure este proceso Maduro, un artista del descaro, se dedicará a vociferar y a culpar de todo al “imperialismo”. Queda esperar cuál será su discurso cuando Alex Saab empiece a cantar.