Es sorprendente el poco peso que ha tenido el tema ambiental en los debates electorales, aún contando con un bloque específico sobre medio ambiente y desarrollo sostenible durante el debate técnico. ¡Que gran oportunidad desperdiciada para mostrar a los electores que se tiene una visión de presente y de futuro! Es tan contradictorio que sea así en un país fuertemente golpeado por urgentes e importantes problemas ambientales, además de ser uno de los más vulnerables ante el cambio climático, pero que a la vez genera enormes oportunidades de desarrollo en base a la puesta en valor de su patrimonio natural y al desarrollo de una economía verde circular. Vale la pregunta, ¿por qué los candidatos y sus partidos no la ven? Parecería que padecen de la “visión de túnel”.
Ponerle atención a las preocupaciones por el medio ambiente nos concierne a todos. Ojo, que temas como la reactivación económica, las actividades extractivas, oportunidades laborales, los derechos humanos, el apoyo a minorías, la lucha contra la violencia de género y la protección de defensores humanos; están todos ligados a las políticas ambientales.
Si se trata de gobernabilidad, recordemos que cerca del 70% de los conflictos son de naturaleza socioambiental, principalmente por contaminación de suelos y cuerpos de agua. Y que, en asuntos de ilegalidad, la deforestación en nuestra Amazonía está a nivel de récord histórico, y la minería ilegal continúa avanzando rampante, sin importar la pandemia. Los temas urbanos como la contaminación del agua y del aire, y el manejo de residuos –particularmente de plásticos– son de preocupación cotidiana y requieren de acciones inmediatas. La degradación de los ambientes naturales, cuencas, bosques, océanos y ríos, y la pérdida de nuestra biodiversidad, avanzan sin respetar cuarentenas. Y en el tema de salud, la pandemia, lejos de darnos ventajas, no solo expone nuestros contrastes sociales sino también crea las condiciones ambientales que hacen difícil su control, disminuyendo nuestra capacidad inmunológica y aumentando la propagación de otras enfermedades epidémicas como el dengue y la malaria.
La lista de problemas es larga, pero si buscamos propuestas concretas de cómo enfrentarlas, más allá de alguna mención oportunista, la lista de soluciones es minúscula.
El próximo gobierno debe reconocer que los temas ambientales son también oportunidades para el país en materia económica. Las tendencias mundiales hacia la bioeconomía, las economías circulares, las políticas de clima, la protección de ecosistemas para uso de los servicios ambientales, el impulso a industrias limpias o de baja emisión de gases del efecto invernadero, del ecoturismo, sumados al renombre de nuestra gastronomía –basada en el manejo de nuestros mares– abren mercados que pueden hacernos muy competitivos.
Es importante que los avances logrados no se vean truncados sino más bien sean mejorados y consolidados. En el Perú de los últimos 50 años hemos desarrollado una institucionalidad y conciencia ciudadana importante. Ya existe un Perú natural y sostenible, sumado a un orgullo nacional por nuestro patrimonio que hay que alimentar y posicionar.
Un Estado responsable en el siglo XXI no puede ignorar los temas ambientales. Nuestras ambiciones socioeconómicas deben ir de la mano con nuestro derecho de vivir en un Perú saludable, sostenible y equitativo, en un país donde los derechos estén por encima de los privilegios, y donde tengamos las condiciones para defender y escalar los avances en un ámbito democrático.
Sea cual sea el resultado, debemos estar con los ojos bien abiertos, porque el que parpadea pierde. El comienzo del bicentenario lo demanda.
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